La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria desmielinizante del sistema nervioso central. Su evolución es muy variable entre individuos, como también lo es la respuesta de éstos al tratamiento. Las medidas clínicas de actividad son solo parcialmente útiles para predecir los cambios en la evolución de la enfermedad. Además, la resonancia magnética (RM), aunque altamente sensible para detectar lesiones, presenta solo una moderada correlación con la evolución de la discapacidad. El daño neuroaxonal sobre las lesiones como en el tejido cerebral aparentemente normal es probablemente la causa subyacente de discapacidad permanente. Las medidas de atrofia cerebral mediante RM reflejan la pérdida tisular y es posible obtenerlas actualmente mediante programas informáticos de procesamiento de imagen. No obstante, el papel de la atrofia como biomarcador pronóstico en EM es poco conocido, por lo que se planteó investigar su valor en situaciones de práctica clínica habitual, como son la predicción del riesgo de conversión a EM clínicamente definida (EMCD) tras un síndrome clínico aislado (SCA) y la predicción de progresión de la discapacidad a pesar de iniciar terapia modificadora de la evolución de la enfermedad (TME). Para ello, se analizaron los exámenes de RM de dos cohortes prospectivas: 1) cohorte SCA, compuesta de 176 pacientes con un SCA, en los que se realizó un examen de RM convencional a los 3 meses del inicio de los síntomas y al año y que fueron seguidos un mínimo de 2 años; 2) cohorte TME, compuesta de 105 pacientes con EMCD que iniciaron TME con interferón ? (IFN?), en los que se realizó un examen de RM convencional previamente al inicio de IFN? y al año, y que fueron seguidos ?2 años y hasta completar 4 años. Los análisis volumétricos se realizaron mediante los programas SIENA (Structural Imaging Evaluation, using Normalization, of Atrophy) para el cálculo del porcentaje de cambio del volumen cerebral (PCVC) y SPM (Statistical Parametric Mapping) para el cálculo de los porcentajes de cambio del volumen de sustancia gris (%cVSG) y blanca (%cVSB). Se investigó la relación entre las variables de volumetría cerebral y el curso clínico, y se encontraron valores de corte en los cambios de volumen cerebral de predicción de un peor pronóstico clínico. En la cohorte SCA se determinó la relación con la conversión a EMCD, y en la cohorte TME la relación con la progresión de la discapacidad, mediante análisis de supervivencia de Kaplan-Meier, y mediante análisis multivariante de regresión de Cox, ajustando por variables demográficas, clínicas y de RM. En términos generales, en ambas cohortes, un mayor grado de atrofia cerebral global medida con PCVC se relacionó con un peor pronóstico clínico. Los pacientes con SCA que desarrollaron EMCD tuvieron mayores descensos del PCVC (–0,65% frente a +0,059%; p<0.001). Además, los descensos del PCVC mayores a –0,817% predijeron de forma independiente una conversión a EMCD más precoz. Los cambios observados en los pacientes con SCA que desarrollaron EMCD se debieron a cambios en la sustancia gris, pero no en la sustancia blanca. Los pacientes con EM tratados con IFN? que desarrollaron progresión clínica tras 4 años de seguimiento tuvieron mayores descensos en PCVC y en el %cVSB. Los descensos superiores a –0,86% de PCVC o descensos superiores a –2,49% de %cVSB se relacionaron con una probabilidad de ?4 veces más de desarrollar progresión clínica tras el inicio de IFN?. En resumen, los resultados indican que los cambios del volumen cerebral a tan corto plazo como un año son predictores de la evolución clínica posterior, tanto en pacientes al inicio de la enfermedad como en aquellos que acaban de iniciar terapia con IFN?.
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