En el estudio de nuestros 20 casos hemos seguido una sistemática de trabajo que abarca dos vertientes.
Una constituye la parte general, que tiende a establecer un diagnóstico objetivo, para no partir de hechos falsos, y otra constituye la parte especial, es decir el motivo fundamental del estudio de esta Tesis. Ambas partes van íntimamente correlacionadas, pues si partimos de diagnósticos falsos, el estudio especial dirigido, sacaría conclusiones falsas.
Era de capital importancia establecer un sistema de trabajo, tanto en la parte general como en la especial, para que todos los enfermos se siguieran por las mismas normas de estudio y además porque nos permitía tener una visión general y al mismo tiempo profundizar en algunos matices en la parte especial.
Por este motivo descrito, en la historia clínica de nuestros enfermos registrábamos de una forma sistemática los siguientes datos:
Edad del enfermo, para ver con arreglo al diagnóstico anatomopatológico la incidencia por edades y observamos, que como término medio las hepatopatías difusas inciden más en una media edad comprendida entre los 35 a 45 años, aunque su presentación puede verificarse a cualquier edad. Así nosotros vemos con mínima edad con 13 años, una hepatitis aguda y con edad máxima de 65 años una cirrosis de Laennec, mientras que en las edades medias observamos con más frecuencia, las hepatitis crónicas en sus diferentes tipos y las cirrosis.
El sexo, en las hepatopatías difusas, no presenta mayor inclinación por hombre o mujeres, pues en nuestros casos se reparte entre ambos sexos. Ni varía tampoco el tipo de lesión hepática en contra de lo descrito por algunos autores; aunque si podríamos expresar, que la hepatitis crónica y las cirrosis postnecróticas presentan una cierta inclinación hacia las mujeres.
Los antecedentes son a nuestro criterio una Piedra clave en el interrogatorio, pues de nuestros 20 casos, 16 de ellos lo presentaban y de estos en 14 había una cierta correlación de causa a efecto.
Los procesos catarrales mantenidos, las hepatitis previas, la diabetes y el alcohol, es en nuestra estadística la parte dominante en este aspecto.
La expresión del síndrome tóxico, formada por las tres entidades de astenia, anorexia y pérdida de peso, constituyen juntamente con el dolor o molestias en hipocondrio derecho, el gran encuadre clínico del enfermo. Pero lo más llamativo son las dos primeras y dado que su valoración es muy subjetiva, seguimos el sistema de cruce de una a cuatro, según la intensidad de la misma. Y así de nuestros 20 casos, en 19 de ellos encontramos astenia y anorexia, en 13 era muy intensa. Las artragias son otra expresión del cuadro clínico, que apareen en 15 de nuestros enfermos, solamente era macada en dos de ellos y no seguía parangón con el síndrome tóxico.
Las manifestaciones digestivas, no son a nuestro criterio una expresión rica del mismo, más bien es un cuadro acompañante cuya valoración es difícil de establecer. Nosotros hemos valorado las arcadas, las nauseas, los vómitos, la diarrea y el extreñimiento, así como la sensación de distensión abdominal y es comprensible, si tenemos en cuenta que 16 de nuestros casos presentaban metecrismo y en 12 de ellos era de mediana intensidad.
La ictericia, constituye clínicamente el signo cardinal juntamente, a nuestro criterio, con la hepatomogalia, esta última la encontramos en todos nuestros enfermo, mientras que la ictericia aparece en 15 de ellos. Los 5 casos que no la presentaban eran de diagnóstico histológico diverso, lo que indica que no existe una relación desde el punto de vista clínico entre ictericia y anatomopatológica.
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