El ejercicio de la lúdica, como capacidad fundamentalmente humana de crecimiento anímico-espiritual, configura la expresión cultural de los pueblos que da sentido a la existencia del ser y a la vida en comunidad. Contar un relato, una historia o un cuento y leerlo de viva voz, es ejercer esta capacidad, abrir la posibilidad de vivir una aventura insospechada y descubrir, a través del hilo de la voz, un universo hecho de palabras con diversos significados que llaman a perseguir sueños, a ir en busca de la propia identidad, a encontrarle sentido a la vida. El maestro como animador cultural de relatos e historias, funda el espacio de juego poético, que con sus estudiantes construye y ensancha a modo de tejido social, dando vida a creaciones significativas, elaboradas en forma individual y colectiva, que comunican las visiones, los valores y las esperanzas de su comunidad.
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