Los pedagogos reconocemos la radical importancia de la afectividad en la educación del ser humano. Sin embargo, no la hemos abordado de modo sistemático como contenido educativo que también se aprende y que, por tanto, hay que enseñar y enseñar bien. Las dificultades para ello derivan de la falta de claridad conceptual en torno al tema, así como de los enfoques hoy predominantes en teoría del aprendizaje, netamente cognitivistas. Por otra parte, tampoco disponemos de una taxonomía de contenidos y objetivos educativos del ámbito afectivo-emotivo bien articulada. Las alternativas al problema pasarían por la consideración de los objetivos efectivos como objetivos educativos, por la taxonomización de dichos objetivos efectivos y por delimitar pautas claras para la intervención educativa en este ámbito. Nosotros proponemos algunas en este trabajo.
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