Juan Cristóbal Marinello Bonnefoy
Esta investigación se centra en el análisis y reconstrucción de los episodios violentos ligados al sindicalismo en Catalunya durante las dos primeras décadas del siglo XX, prestando particular atención a las relaciones entre los distintos actores involucrados en la conflictividad laboral, es decir, sindicatos, empresarios, esquiroles y el Estado. El marco cronológico toma como referencia dos grandes hitos de la conflictividad social: la huelga general de febrero de 1902 y el conflicto de la Canadenca en 1919. La huelga general de 1902 marcó una transformación importante con respecto a las políticas de orden público en Barcelona, pasando de una lógica reactiva a una preventiva. Durante los años siguientes, esta nueva política, facilitada por un importante descenso de la movilización sindical, logró controlar e inhibir la acción colectiva de los trabajadores en las calles, aunque esto significó en ocasiones la aparición de un tipo de violencia sindical ligada a pequeños grupos. Por otra parte, el fracaso del régimen de la Restauración en canalizar institucionalmente la conflictividad contribuyó a generar un sistema de relaciones laborales informal basado en la figura del Gobernador civil. De este modo, la violencia sindical se convirtió también en un importante mecanismo de presión política para obligar a las autoridades a intervenir en las huelgas. Tras la Semana Trágica, la violencia sindical sufrió transformaciones importantes, surgiendo algunas huelgas particularmente violentas, aunque éstas fueron la excepción en el panorama laboral barcelonés. En particular, se desarrolló una forma nueva de violencia, los “atentados sociales”, que asumieron un carácter altamente organizado, especialmente en el sector metalúrgico y del ramo del agua. La situación creada por la Primera Guerra Mundial impulsó una importante movilización de los trabajadores, que permitió la recuperación de formas tradicionales de acción colectiva; sin embargo, la huelga general de 1917 y sus repercusiones contribuyeron a frenar momentáneamente el auge sindical. En este contexto, se desarrolló un ciclo de atentados en el sector textil contra empresarios y contramaestres, que culminó con el asesinato del industrial Josep Albert Barret a comienzos de 1918. La creación de los Sindicatos Únicos durante ese año contribuyó a polarizar aún más el ambiente social a través de una alta conflictividad en que la violencia expresaba el poder que había alcanzado el sindicalismo en Barcelona, en vez de representar un signo de debilidad como tradicionalmente había sucedido. Esta dinámica confrontacional alcanzó su culmine durante la huelga general y el lockout patronal de 1919, iniciando un período de extremada violencia y enfrentamientos conocido como pistolerismo. Además de Barcelona, la investigación se centra en seis ciudades catalanas (Palafrugell, Sant Feliu de Guíxols, Terrassa, Sabadell, Reus y Tarragona), analizando los principales momentos de conflictividad de cada una de ellas y determinando las principales diferencias y similitudes con Barcelona. En este sentido, en otras zonas de Catalunya las agresiones físicas fueron un fenómeno más bien excepcional, privilegiándose alternativas como algunos mecanismos de presión comunitarios. Por último, el trabajo incluye una apartado dedicado a situar la situación barcelonesa en una perspectiva comparada, tomando como casos de estudio la violencia sindical en Sevilla, Vizcaya y Milán, destacándose cómo en estas localidades las formas colectivas de violencia fueron preeminentes durante el período estudiado.
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