El símbolo vincula al ser humano con la naturaleza, con los dioses, con otros seres humanos, con la cultura. Ahí radica su poder.Con esta afirmación central, se presentan dos razones por las cuales el símbolo ocupa un lugar privilegiado dentro de la cultura, junto con sus posibilidades en escenarios educativos: por un lado, por la relación con la memoria y el dinamismo que genera al rememorar, anticipar y olvidar; por otro, por la relación con la comunicación, esa necesidad de praxis ritual que activa el encuentro con el otro. Ambos motivos son oportunidad para pensar la formación de las nuevas generaciones. Al final se plantean cinco problemas: desencuentro, ruptura con la tradición, fragmentación del conocimiento, desconocimiento de una gramática de lo simbólico, investigaciones “encerradas”en una disciplina, y una apuesta común: la perspectiva simbólica. Gracias a esta se hallarían posibilidades relacionales e implicativas para la educación, la sociedad y la cultura, pues nada hay tan cercano al ser humano como el símbolo.
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