Ahora que la publicidad, además de ser efectiva, tiene que ser sexy para cautivar a un consumidor cada vez más impactado por elementos externos al propio negocio publicitario, la aspiración de McCann es convertir a sus propios anunciantes y al trabajo que realizan para ellos, en su mejor carta de presentación. "Hemos ido creciendo con los mismos clientes y estos nos han ayudado a ganar más. Nuestros clientes son los embajadores de McCann. Es lo que llamamos el "efecto Meg Ryan", señala Gonzalo Sánchez-Táiz, director general de la agencia madrileña.
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