Pensar que lo que usamos nos usa, pensar que existen improntas personales que sólo modelan superficialmente lo que en cambio se vuelve constitutivo de la razón y el sentimiento, es, comunicativamente hablando, una proposición que hoy genera más de un debate. Lo mismo ocurre con la sola posibilidad de imaginar que incluso en el terreno de los sueños -ese lugar no íntimo sino recóndito y tantas veces inexpugnable- podemos ser igualados por un acto de consumo mediática.
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