En los últimos años se ha producido un significativo incremento de los alumnos que reciben tratamiento farmacológico relacionado con dificultades intelectuales y afectivas detectadas en el aula. Existen razones para pensar que dicho aumento pudiera no responder exclusivamente a factores médicos. El presente artículo cuestiona algunas de las actitudes sociales que podrían estar favoreciendo este fenómeno e identifica algunas de las razones de su generalizada implantación, así como sus consecuencias y los retos más importante para poder cambiar esta inercia.
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