El concepto básico y clásico del presupuesto, centrado en el control a corto plazo de objetivos cuantitativos, se amplía a una concepción orientada hacia el potencial de las personas, según su sistema de valores y dentro de la cultura empresarial, así como a los potenciales de los recursos disponibles y su organización. Se establecen así principios, que se concretan en un sistema de objetivos e indicadores, de tal forma que cada persona sea capaz de valorar su contribución al conjunto de la empresa e, incluso, de la Sociedad. Las dimensiones aquí explicitadas pueden facilitar el aumento de la productividad, al aplicar el potencial de las personas a ¿lo común¿, al desarrollo de la ¿institución¿ De esta forma, el aspecto económico integra el financiero; el largo plazo incluye el corto plazo y el planteamiento stakeholdervalue integra el shareholdervalue. En la medida en que la alta dirección posea un concepto integral e interdisciplinar del presupuesto, éste será pieza clave en la toma de decisiones no solo de tipo económico-financiero, sino también en la organización, en la planificación y en la motivación de la empresa y de la persona.
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