Estados Unidos
Este artículo estudia el último acto de Celestina y explora los postulados intelectuales que lo sostienen. Propone que la lamentación de Pleberio traspasa la manera tradicional de representar el deseo en la cultura medieval, entendiendo el mismo como una fuerza sin trascendencia que siempre excede toda capacidad de contener o satisfacerlo. La progresión del deseo en la obra, desatada desde las primeras palabras de Celestina, sigue un proceso de desacralización –del amor, de la pasión y de todo tipo de añoranza mundana o divina– y resalta la materialidad de la existencia, lo cual implica que la subjetividad del ser humano se basa exclusivamente en el cuerpo y es definida tanto por las exigencias corporales como por la inhabilidad para satisfacerlas. El deseo en Celestina llega, así, a su fin temporal en el soliloquio de Pleberio pronunciado ante el cadáver roto e inerme de su única hija. Allí, Pleberio se da cuenta de la futilidad de toda ambición humana en un mundo desencantado y frente a la ausencia de toda presencia. El Acto XXI de Celestina marca, pues, un momento auto-reflexivo fundamental en la historia de la representación del sujeto humano durante la temprana modernidad. En el despertar auto-consciente de Pleberio a la existencia del abismo se descubre la llamativa novedad y modernidad de Celestina, a la vez que se abre un espacio para la única alternativa posible en un mundo sin un telos más allá del que trazan las fuerzas del deseo y la muerte: el cultivo de una ética seglar.
The article deals with the final act of Celestina and explores the intellectual postulates that sustain it. Pleberio’s lament, I argue, exceeds the traditional representations of desire in medieval culture, leading to the realization that desire itself is untranscendental and is its own object; and that it is always in excess of anything or any capacity to ontain or satisfy it. The progression of desire released in the opening scene of Celestina follows a organized desacralization of it –of love and passion and yearning both earthly and divine– and gives emphasis to the materiality of existence that points to a human subjectivity rooted exclusively in the body, defined by its demands and haunted by its limitations. Desire in Celestina thus comes to its final, temporal, worldly end in Pleberio’s soliloquy before the broken physical body of his daughter, as he comes to grips with the futility of human ambition and sees the latter stripped of all illusion, provoking him to articulate a profound disenchantment with a fundamentally disenchanted universe presided over by an absence of presence. In this regard, Act XXI of Celestina, marks a crucial self-reflexive moment in the representation of the human subject in early modern literature, a turn from consolation toward an understanding of ubiquitous desolation. It is in Pleberio’s self-conscious awakening to the abyss at the ends of desire where we may discover the striking novelty and early modernity of Celestina, which opens a space for the only alternative available in a universe without a telos other than the one traced by death and desire: the cultivation of secular ethics.
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