En tiempos en que la escasez de medios –económicos, sociales, ambientales- ocupa el centro del debate político y ciudadano, cabe cuestionarnos una vez más cuál es el sentido de la conservación del patrimonio en contextos urbanos en los que la propia revelación de un nuevo elemento –ya sea por definirse en él valores patrimoniales emergentes, ya porque el hallazgo de un yacimiento arqueológico entre el conflicto con una necesidad, a priori, imperiosa- supone, para el común de la opinión pública y para un buen número de profesionales, la generación de un problema ante la gestión, tutela, conservación, documentación o viabilidad de lo que, después de siglos de defensa y en tiempos de bonanza, había llegado a ser reconocido como un recurso. Haciendo uso de uno de los términos más generalizados en la actualidad para la defensa de lo que es eficiente -la sostenibilidad-, se genera un paralelismo conceptual y práctico entre las definiciones de lo sostenible y lo patrimonial, identificando a la ciudad histórica como el resultado natural de un proceso de construcción social en el que la mirada hacia el patrimonio urbano podría proveernos de las herramientas más útiles para afrontar nuestro futuro.
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