Los suelos del Desierto de Judea generan rápidos encharcamientos y abundantes escorrentías, lo que es debido a las ínfimas tasas de infiltración y a curvas de escorrentía de gran pendiente que alcanzan súbitamente las tasas máximas ante chaparrones simulados de 50,36 mm h-1 de intensidad y 45 minutos de duración. Se ha comprobado que el clima determina las características de los suelos y el comportamiento de los procesos geomorfológicos. A lo largo del gradiente climático estudiado las tasas de infiltración decrecen con la precipitación, mientras que las escorrentías, la salinidad de éstas y las pérdidas de suelo aumentan. Además del clima, el uso antrópico influye drásticamente en la respuesta del suelo ante la lluvia. Así, la influencia del clima se ve alterada por el sobrepastoreo, ya que éste modifica la composición florística, la cubierta vegetal y las costras superficiales, con lo que se favorece la erosión del suelo
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