María Montserrat Camacho Ángeles
Esta investigación desarrolla la interpretación de cuatro imágenes de origen precolombino en la región conocida como Mesoamérica. Parte de la idea de que las diversas culturas de esta área comparten una misma cosmovisión (naturalmente divergente en los detalles, pero la misma en sus grandes rasgos), y de que, en esa cosmovisión existe un núcleo duro, resistente al cambio a lo largo del tiempo. La elección de estas imágenes obedece a la percepción de que se trata de cuatro representaciones esquemáticas de los rasgos básicos del cosmos. Es decir, cuatro cosmogramas. Fueron elegidas dos imágenes a primera vista semejantes, ambas sobre el mismo tipo de soporte, un códice, si bien, provenientes de culturas relativamente distantes (la maya y la mixteca). Los otros dos cosmogramas se eligieron a propósito contrastantes, tanto por el soporte material (un muro pintado y un monolito), como por su temporalidad, unos ocho o nueve siglos de distancia. Cada cosmograma fue objeto de un estudio específico, bastante exhaustivo, durante el cual se avanzó en la identificación de algunos de sus componentes, que hasta hoy no habían sido precisados, y en algunos casos se construyeron interpretaciones más generales; se problematizaron y discutieron las teorías actualmente en boga, y en todos casos se trató de delimitar con claridad aquello que permanece indeterminado. Aún en tales casos, avanzamos hipótesis de diversa envergadura. Más allá del avance logrado en cada estudio particular, hicimos uso de la comparación entre los cuatro cosmogramas. Conforme más cosmogramas eran usados, constatamos una creciente potencialidad interpretativa. Se propone este tipo de comparación múltiple como un método para el estudio de los cosmogramas en general, pero incluso de otras representaciones importantes, que no han sido caracterizadas como un cosmograma y que sin embargo, obedecen a una necesidad cultural de guardar la semejanza con la estructura del cosmos. Los rasgos básicos del cosmos, parecen ser: la preeminencia de un eje central que contiene el desdoblamiento ulterior en una estructura cuadripartita; la existencia, como consecuencia, de cuatro ejes cósmicos, frecuentemente en la forma de árboles con una o varias aves celestes. Al plano terrestre así conformado, suele añadirse la representación del flujo del tiempo, de manera levógira (antihoraria) y a veces también distribuido en sus respectivas regiones cardinales de origen. Se añaden diversos símbolos, seres, animales o plantas, que enfatizan la naturaleza de cada rumbo cósmico. No obstante, nunca se representan todos estos rasgos a la vez, algunos quedan insinuados a través de diversos recursos.
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