La controversia sobre la Guerra de Sucesión Española fue uno de los primeros ejemplos en Gran Bretaña de un debate público sobre una importante cuestión nacional con la participación de todos los géneros literarios de propaganda política para conseguir el apoyo de la opinión pública. La clase dirigente, al igual que la oposición, se había dado cuenta que ésta era algo con lo que había que contar para conseguir sus objetivos políticos y perpetuarse en el poder. De todos los propagandistas que contrató el gobierno destacó por encima de todos los escritores Daniel Defoe, quien, gracias a la versatilidad de su pluma y sus grandes dotes de persuasión, mantuvo esta función durante toda la contienda, a pesar de los sucesivos cambios de signo político experimentado por el gobierno durante este periodo. Sus armas propagandísticas fundamentales fueron sus panfletos políticos y los ensayos que publicó en el Review , que le sirvieron para convencer a la nación de la urgencia de declarar la guerra a Francia y España y posteriormente convencerla de la necesidad de concertar la paz.
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