La manipulación de las variables que definen el programa de entrenamiento (intensidad, orientación, frecuencia y volumen de entrenamiento), con objeto de maximizar las adaptaciones fisiológicas del deportista es una estrategia comúnmente aceptada por los entrenadores y científicos del deporte. Esta periodización del entrenamiento se hace especialmente importante en aquellos deportes donde es necesario el desarrollo simultáneo de fuerza y resistencia para optimizar el rendimiento deportivo. Debido a que el entrenamiento de fuerza y resistencia produce distintos, e incluso a menudo opuestos, mecanismos adaptativos (Nader 2006; Sale y cols. 1990), el desarrollo combinado de ambos componentes en el mismo régimen de entrenamiento puede desencadenar en un conflicto de adaptaciones neuromusculares. Este fenómeno de interferencia fue descrito en un primer momento por Hickson (1980), quién observó conflictos en las adaptaciones de la fuerza cuando la resistencia y la fuerza se desarrollaban de forma combinada. Sin embargo, los resultados de investigaciones posteriores han sido dispares, con estudios cuyos resultados concuerdan con las aportaciones de Hickson (Bell y cols. 2000; Craig y cols. 1991; Dudley y Djamil 1985; Hennessy y Watson 1994; Kraemer y cols. 1995) y otros que los cuestionan (Häkkinen y cols. 2003; Hunter y cols. 1987; McCarthy y cols. 1995, 2002; Sale y cols. 1990). Otras investigaciones han propuesto diferentes mecanismos y estrategias de entrenamiento que parecen minimizar los conflictos e
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