Un fenómeno conocido en la actualidad como Trastorno Delirante ha sido estudiado desde la antigüedad ya que se ha presentado constantemente en el hombre. Es lo que también ha sido llamado paranoia, término acuñado por Hipócrates aunque el significado dado entonces era bien distinto al que la psiquiatría alemana redefinió dándole un sentido muy concreto y restringido para designar un trastorno que Kraepelin, conceptuó como un cuadro delirante crónico que cursa sin deterioro ni alucinaciones (excepto las asociadas al tema delirante). Este contraste entre la probada realidad deficiente de un área de la vida mental y la evidente normalidad en muchas otras del paciente, se refleja en el criterio C del DSM-5 y comentado por las personas que cuidan de estos pacientes, cómo a pesar de estar evidentemente confundidos, parece que en todo lo demás son básicamente normales (Kendler K. , 2012) Este fenómeno, al que ha acompañado una diversa sinonimia a lo largo de su historia, tal como paranoia vera, estado paranoide, delirio monosintomático, enfermedad delirante, monomanía, locura delirante crónica, parafrenia, entre otras, (Winokur, 1977). Hasta la llegada de los consensuados sistemas de Clasificación de Enfermedades, tales como la Clasificación Internacional de Enfermedades y la familia DSM, Clasificación de Enfermedades Mentales en sus siglas inglesas. Ambas han permitido un sistema de nosografía que es revisable periódicamente a la luz de las nuevas evidencias científicas, a la vez que abren nuevas líneas de investigación por donde continuar avanzando.
En la actualidad el fenómeno paranoia es una entidad clínica conocida como Trastorno Delirante (en adelante TD). Existen escasos estudios epidemiológicos sistematizados con criterios DSM en la literatura especializada del TD, quizás sea debido a su baja prevalencia a lo largo de la vida, que está alrededor del 0,2% (APA, DSM.5, 2014).
La controversia siempre ha acompañado al TD a lo largo de su historia, en ocasiones asimilado en el grupo de las esquizofrenias o de las demencias. La llegada del DSM-III (1987) con la denominación de paranoia, incluyéndolo en los trastornos paranoides no debidos a enfermedad orgánica, le otorgó nuevamente una entidad clínica perfilada (Dowbiggin, 2012), (Berrios G. , 2009).
En este estudio conoceremos la evolución histórica del término, los síntomas que lo constituyen y ahondaremos en los distintos subtipos clínicos que le caracterizan. Nuestra revisión se complementa con los resultados de un estudio de 261 casos procedentes de un Registro de Casos, que sin duda contribuirá al conocimiento de este poco estudiado Trastorno.
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