El juego forma parte del proceso de desarrollo en los mamíferos, contribuyendo a facilitar la comunicación, y el juego parece también haber jugado un papel relevante en el mismo proceso evolutivo humano y en el desarrollo de la cultura. La investigación epigenética sugiere que cambios comportamentales del organismo en desarrollo pueden conducir a orientar el camino a cambios filogenéticos.
En el proceso de socialización, los juegos permiten reaccionar ante los comportamientos observados espontáneamente de manera inmediata, tiene una función vinculante y es fuente de creatividad. El juego en grupo, competitivo, sirve para descargar tensiones y permite a los jugadores obtener una posición jerárquica de rango, estatus y reconocimiento, además de generar placer y la sensación euforizante de éxito.
La curiosidad infantil, desplegada en el juego, contribuye al desarrollo en el adulto del deseo de saber y de conocer.
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