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Los BRICS y la gobernanza económica mundial

  • Autores: Alicia González
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 29, Nº 164, 2015, págs. 156-164
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • La arquitectura financiera internacional sigue dominada por EE UU y Europa. Mientras las instituciones de Bretton Woods muestran su incapacidad para adaptarse a la nueva realidad, los países emergentes buscan alternativas para la gobernanza económica mundial.

      En 2016, China asumirá la presidencia del Grupo de los 20, la primera vez que el gigante asiático encabezará uno de los principales foros de cooperación económica global. Para entonces también empezará a operar el banco de desarrollo impulsado por las grandes potencias emergentes - Brasil, Rusia, India, la propia China y Suráfrica, los BRICS - , con el objetivo de financiar proyectos de infraestructuras en países en desarrollo y propiciar liquidez si fuera necesario a países con crisis de financiación exterior. Será la constatación del éxito de estos países en las últimas cuatro décadas y del nuevo papel que están dispuestos a desempeñar en la gobernanza de la economía global.

      Los BRICS se constituyeron como grupo en 2009, en plena crisis financiera y ocho años después de que el entonces economista jefe de Goldman Sachs, Jim O�Neill, creara el acrónimo para definir a los países emergentes cuyas economías ofrecían mayores perspectivas de crecimiento. Durante ese tiempo, el grupo se ha constituido como un foro de articulación política, con 30 áreas definidas de cooperación y diálogo, pero donde las profundas diferencias entre los países habían permitido escasos avances. De hecho, los BRICS no se han caracterizado por su gran capacidad de coordinación en la escena internacional y sus posiciones en otros foros, como el mismo G20, la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las cumbres del clima defendían en muchas cuestiones intereses contrarios que hacían difícil creer en la posibilidad de establecer un banco de desarrollo conjunto.

      Las negociaciones para su creación se demoraron durante dos años, hasta su anuncio en julio de 2014, durante la cumbre de Fortaleza, Brasil. "Desde el surgimiento de los BRICS en 2009, el diálogo del grupo ganó en profundidad y extensión pero ahora abrimos un nuevo ciclo con la creación de dos bancos financieros propios", explicaba entonces el diplomático brasileño José Alfredo Graça Lima. "Su creación es la respuesta a la falta de acuerdos para democratizar el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no es solo eso. Es también una demostración de la capacidad de los BRICS y de que no dependen de los grandes organismos multilaterales", apuntaba el diplomático.

      Una nueva realidad económica Lo cierto es que la arquitectura financiera internacional continúa dominada por Estados Unidos y Europa, y las instituciones diseñadas en Bretton Woods en 1944 han sido incapaces de acomodarse a la nueva realidad y otorgar a las economías emergentes el protagonismo que merecen. "El PIB agregado de los BRICS es hoy mayor que el de las economías avanzadas cuando se crearon las instituciones de Bretton Woods", recuerda el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Estos países representan una cuarta parte de la economía mundial, y casi el 94 por cien del crecimiento económico internacional entre 2007 y 2013. Su presencia en las instituciones financieras, sin embargo, es casi inexistente. El FMI ni siquiera ha sido capaz de poner en marcha la mínima revisión de cuotas aprobada en 2010, que ya habría quedado obsoleta por la evolución de las economías, ante el rechazo del Congreso de EE UU a ratificar el acuerdo. Dicho lo cual, los BRICS tampoco fueron capaces de consensuar su apoyo a un candidato para el FMI en 2011 o para presidir el Banco Mundial en 2012. "Los países emergentes son una importante fuerza de la economía mundial. Pedimos una mejora del sistema de gobernanza de la economía global aumentando el voto de los países emergentes en las instituciones", han exigido los responsables chinos, en muchas ocasiones, sin éxito. De ahí, el especial simbolismo que cobra la creación del nuevo banco de desarrollo.


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