En este estudio se abordan diferentes problemas que obstaculizan la aplicación de una política urbana coherente a finales del siglo XVIII, como la persistencia de una diversidad jurisdiccional o la existencia de grupos diferenciados entre los profesionales de la construcción, tanto por su formación como por su vinculación a un promotor, que menoscaban su imparcialidad. Asimismo se muestra la dificultad de compaginar los principios ilustrados de regularidad y simetría con la práctica de la proyección de las visuales, usual en el Barroco. Se pone también de manifiesto la ineficacia transformadora del criterio de alineación sobre el trazado viario mientras no se amplíen las dimensiones de su aplicación, y la debilidad de la normativa urbana vigente frente al peso de los intereses particulares
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