Miguel Sáenz es una especie de imponente iceberg del que incluso admiradores suyos conocen solo la cima. Todos los traductores españoles saben que es uno de los grandes de la profesión por la cantidad y calidad de su producción, y que gracias a él la literatura en alemán y más concretamente la obra de Brecht, de Grass o de Bernhard —por nombrar solo a algunos—, dispone en nuestra lengua de versiones verdaderamente dignas de la pluma de dichos autores. Pero Miguel Sáenz es mucho más y, para explicar su excelencia como traductor, conviene detallar lo que hay bajo la línea de flotación. Y escucharlo.
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