Ya se trate de una responsabilidad política, religiosa o corporativa, la dinámica emocional asociada a los cargos de responsabilidad siempre es la misma. Las personas se convierten en seguidoras ardientes y convencidas hasta el punto de que creen que ésa es una actitud segura, que la victoria es posible o inminente y que conseguirán compartir los logros y recompensas que conlleva el éxito. El �yo� se une al �nosotros� y lo hace de modo voluntario, sin coacciones, sin dudas, sin preguntas, porque esa persona ha forjado un vínculo emocional y tiene un compromiso igualmente emocional.
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