Luisa Algar Pérez-Castilla
La Danza Española escénica, en tanto oficio artístico, durante el periodo comprendido entre 1940 y 1990, se desarrolló en una gran variedad de espacios escénicos y tipos de espectáculos, propiciando una gran difusión de la misma. Figuras y ballets de clásico español de pequeño formato, cuya trayectoria artística la desarrollaron en espectáculos populares, y que desempeñaron un papel muy importante en dicho desarrollo y difusión, no han sido considerados ni puestos en valor por parte de la historia oficial que aborda la imagen de la Danza Española en dicha época, dando lugar, por tal motivo, a un retrato oficial del desarrollo de la misma incompleto y tendencioso. Las manifestaciones de la Danza Española en los ámbitos escénicos “populares” fueron infravaloradas por el discurso crítico académico (teórico) tradicional durante dicho periodo, lo que tiene como consecuencia que no sean contempladas adecuadamente por la historia oficial. En base a lo antedicho, esta tesis tiene como objetivo básico revisar con una óptica diferente la historia de la Danza Española en el periodo comprendido entre 1940-1990, y contribuir a una visión más panorámica y poliédrica de su desarrollo como fenómeno cultural, artístico y profesional. Para ello, entre las miradas concretas que se pueden tener sobre la realidad de la naturaleza y evolución de la Danza Española, tomamos en consideración las manifestaciones de la Danza Española escénica, en tanto oficio artístico, integradas en espectáculos populares en el periodo acotado entre los años 1940 y 1990, apoyándonos en el análisis de las trayectorias de Pacita Tomás, Tona Radely y el Ballet Español de Silvia Ivars, claros ejemplos representativos por su relevancia profesional y artística a nivel cuantitativo y cualitativo, y que nos permiten abordar por una parte el estudio de las características de la praxis del oficio, así como su entorno profesional; y por otra, la imagen que proyectaban de la Danza Española que, muy alejada de la de ”pandereta” y “españolada”, reflejaba su riqueza, variedad y doble carácter popular y culto. A modo de apunte se consideran los Ballets de Los Goyescos y el de Miguel Prada como ejemplos representativos de una continuidad generacional en el desarrollo del oficio.
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