Idoia Agirre, Sofía Barandiaran, Elsa Duña Llamosas, Fernando Frades, Begoña Garmendia Aldasoro, José María Gutiérrez Gutiérrez, María Victoria Martínez, Soledad Oraá, Begoña Pumar, Isabel Tre
El desarrollo sexual va parejo al desarrollo emocional del niño. Una experiencia de gratificación y satisfacción suficientemente sostenida en el tiempo con el primer objeto de amor, permitirán al niño dirigir sus deseos hacia el padre y demás adultos próximos y hacia otros niños, abriéndose con ello a la cultura. En esta experiencia relacional irá desplegando sus necesidades y deseos, su amor y su agresividad, y progresará desde las relaciones parciales hasta el logro de poder aceptar al otro como diferente, fuera de su control omnipotente y por ello fuente tanto de deseo como de frustración. Más tarde, ya en la adolescencia, el púber volverá a cuestionar todas sus relaciones, ideas e ilusiones, para abrirse definitivamente a la genitalidad y ésta le confrontará con su incompletud y necesidad del otro para satisfacer distintos deseos, entre ellos los sexuales. Tanto la calidad del encuentro relacional como el ejercicio de la sexualidad, estarán estrechamente relacionadas con el desarrollo psíquico y con sus posibles fallas y déficits.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados