La Sierra Nevada de Santa Marta albergó entre los siglos XI y XVI un conjunto de sociedades complejas que desarrollaron y pusieron en práctica estrategias de ocupación del territorio, las que les permitieron aprovechar una gran variedad de nichos ecológicos, posibilitándoles el acceso a una mayor cantidad y variedad de productos. Así fue posible el crecimiento y consolidación de importantes asentamientos de población desde los que pudieron centralizarse ciertas actividades de gobierno, administrativas y religiosas, y a los que los miembros de estas sociedades acudían periódicamente para reafirmar sus lazos de parentesco, establecer sus solidaridades y obligaciones, y, en general, fijar las relaciones que tejían la identidad y el sentido de lo comunitario.
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