Junto a los autores y mecenas, la función principal del libro lo ocupa el papel del librero-editor de la obra. Tenemos que remontarnos al siglo XVI para entender que la figura del librero, editor y autor del libro responden, en la mayor parte de los casos, a una misma persona. El grabador del Renacimiento se mantiene en el anonimato dejando -sólo en muy escasas ocasiones- su huella a partir de las iniciales o del anagrama.
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