Adolfo de Castro publica en 1848 uno de los fraudes literarios más ingeniosos en toda la Historia de la Literatura Española: El buscapié, un atribuido opúsculo cervantino escrito en defensa de la primera parte del Quijote, cuyo manuscrito, al parecer, Adolfo de Castro había localizado en Cádiz. Naturalmente, la publicación de un supuesto inédito de Cervantes revolucionará el mundo de las letras españolas posicionando a defensores y detractores. Aún así, a partir de 1848 se empieza a incluir El buscapié como apéndice en las ediciones del Quijote; en 1851 aparece en la edición de Ferrer de los Ríos, en 1850 en la de Gaspar y Roig, en 1884 en la de Aleu, e incluso sigue apareciendo en la edición de 1895 publicada en Barcelona como prolegómeno del Tercer Centenario de la edición del Quijote.
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