El proceso desregulatorio europeo que abogaba por una liberalización mediática, en aras del pluralismo, no logró totalmente sus pretensiones, al situarse en un entramado complejo, donde no sólo contaba el factor económico, sino también el político y las relaciones entre los actores mediáticos y los gobiernos de cada país. En España, las políticas mediáticas, a partir de los 80, crearon dos fenómenos simultáneos y contradictorios aunque, paradójicamente, no excluyentes. Por un lado, estas políticas supusieron un motor para el debate democrático. Por otro, un debilitamiento de la esfera pública democrática.
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