La retórica entendida como la disciplina que enseña a elaborar y representar discursos persuasivos cuenta con un bagaje teórico que se remonta hasta el siglo IV a.C. En los primeros manuales que se nos han conservado la teoría sobre la creación de un discurso se veía complementada por unas indicaciones sobre la manera de materializar los escrito, ésas se aglutinaron bajo la denominación de actio. La actio se erigió con el papel de parte quinta de la retórica y su función dentro del sistema retórico fue la de enseñar a utilizar la voz y los gestos como medio para transmitir información.
La forma en que esas normas, en algunos casos, y consejos, en otras, se transmiten desde los primeros manuales hasta llegar a nuestra época es elm otivo de esta tesis.
En los primero siglos se fueron sistematizando unas normas sobre el uso de la voz y de los gestos dentro de las obras de retórica, y a partir del siglo II d.C., comenzó su fortuna, pero ya no sólo en los manuales de retórica, sino en los de toallas aquellas disciplinas que absorbieron parte de la preceptiva propia de la retórica. Comenzó su peregrinaje condicionado por circunstancias sociales, educativas y culturales por los tratados de retórica dirigidos a los estudiantes de los distintos niveles de enseñanza (artes rhetoricae), por los manuales de gramática (artes grammaticae), por los que enseñaban a los predicadores (artes praedicandi), por los tratados de poética (artes poetriae) y, también, por aquellos tratados que servían para la formación de políticos y actores. Y así hasta llegar al siglo XXI, donde, con aires renvoados, se impone sensiblemente matizada en una sociedad de medios electrónicos y audiovisuales bajo la denominación de "Comunicación Oral".
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