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Resumen de Olor y derecho

Elizabeth Stella Basto Gómez

  • Olor y Derecho Elizabeth Basto Gómez Tesis doctoral presentada en la Universidad de Alicante En régimen de co-tutela internacional con la Universidade do Vale do Itajaí (UNIVALI) Directores: Dr. D. Gabriel Real Ferrer Dr. D. Paulo Márcio Curz Junio 2015 La OMS relaciona los contaminantes atmosféricos (vapores, partículas, olores), incluso en concentraciones relativamente bajas, con una serie de efectos adversos para la salud. La mala calidad del aire en espacios exteriores puede suponer un riesgo para la salud de más de la mitad de la población mundial. Esto se debe a los niveles de PM (micro partículas que desprenden los combustibles), que pueden ser de entre 10 y 50 veces superiores a los recomendados por las directrices de la OMS.

    Las partículas en suspensión (PM) afectan a más personas que cualquier otro contaminante. Sus principales componentes son: sulfatos, nitratos, amoníaco, cloruro sódico, carbón, polvo de minerales y agua.

    Como otras normas equivalentes, el Real Decreto 102/2011, de 28 de enero, relativo a la mejora de la calidad del aire, establece la necesidad de controlar diversos contaminantes atmosféricos, pero nada dice sobre los olores aisladamente considerados.

    Sin embargo, el olor afecta al ánimo de los seres humanos y animales, puede afectarles física o mentalmente. Pero más allá del olfato y el gusto, las terminaciones nerviosas nos ayudan a sentir otras sensaciones que son estimuladas por diferentes sustancias, como, por ejemplo, cuando se producen lágrimas en los ojos al cortar una cebolla o cuando percibimos la sensación refrescante de la menta. Los sabores se reconocen principalmente a través del sentido del olfato, la percepción del sabor es una combinación de olores y sabores que llevan mensajes al cerebro.

    Aparte de la existencia de diferentes sensibilidades a los olores, es un hecho constatado que la exposición permanente al olor puede alterar la calidad de vida de quienes lo padecen.

    También existen diferencias en las sustancias químicas: algunas de ellas tienen umbrales de olor muy bajos y pueden ser detectadas en niveles muy reducidos, a veces más bajos que los que el equipo de vigilancia más sensible pueda detectar. Por otro lado pueden o no tener efectos sobre la salud, en función del tipo de sustancia del que se trate.

    La capacidad de detectar el olor de un compuesto químico específico varía de una persona a otra y depende además de otras condiciones, tales como la continuidad en el tiempo durante el cual la persona está expuesta al olor. Los individuos que se encuentran continuamente expuestos a determinado olor pueden llegar a ser insensibles a él, o, por el contrario, desarrollar hipersensibilidad.

    El olor fugaz, más o menos intenso y esquivo, suele estar vinculado a eventos ocasionales, no reproducibles, como pérdidas o escapes de tanques, derrames accidentales, fugas de gas o vapor, que se producen tanto en el almacenamiento como en el uso de materias primas especiales, aditivo o reactivo. Debido al ajuste de factores externos como la temperatura y la presión atmosférica, cuando se produce alguno de estos accidentes pueden generarse, precisamente, nuevas moléculas olorosas no previstas en los estudios de impacto ambiental inicial, cuyos umbrales y tiempo de exposición no se incluyen en la correspondiente autorización ambiental.

    Pero no se trata únicamente de respirar un aire con unas condiciones mínimas de calidad que sólo permita la mera supervivencia, se aspira a una verdadera calidad de vida, al disfrute de actividades deportivas y lúdicas, al disfrute del entorno libre de olores condicionantes y al derecho a la serenidad mental.

    Se han regulado las emisiones de moléculas odoríferas ¿atendiendo al carácter tóxico de las más conflictivas¿ con fines de seguridad e higiene en recintos de trabajo, y las molestias que dichas moléculas causan en zonas pobladas, entre otras normas, por los Reales Decretos 5665/1997; 1124/2000 y 349/2003 sobre agentes cancerígenos por inhalación.

    Por otra parte, con niños de meses, se trabaja conjuntamente el gusto y el olfato. Se les enseña a identificar y diferenciar olores; se realizan actividades de reconocimiento mediante el olor (frutas, queso, plastilina y otras sustancias), para desarrollar la memoria olfativa. Este primer contacto es una experiencia grata, se empiezan a construir los recuerdos: el olor al perfume de la madre, el del pastel o el del guiso en la cocina de la casa.

    Pero ¿Qué sucede si el recuerdo del olor no es grato, resulta molesto e incluso cuando se trata de un hedor insoportable que asociamos a un hecho traumático? Existen una serie de sustancias capaces de inducir crisis de angustia en gran parte de los pacientes aquejados por Sensibilidad Química Múltiple (SQM) pero también puede ocurrir en una pequeña proporción de aquellos que no padecen dicho trastorno.

    Cuando en nuestro cerebro se registra algo que para él reviste una especial importancia, es decir, cuando se produce una respuesta emocional, sea buena o mala, el cerebro tiende a repetir esa misma respuesta ante el mismo estímulo. Algo parecido se conoce en PNL (Programación Neurolingüistica) como "anclaje". Un anclaje es una respuesta automática asociada a un estímulo neutro, que se dispara ante la sola presencia del estímulo. Un olor que se percibe como desagradable y se asocia a la posibilidad de un peligro para la salud puede convertirse en un estímulo que genere ansiedad.

    Por otra parte, se presentan algunas dificultades para determinar la relación directa con algunas patologías. Las molestias por olor pueden, ya lo hemos visto, causar efectos tanto físicos como mentales (efectos sobre la salud y experiencias negativas). Ahora bien, no ha sido posible determinar una relación directa entre el olor de las sustancias y su toxicidad, expresada como efectos patógenos. Sin embargo, se han observado reacciones fisiológicas no tóxicas causadas por olores que actúan sobre el sistema nervioso central o periférico. Los científicos están de acuerdo en que el olor activa múltiples relaciones en el cerebro y han descubierto el nivel de padecimiento de los que sufren por contaminación odorífica, que si bien en algunos casos no causa la muerte, si causa daños irreversibles en la salud física, como la pérdida del sentido del olfato. Esta pérdida limita a la persona a una vida sin olores, sin los recuerdos que despiertan y en muchos casos sin sabores. Desaparece para ese individuo las sensaciones placenteras del aroma, del olor de sus hijos, de la comida. Es la pérdida de un órgano de los sentidos, y eso no puede ser ignorado como tampoco puede serlo el estrés mental y el desarrollo de sensibilidad química y sus consecuencias. Afortunadamente una magistral jurisprudencia se ha adelantado incluso a la ciencia en la comprensión de la contaminación por olor.

    Interesa el tema de cómo el mundo quimiosensorial está representado en el cerebro y como lo afecta, Richard Axel al recibir el premio Nobel de medicina en 2004 nos introduce en el mundo del olor desde la actividad cerebral, sus reacciones y su relación con el mundo exterior. Deja claro que el cerebro interpreta los olores de los que puede provenir placer y ¿por qué no? también puede generar sufrimiento. Junto con Linda B. Buck , ahonda en el sentido del olfato, hasta ese momento poco reconocido e investigado, para llegar a descubrir un mundo complejo y neurológicamente asombroso.


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