La concentración del intercambio externo en Buenos Aires desde fines del siglo XVIII y el progresivo incremento de la exportación de bienes pecuarios permitieron que la provincia se diferenciara como unidad político-económica con respecto al resto del territorio argentino, basando su producción en el uso extensivo de las tierras que se incorporaron en forma paulatina -a expensas de los aborígenes-, la exigua inversión de capital y la escasa mano de obra.
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