La publicidad, como relato y género textual, es un buen receptáculo para el humor �en muchas ocasiones vinculado al mecanismo comunicativo de la ironía�: como género mediático tiene en cuenta ficción y realidad, manipulación y buenas dosis del «hacer creer» (Rodrigo, 1995), todos ellos efectivos mimbres para el cesto de la voz de la sociedad de consumo.
El humor es, en la actualidad, un recurso presente en las estrategias publicitarias por su dinamismo, la captación de atención, la invitación al recuerdo y a la repetición por parte del destinatario y por su capacidad de implicación discursiva, entre otros motivos. Aporta, por tanto, el humor un alto valor a la publicidad y refuerza la efectividad del mensaje. Ahora bien, el humor, como otros tantos contenidos, puede ser tenido en cuenta también como un valor social que se utiliza, en una publicidad cada vez más consumible, como excusa discursiva más allá del producto.
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