Parece ser que alguien advirtió a Moliere de que no vistiera ropa de color amarillo cuando se disponía a participar en la cuarta representación de El enfermo imaginario, en la que iba a intrerpretar, precisamente, el papel del enfermo. El insigne comediógrafo y escritor francés hizo caso omiso de la advertencia y murió durante la función. Desde entonces, el color amarillo es un tabú en el mundo del teatro, y, por diferentes motivos, en otros muchos oficios y artes; aunque, a la vista está, en publicidad ha dejado de ser un color maldito.
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