Los gobiernos ilustrados se preocuparon por garantizar un sistema regular de envío de correos dentro y fuera de sus fronteras, aunque distintos obstáculos, en especial las guerras posrevolucionarias, obligaron a cambios de rutas y disposiciones. La abundante correspondencia que mantuvo José Nicolás de Azara, representante de España en Roma y en París en 1784-1803 —oficios y cartas confidenciales con el secretario de Estado de turno u otros diplomáticos y cartas particulares—, revela la importancia de la información remitida por los correos para la acción diplomática y política. La rapidez y la seguridad en su recepción y transmisión, no siempre posibles, así como la inteligencia en su manejo resultaban esenciales
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