Durante el último tercio del siglo XIX, la administración realizó un notable esfuerzo para la modernización técnica de la agricultura española. A semejanza del resto de Europa, uno de los instrumentos elegidos para este fin fueron las Granjas Experimentales y las Estaciones Agronómicas, instituciones distribuidas por toda la geografía nacional, de las que llegaron a funcionar 77 en 1920. Dirigidas por ingenieros agrónomos, su misión era introducir y adaptar en los diferentes territorios, los avances científico-técnicos producidos por la ciencia agronómica de cara a mejorar la calidad y los rendimientos de los cultivos y las industrias transformadoras. Esta labor se llevó a cabo mediante la experimentación, el asesoramiento directo a los labradores, el análisis de productos y la divulgación mediante publicaciones o cursos especializados.
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