Durante mucho tiempo permaneció la creencia de que cualquier persona que tuviese un bagaje escolar y académico de nivel medio, podía educar a las personas adultas. Este pensamiento confirmaba la ausencia de la necesidad de poseer un conocimiento profesional pedagógico para tal fin. A medida que el campo de investigación en educación de personas adultas se va afianzando, empieza a experimentarse la necesidad de un conocimiento profesional específico para los encargados de este nivel educativo.
Más recientemente, todas las políticas educativas relativas a la educación de personas adultas insisten en la importancia de dicha formación.
Analizar cómo ha sido y cómo debería ser la formación de ese colectivo docente, quién debe ser educador de personas adultas, qué formación debería recibir, qué mecanismos y estrategias debería conocer para enseñar a las personas adultas a aprender, etc; son algunas de las preguntas que se pretende abordar en el presente trabajo.
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