La obra Fluxus (1991) es una instalación compuesta de 248 piezas de plástico, hule y metal ejecutada por la artista Melanie Smith. Cada pieza de plástico, con forma de botella y tapa cónica, es de factura industrial y carácter comercial, ya que se trata de azucareras de uso cotidiano trabajadas por la artista para asemejar una mamila [1].
La intervención de la obra se enfocó en conservar el concepto original, manteniendo los elementos que cumplen su función, sustituyendo aquellos que no. La decisión estuvo basada en el respeto a la técnica original y a la intención de la creadora.
La restauración de Fluxus planteó una reflexión profunda respecto a la conservación de las obras contemporáneas, a la importancia de la documentación y a la participación del artista.
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