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Sugestiones poéticas, una imagen a la deriva: el artista indócil y la trampa irónica de los signos

  • Autores: Manuel Pérez Valero
  • Directores de la Tesis: Francisco Lagares Prieto (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Granada ( España ) en 2016
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Francisco Molinero Ayala (presid.), Raúl Campos López (secret.), María del Mar Bernal (voc.), Mar Garrido Roman (voc.), Juan José Gómez de la Torre (voc.)
  • Programa de doctorado: Programa de Doctorado en Historia y Artes por la Universidad de Granada
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: DIGIBUG
  • Resumen
    • Ya en el título de la investigación que nos ocupa y en algunas palabras que van definiendo sus bloques observamos características claves de la vanguardia, tales como la sugestión, el desconcierto, la poética, la transgresión, ironía. Todo esto, consigue crear un aura de ocurrencias, preguntas, respuestas, sonrisas, juegos y habilidades que ayudan a un acercamiento del concepto de la obra con el público al que va dirigida.

      Quizá, al escribir esta Tesis me estoy descubriendo a mí mismo y a todos los artistas que he y sigo admirando. Artistas, en cuya obra se percibe una preocupación por dar respuestas y crear preguntas, cuestionándose constantemente la idea de representación y producción. Persiguiendo esto, logro liberarme de las restricciones que imponen los materiales de las artes convencionales, habré descubierto que tengo el mundo al alcance de la mano.

      Pondré en auténtico caos los datos visuales que nos son presentados, creando así nuevos caminos de pensamiento y nuevos lenguajes. Los separo, los llevo a otra vía, la artística. Así es como llego a experimentar verdadero placer intelectual y creativo, en un contexto cuyo sentido reside en el gesto, en la provocación, la transgresión, el absurdo, lo ambiguo, el apropiacionismo, lo irracional, lo kitsch, lo poético, lo irónico, lo incorrecto.

      Lo que pretendo contar no es únicamente el valor formal de la obra, sino también el procedimiento intelectual que desencadena la pieza en la mente del espectador, que aunque no necesariamente debe ser entendido del tema, debe poseer un grado de sensibilidad óptimo que le ayude a convertirse en parte misma de la pieza y de la experiencia del artista al desarrollarla. Todo es como un enigma. Como una adivinanza.

      Repetiré a lo largo de esta investigación que el artista no tiene respuestas, sólo preguntas. Es útil observar de que manera los niños inventan los juegos, ese modo de aprendizaje se destaca en el presente trabajo. Es un intento humilde de impulsar un nuevo modo de entendimiento, y la pretensión de renunciar a los modelos obsoletos que pueblan al mundo, dándole así un sentido.

      Por lo tanto, he trabajado para destruir los modelos lógicos en un pensamiento capaz de autodefinirse y plantear nuevas realidades.

      Consigo que todo el proceso de creación e investigación resulte fresco, divertido y espontáneo aunque conscientemente controlado. Por lo tanto, la experiencia de ello, será algo imprevisible.

      Tengo que confesar que creo en el arte, no como carrera o como una actividad para generar objetos comercializables, sino como un juego, como una actitud lúdica ante la vida, arte como sentido, como viaje y por supuesto como necesidad. Creo en el arte como fuerza capaz de cambiar la sociedad, ya que el artista que le dedica la vida entera al arte es el único que consigue resultados, porque para él, el arte es lo que verdaderamente importa.

      Me gusta imaginar al espectador frente a mi obra, y que éste sea capaz de disfrutar y sonreir, de captar todas las aportaciones de las que previamente he intentado atribuirla. La construcción, acompañada del azar, encierran el secreto de la obra.

      Los juegos han sido cruciales en todas las manifestaciones artísticas, jugar a ver diferente, jugar a partidas imposibles. Nada es lo que parece, ni lo que parece es lo que se ve. Esto nos permite comprender que seremos los “nuevos ciegos” si atravesamos la sociedad a tientas, sin verla no sentimos nada, sin sentirla no veremos lo que ocurre, he aprendido que hay que adentrarse en las inquietudes de lo desconocido, y eso es precisamente lo que propongo. Que el arte no debe ser serio pero sí desafiante, como una interesante y factible mezcla de humor y compromiso.

      Hay que absorber toda la información que podamos para así conformar nuestra propia expresión artística. Podemos afirmar que no sabemos las reglas del juego, y eso nos seduce sobremanera por el propio placer de construir lo real según la audacia de nuestro propio deseo. Juego por placer y no me importa perder, ya que si eso ocurre multiplico mis fuerzas para romper los vínculos del arte y lo real. En definitiva, comienzo a jugar de nuevo. Invento nuevos mundos posibles.

      En este proceso, la ironía va a trabajar como ética y epistemología del hombre absurdo respetando las reglas del azar. Inventamos nuevas posibilidades creativas. He observado como los artistas reviven una y otra vez la esencia de lo absurdo en sus juegos, esa praxis es lo que planteo en dicha investigación, destruir la verdad construida para adentrarme en el terreno de los supuestos. Subvertir la reglas del juego, esa es mi obligación, y también el alma o el espíritu que guía este trabajo. Como bien sabemos, el arte actual inventa nuevos juegos, nuevas estrategias, nuevos mundos posibles donde se encierra una paradoja que hace de lo visible lo invisible. Todos debemos jugar esta peculiar partida incorrecta, esto demuestra la propia estrategia de un inmejorable ejemplo de ironía.

      El azar puede trazar tantos caminos como cerrarlos, construiremos un puzzle que nos llevará a algún sitio para luego ir a otro lugar, un sinsentido lógico o absurdo. Ya que como bien sostiene Borges, lo único que guía nuestra existencia es la duda, por lo tanto, usémosla.

      Si todo es relativo y nada es absoluto, abandonemos lo que hasta ahora hemos entendido como real. La forma más honesta de este trabajo, por humilde que se pretenda, es al menos entendernos a nosotros mismos, el mundo que nos pertenece, el mundo que hemos creado, ese mundo del que, nos guste más o menos, formamos parte. Por ello es importante el mero accidente, el azar, ya que a veces el recorrido entre lo planteado y lo obtenido es distinto, como en la vida misma, pero no por ello no funcionará.

      Nos encontramos en un momento en cual todo es válido en el arte, y quiero decir eso mismo, que todo es válido aunque algunos encuentren obscenidad en ello. Pero el arte está por encima de esa obscenidad; además el arte o su lenguaje no es obsceno en sí mismo, sino que es el receptor quien lo convierte en tal.

      Estamos en una situación, socialmente hablando, en la que necesitamos un cambio, y esta rebelión no es sólo psicológicamente necesaria, sino que al llevarla a cabo esto indicará un buen estado de salud mental y por consiguiente un trabajo sincero, respetuoso y comprometido. Como decía Abbie Hoffman, no puedes saber quien eres si no puedes ser quien eres.

      Pero no hay que olvidar que, al igual que el juego, la imaginación es algo de lo que nunca podemos separarnos. Nos llevará por caminos que quizás no consiga llevarnos la razón y el entendimiento. Conseguirá que el artista ponga a la verdad en entredicho, fruto de su gran compromiso con los razonamientos no lógicos. Trabajaremos sin descanso en una nueva creación de sentido, y así nos daremos cuenta que no nos queda más remedio que aceptar el azar como pieza fundamental de creación.

      En la mayoría de los casos, atiborramos bibliotecas para dar sentido al sinsentido, pero hemos descubierto que estamos solos, a la deriva, y es por eso que el arte siempre se empeña en solucionarlo, eso sí, sin otro resultado que el propio desconcierto.

      Ya inmersos en la investigación nos hacemos una pregunta. ¿Qué es lo que tiene que ver el humor y la ironía con el arte? Pensar en arte a través del humor, y con humor, nos obliga a enfrentarnos con dificultades que no pueden evitarse alegremente. Esto nos traslada a un lugar donde no hay un especial acuerdo, ni siquiera entre los más especialistas del tema, sobre si el humor era algo ya conocido en la Grecia clásica o si se trata más bien de un invento moderno, un conjunto de recursos de expresión que conforman un estilo propio, una categoría estética aún por delimitar o, simplemente, un tema más para el arte.

      Hay que detenerse y reflexionar sobre lo que supone el humor en el arte contemporáneo, y esto se consigue deliberando sobre los dos términos, el arte y el humor. Ya que ambos están condicionados por ideas y conceptos que regulan lo que conocemos como práctica artística. El humor es tan sutil, impalpable, abstracto, sublime y a la vez tan esquivo que resulta muy difícil definirlo con claridad. Ya nos decía Ramón Gómez de la Serna…La actitud más cierta ante la vida es el humor, éste acaba con el miedo.

      Lo que el humor consigue es poner en evidencia el carácter tan relativo en el uso del lenguaje y por supuesto la arbitrariedad de las normas. Y así, acabando con este miedo, al que se refería De La Serna, perderemos el temor a las normas, a las restricciones, a lo establecido. Aparecerán nuevas formas de hacer poesía, la antipoesía, nuevas formas de hacer novela, la contranovela, y por supuesto de entender el arte, el antiarte, y las nuevas formas de hacer cine, cine experimental…en definitiva, modos de pensar diferentes, y también nuevas formas de entender el arte.

      El humor es previo a cualquier producto estético, a cualquier género literario, es una reacción a la vida misma y a las cosas que nos suceden. El humor nos sirve como veladura elegante y educada ante un dolor. Hay que reír para entender aquello que ocurre en el mundo, y así entender también la riqueza del disparate bien pensado. Tenemos que vernos a nosotros mismos a través de ese humor, y usarlo como reflexión, como paradoja de nuestras angustias propias y colectivas. En este sentido se puede decir que el humor es rebelde y desobediente. Por lo tanto, el humor lo que hace es ofrecernos una sensación de liberación y autonomía, es libre y por ello universal, sincero y elocuente, es una catarsis vital.

      Hoy en día se experimenta muchísimo con el humor y se aplica a campos tan dispares como la psicoterapia, la educación, la publicidad, la comunicación o incluso el mundo de los negocios. Se puede decir que se ha convertido en una herramienta de éxito tanto en ambientes científicos, técnicos y sociales. Tiene incluso un valor terapéutico, frena nuestra angustia frente a lo que nos promete esta sociedad del bienestar tan confusa.

      El reír, o quizás más bien el “reír pensador”, es una forma de humor que, aunque tenga su origen en lo gracioso, en un sentimiento ridículo o en lo cómico, requiere además de nuestro intelecto, de nuestro poder de crear juegos y montar o desmontar puzzles para originar objetos estéticos. Éste es precisamente el humor que entrará de lleno en la investigación que se os presenta.

      Éste reír está asociado con la transgresión, con la provocación, y diría aún más. Éste reír es la misma fuerza que engendra esta transgresión. El reír o el humor se convierten por lo tanto en la misma actividad artística en sí. Un humor que se basa en la perspicacia y el ingenio, en lo absurdo y lo surreal, un humor irónico propio del espíritu moderno.

      No parece deducirse que el humor sea lo opuesto a lo serio, sino más bien que van unidos, incluso el exceso de seriedad también puede convertirse y entenderse como algo cómico. Porque el humor es algo serio, aunque también nos provoque la risa, necesitamos conocer la seriedad que se esconde detrás de la broma y así insistir y tropezar en esos dramas de nuestra vida que el humor pone en evidencia volviendo ambiguo todo lo que toca.

      El arte ya no será ni bueno, ni útil, ni divertido, ni agradable. Ahora, si el arte tiene una finalidad, habrá que encontrarla en el libre juego del espíritu creador. Hay que entender los distintos valores de lo cómico, la ironía y el absurdo. Entender el humor como una mezcla entre seriedad y juego, entre locura y razón, entre humildad y arrogancia, es lo sublime invertido. O es que ¿acaso Adán quería la manzana por la manzana en sí? No, la quería porque estaba prohibida. La equivocación fue no haber prohibido la serpiente, porque se la hubiera comido.

      Esta reflexión y crítica puede no llevarnos a ningún sitio, puede carecer de respuestas, puede que su propósito sea adentrarnos en un vacío. Por lo tanto lo relevante del diálogo irónico es la pregunta, y no la respuesta. No propone solución, solo insinúa que debiera haber una, a menos que prefiramos la estupidez claro está.

      Así, el verdadero humorista lo que pretende hacernos ver es el uso de lo arbitrario, y a partir de ello crear nueva realidades, peculiaridades, que aunque provienen de lo puramente azaroso están llenas de verdad y realidad. La apuesta más segura de quienes utilizan sabiamente la ironía nos hace ver que ésta ironía sabe ironizar incluso contra sí misma, esto permitirá la aparición de todo tipo de posibilidades.

      Utilizando el humor nos introducimos en su inagotable fuente de imaginación, un mundo absurdo, el mejor antídoto contra la solemnidad, lo construido, lo establecido. La ironía será el camino para atravesar la vida como una construcción, y permite la simulación lúdica, el simulacro de verdad del hombre absurdo, porque éste habita también en un mundo absurdo. Un hombre incapaz de tomarse en serio, por eso se permite dudar, su único compromiso es el de liberarse.

      Con la ironía conseguimos incorporar el absurdo a la trama de la vida. Ya que un hombre absurdo vive rodeado de incertidumbres, precisamente por eso vive abierto a todas las posibilidades. Como la religión, la moral y lo sublime, no nos sostiene, nos preguntamos si seremos capaces de sostenernos únicamente por la razón. También sabemos positivamente que con la razón no soportamos el peso de nuestra existencia, además la razón tiene que haber un mundo de verdad en el que uno crea. Esta verdad relativa habita en un mundo claramente absurdo.

      Si el romanticismo creyó en el hombre sublime, el existencialismo en el hombre que supera la sociedad, ahora tendremos que dejar espacio para el hombre ridículo que habita en un mundo absurdo y cuya mayor aspiración es situarse contra el arte. Contra el arte, como quien se apoya contra un muro que nos ampara y protege, pero que, nos impide ver el otro lado y aprender otras maneras de caminar, o lo que es aún peor, nos hace incluso olvidar que alguna vez lo hemos construido. Esto me sirve para entender porqué el arte contemporáneo responde en muchas de sus obras con la ironía. Quizás solo para hacernos ver, de una vez por todas, que el arte es para todos, aunque solo una elite lo sabe.

      Tampoco me cansaré de sostener durante esta defensa, y por ello también en mi investigación, que en el arte no hay certezas, que acepto las reglas del azar y soy capaz de creer que mi entendimiento es relativo. Que pretendo hacer del arte el impulso principal para transformar la sociedad. Que el artista debe ser independiente de las reglas, las reglas son establecidas por, y no para las obras de arte. El artista debe buscar disciplina en la libertad, y usar el humor como un juego frente a una realidad que nos disgusta, como bien sostiene Umberto Eco. Usar la creatividad como la conexión discordante de objetos, de conceptos, de ideas, como diferentes modos de aunar. Esto nos da como resultado diferentes modos de ver y de percibir. Consigue que el campo de experimentación artística se acreciente, y que en mi caso personal, los objetos se incluyan dentro de mi obra hasta llegar a ser los auténticos protagonistas.

      La estrategia sería pues liberar el sentido, las formas, destruir las apariencias, recuperar el sentido del secreto, amar lo que queda oculto, buscar un espacio que podríamos llamar “sin etiquetas”.

      Y cómplice de ello es el humor negro, la sonrisa inteligente donde la existencia del absurdo posibilita otra dimensión. Porque el buen humor es atemporal, corrosivo y de un valor incalculable.

      Como bien sostenemos en la presente investigación, un artista absurdo no prescinde del humor, lo necesita en su configuración creativa, lo desea y participa de ese juego absurdo de componer y tratar de entender este mundo fracturado. Con el humor negro rompemos las convenciones morales y proponemos el sinsentido absurdo de nuestra existencia. Nos sirve para descubrir el absurdo y reencontrarlo en lo cotidiano, se convierte en medio de autodefensa.

      Ya hemos afirmado que nos encontramos en un mundo absurdo, un mundo al revés, un teatro absurdo con el que desenmascaramos la verdad y elaboramos un nuevo pensamiento, nuevas formas de crear. Uso la mentira como alquimia capaz de devolvernos las miserias que nosotros mismos gestamos. La mentira entendida como una ilusión, como una trampa propia de la naturaleza del mago. Con esta magia y a través del humor buceo para hacer despertar a la humanidad del cúmulo de estupideces aceptadas y dadas como lógicas. La incoherencia, el disparate y lo ilógico serán también mis rasgos más representativos. Al igual que soy libre de escoger mi propio camino, tengo que aceptar el riego y la responsabilidad que supone continuar con ese compromiso. Riesgo que debo agradecer, ya que los que no comenten fallos, realmente están cometiendo el mayor de todos ellos, no intentar nunca nada nuevo.

      Y es que, en cierto modo, debemos ser como actores de teatro, del teatro absurdo, convertirnos en virtuosos de nuestro cuerpo, partir del exterior al interior, del cuerpo a la emoción. Vivir la realidad, buscarla y actuar sobre ella. Transmitir nuestra peculiar visión del mundo y olvidar la incapacidad de someternos a examen. Proponer la importancia del inconsciente, la irracionalidad, el humor, la parodia, el desatino, la muerte innecesaria, los males contemporáneos tan ligados al absurdo artístico.

      Hablamos también de poesía, como la búsqueda constante de la recreación de la palabra. Ya que al fin y al cabo somos lo que hablamos, aunque algunas veces no controlemos lo que decimos.

      Decir poesía es decir arte, el poeta se esconde detrás de las palabras para mostrarnos el mundo, él observa lo que no hemos visto, dibuja con la voz. Al igual que el artista sabe que las cosas están escondidas y debe encontrarlas. Así entendemos que el hecho estético, como la ficción, nunca puede ser definido, es tan evidente, tan inmediato, tan indefinible, como el amor, el sabor de la fruta o del agua. Y si quisiéramos encontrar una definición sobre poesía nos sería imposible, pero percibimos que ha abierto los parámetros del arte. ¿O es que acaso podríamos definir o explicar de manera lógica la magia de los silencios o la musicalidad de las palabras? Lo que interesa es otra cosa, otra realidad, y enfrentarnos con la pluma, el pincel o el teclado, ya que son las armas más rotundas del pensamiento.

      La elocuencia y la destreza literaria darán paso a desenmascarar la poesía, a desnudarla en busca de una nueva verdad, o quizás de ninguna. Lo que sí está claro es que se construyen nuevas puertas y ventanas para ver el nuevo mundo. Coexiste la palabra culta con el garabato, ya sea poético o antipoético. La ironía y el humor serán los nuevos aliados en esta misión revolucionaria. El antipoeta legitima la parodia del humor, la risa, permite liberarse del sentimentalismo y del melodrama. La antipoesía obliga al hombre a verse con total ridiculez ante un mundo que se está cayendo a sus pies, el antihéroe se convierte ahora en protagonista de nuestra existencia absurda. Esto desembocará en una poesía liberada de sus estructuras tradicionales y que ha aprendido el valor del humor.

      Una poesía visual que transcurre a su vez junto con manifestaciones que luchan por la desmaterialización del objeto, que se encuentra a medio camino entre la plástica y la escritura.

      Nacen aquellos primeros poemas, aquella nueva forma de hacer, nueva forma de mirar y por supuesto una nueva forma de razonar y criticar. Se abren puertas que creen y apuestan por los nuevos lenguajes, que aceptan la posibilidad de burla y conectan con el comentario destructivo y sarcástico. Ya no nos encontramos ante un poeta tradicional, que solo se regia por el discurso. Nos encontramos ante verdaderos creadores visuales, ante un nuevo papel de la poesía, ante el poema no narrativo, no tradicional. Las puertas se abren para los objetos, para los conceptos, para la imagen. Los códigos literarios han cambiado.

      Se puede decir que aísla la palabra, que la destruye tal como es entendida tanto en la poesía literaria como visual. Ahora, la palabra, la letra, se separa de su sentido, se deja en libertad. Se descubren nuevas posibilidades, nuevos signos, un nuevo lenguaje. Se abren nuevos horizontes que contribuyen a transformar la poesía visual, la conducen a una notable evolución.

      Surgen nuevas creaciones, ahora el collage se apropia de objetos, de pensamientos, de fragmentos de papel, tela, cartón…con la intención de crear un objeto artístico. Estamos ante un nuevo creador que huye de las fórmulas y para ello se sumerge en el pozo de la imaginación.

      Al igual que sucediera con fenómenos poéticos anteriores, la poesía experimental nace como rechazo a una situación de paralización literaria. La nueva poesía adopta una postura firme de contra-escritura, o lo que vendría a ser lo mismo, de contra-cultura. El concepto de poema y poesía se trastocan. La poesía ya no se limita ni se amolda a la palabra, por el contrario se amplia a experimentar en otros medios que en sus comienzos no son poéticos. El poema empieza a usar otros procedimientos.

      Las letras se animalizarán, se empaparán de humanidad, se cosificarán, incluso también llegarán a formar parte, como si fueran personajes, de distintas situaciones.

      Con todo, y gracias a ello, vemos en esta investigación como la letra puede encerrar muchas cualidades simbólicas cuyo destino o finalidad es revelarnos lo secreto. Se rechaza la sintaxis lineal y para ello el autor recurre a toda clase de estrategias. Ahora bien, sea cual sea el recurso sintáctico elegido, los poemas visuales pueden ir hacia la vertiente visual o hacia la experimentación verbal. Ambas opciones pueden darse por separado pero también pueden ir de la mano.

      Ya vemos como es una constante en el arte contemporáneo el hecho de que las palabras se transformen en nutridas fuentes de trabajo. El idioma, como las palabras, es un juego con muchos jugadores para quienes las letras nunca tienen el mismo significado. Hay una renuncia al intento de crear un lenguaje universal. Usan el lenguaje como mentira, como metáfora de expropiación, las lenguas ya no explican, tampoco dicen, son artificios de construcciones, de universos personales. Se da la vuelta al lenguaje y al significado de las cosas.

      Este despropósito por buscar nuevas aperturas de visión, junto con el humor y el azar de construcción se mantienen como eje central de la presente investigación. Esta ruptura formal y estética da paso a la antipoesía, que no sólo consiguió ser el germen de una nueva manera de hacer poesía, sino que inaugura la ruptura definitiva con las formas tradicionales de lo que antes entendíamos por poesía.

      Se caracteriza por el uso de un lenguaje directo, antirretórico y coloquial, a veces narrativo, provisto de frases hechas, dichos populares y lugares comunes, que se adapta a los nuevos recursos expresivos de movimientos artísticos y culturales emergentes. Se trata de un lenguaje que desacraliza a la poesía y al poeta, a través de la ironía, el humor y el sarcasmo, pero también a través de sensaciones de soledad, desamparo y agresividad. En oposición a los poemas tradicionales suelen tener una estructura fragmentaria o bien romper con la continuidad, evocando de esta manera al montaje y al collage, disciplinas también tratadas en la presente investigación.

      En los antipoemas se aprecia una fuerte influencia del surrealismo, que en el caso de los artefactos visuales de Nicanor Parra, desemboca marcadamente con el dadaísmo. Esta forma de hacer poesía se fue desarrollando en forma paralela al arte pop, y en sus etapas posteriores experimentó cruces con el hiperrealismo, el minimalismo y el arte conceptual. Intentan corromper al poder con la palabra inteligente, ya que la poesía es la vida en palabras, y para conseguir esto utilizan la risa, la risa que nos salva, la risa que nos sostiene.

      Ya hemos podido comprobar el gran afloramiento del arte del collage, ya no es un arte popular, no imita la realidad, no la reproduce, sino que instaura su propia realidad. Cobra un gran protagonismo cuando se centra en liberar cualquier posibilidad material, técnica y mecánica dentro del marco tradicional del arte.

      La aparición del collage se debía a que prefería mostrar aquella parte mínima que representa al objeto y así sustituir cualquier representación de su copia exacta. Ahora, la fracción prefabricada ya es declarada como arte, ya es un objeto autónomo, pero no solo en su aspecto más puramente visual, también teniendo en cuenta sus cualidades perceptivas y emotivas, es decir, la sensibilidad artística. La capacidad para explorar la materia y sus cualidades, desvelar la estética que poseen los objetos de los cuales creíamos que carecía, todo esto se puede relacionar con la práctica de Pablo Picasso, con el ready made dadaísta o el objeto encontrado surrealista, en definitiva con el arte objetual.

      En la presente investigación interesa entender el collage como ensamblaje de materiales, conceptos, objetos y posibilidades de creación. Deshechos, objetos encontrados, fragmentos, todos pegados o unidos con clavos, montados sobre cuadros o amontonados en una peana. El objetivo es crear una relación entre todo lo que nos rodea, superar las fronteras, unir arte y no-arte en una imagen total, descubrir el humor en la inutilidad de los objetos.

      Esta práctica artística puso gran énfasis en el azar, entendido como algo totalmente inconsciente que genera nuevos grados de conciencia aún por conquistar. Este acto producido por el azar implica una aproximación con la realidad y con nuestras vivencias, también bastante azarosas y menos controladas de lo que podríamos pensar.

      Ya desde los años sesenta, el arte objetual ha sido un recurso de gran interés para cualquier experiencia creativa. Se componía de partes heterogéneas, apropiación por parte del artista para estimular nuevos significados en el espectador. El ensamblaje al que nos referimos supera cualquier límite impuesto por la pintura o la escultura, se libera del marco y el pedestal, puede estar colgado, pegado o yaciendo en el suelo. Esto nos lleva a volver a prestar una atención especial al objeto y sus fragmentos, estamos convencidos ya de la gran fuerza expresiva de las cosas en sí mismas.

      Existe una clara preocupación por parte de los artistas en extenderse, expandirse en el espacio, ocupar lo que les rodea. Ahora, cogen carteles, toallas, manteles, fotografías, artículos de supermercado, matrículas, anuncios, y nos los muestran liberados de su aspecto más común, cargados de humor e ironía.

      A partir de la apertura de límites que esto supone, el artista comienza a crear sus materiales, que además de ser propios lo identificarán de alguna manera. Esta forma de creación posee la poética del azar, y conecta con la realidad social amenazada por lo puramente mecánico.

      El ensamblaje da paso a otra nueva forma de componer, la acumulación. En ésta los objetos son amontonados, sean de la misma naturaleza o no, confrontan objetos creando increíbles constelaciones objetuales. Así germinaba mundos de fantasía con composiciones repetitivas, casuales y caóticas. Y bien es cierto que este comienzo del collage se puede extrapolar a casi cualquier género, al igual que existen collages sonoros también pueden existir collages conceptuales. Se transforma el significado y el significante.

      Todo esto son obras poéticas, bien sea a través del uso de la palabra o de la imagen, todo llega por puro azar, por casualidad, mientras se buscan otros resultados. Lo más importante es quizás descubrir que un collage no necesita demasiado, puede construirse con un par de trozos de papel, al igual que también un buen poema puede construirse con solo dos versos.

      Ya hemos podido darnos cuenta que el proceso de componer un collage, construir un objeto, escribir un poema o interpretar una partitura están íntimamente relacionados. Y en efecto esto es así, cuando escribes un poema vas buscando palabras, y en ese camino encuentras otras cosas que no tenías en cuenta y esconden un gran tesoro. Con la creación artística ocurre algo muy parecido, somos artesanos y recomponemos el mundo, siempre con humor, mezclando lo gracioso con lo terrible, lo lírico y lo chabacano. Un artista del collage es un verdadero reconstructor, toca el mundo que le rodea, y en ese sentido me siento cercano a él.

      Regenero las imágenes que toco, les hago preguntas, intimo con ellas, y las exprimo hasta conocer su secreto. Es un reciclaje de esencia donde creo un espacio para el juego, el asombro, la risa, la admiración y la reflexión. Son preguntas sin respuestas.

      El interés que muestro por el estudio del objeto en esta investigación es debido a que la mayoría de obras que en su momento fueron incomprendidas y no reconocidas como Arte, son obras puramente objetuales. Pronto se desbordan también los propios límites del objeto para extenderse por ambientes de diferente índole, de espacios llenos de acción.

      Asistimos más a un cuestionamiento del objeto artístico, que a una auténtica superación del mismo. superación que ha de ser absoluta, ya que se nos presentan muy diversas propuestas que lo pondrán todo en cuestión. Comenzaremos a apropiarnos de realidades que no son consideradas artísticas, a practicar aspectos extra artísticos.

      Paralela a esta evolución objetual, también alcanza una fuerte importancia el absurdo, el mundo irónico de los signos, el azar y lo casual como principio de composición. Esta recuperación del azar dota de una nueva vuelta a las fuentes primarias, todo sigue siendo un juego. Hablamos de una nueva sensibilidad del campo artístico.

      Se aprovechan las metodologías, en continuo desarrollo, y no se quedan paralizadas. La realidad es nuestra, y como elemento artístico que es, la declararemos obra de arte. Hay que conocer la situación en la que se ha encontrado, se encuentra y se encontrará el objeto artístico, y así comprenderemos socialmente lo que ocurre en nosotros mismos. Se trata quizás, más que de una revolución material, de una revolución cultural e incluso espiritual.

      Se trata de una protesta de “lo correcto” en la obra de arte. Tradicionalmente, nosotros hemos construido y después destruido nuestras barreras, estamos en un constante afloramiento que parece prefigurar movimiento artísticos novedosos y no muy lejanos. Los nuevos “ismos” están aún por llegar, se encuentran en estado de gestación. Será una transformación cultural la que nos haga despertar, serán los movimientos sociales los que resuelvan la propia contradicción social. La sociedad de transforma, se transforma el arte, y esta continua mutación se hace visible en las obras de arte actual.

      Los objetos nos invaden, nos enamoran y nos destrozan la vida como enemigos en la sombra. Se involucran totalmente en nuestras vidas, o más bien, la vida del objeto se apodera de nuestros espacios personales y creativos. El nuevo bodegón del arte contemporáneo ha pasado a ser corrosivo, incluso amoral y convulso, como bien nos muestra Tracey Emin y su cama. Todo esto converge en un agraciado matrimonio entre arte y diseño.

      Se pierde esa idea Renacentista de lo decorativo como vacuo o perecedero. Pero lo que entendemos por bello siempre ha estado y estará en un continuo cambio, acercándose y alejándose del arte al igual que lo hace el diseño. Ejemplos de este aprovechamiento visual son las producciones de diseñadores de la talla de Noma Bar, Javier Jaén o Los Carpinteros, los cuales con una estética pragmática y un sutil sentido del humor escogen imágenes extremadamente simples que acostumbran a ocultar una o más figuras escondidas en el fondo, figuras que siempre ofrecen el contrapunto que consolida el significado final de cada obra.

      Ya el arte ha aprendido de los diferentes procedimientos de producción que posee el diseño. Pensemos en el arte que se inspira en la estética de los logotipos, los embalajes, los vehículos, la publicidad. Es un estado de imitación, por el cual el arte ha pasado siempre de manera obligada, y que pretende llevar cualquier atractiva escenografía a nuestros hogares.

      Son trabajos cargados de humor inteligente y fina ironía que hacen de la comunicación gráfica una manera de expresarse, contar historias, hacer crítica y dar que pensar. Es diseño lleno de sentido. Diseño que utiliza el humor como antídoto, ayudando a digerir la realidad y recordándonos que nada es demasiado importante.

      Estamos, vivimos y compartimos un momento en el que la divulgación de un mensaje se nos ha facilitado de una manera casi irresponsable. Por eso hay que utilizar la fuerza de la imagen, de la comunicación, de la palabra, del arte, para algo más que vender perfumes, ropa interior o zapatillas deportivas. Nosotros, como artistas, tenemos la titánica tarea de desbordar al mundo con nuestros objetos y sus consiguientes porqués, de inventar el mundo que nos rodea. De crear una nueva vida a través del utensilio, la arquitectura, la artesanía y la ingeniería que nos rodea Debo hablar también de la importancia y la preocupación que me supone el enunciado de los títulos de las obras, así consigo poner en cuestión los mecanismos posibles entre la enunciación y la denominación de lo representado. Hay que seducir con la ironía, mostrar algo que no concuerde con la perspectiva creada por el título. Inmerso en una metonimia visual, el objeto puede ahora asumir las propiedades de aquello que esconde. Diríamos que existe otra alternativa de diseño hacia las cosas utilitarias. Los objetos, los espacios e incluso los seres que lo habitan pierden su identidad. El objeto adquiere un nuevo espacio, nuevas relaciones con el espectador. Se elaboran nuevas entidades sarcásticas, mordaces, líricas y poéticas, casi siempre imposibles de describir con las limitaciones del lenguaje y que atribuyen una nueva dimensión plástica, y por supuesto poética, a cosas que proceden de nuestra realidad más cotidiana.

      Estamos en una aventura que no tiene límites, falsificamos los objetos que nos encontramos, los manipulamos para crear universos alternativos que se caracterizan por la sorpresa, la metáfora y la paradoja. Estos poemas-objeto son capaces de vincular las cosas y las palabras, el significado y el significante, permitiendo una literatura materialista.

      Y un gran ejemplo de ello es Joan Brossa. Este artista nunca entendió de géneros, prefería frecuentarlos todos para así construir su propio mundo poético. En él conviven el surrealismo, la sencillez, el compromiso con la sociedad y por supuesto el humor. Su obra está impregnada de visualidad y de un fuerte carácter plástico. Al espectador se le exige una implicación, en este sentido, el artista actúa como detonante del potencial de cada uno de ellos. Para motivarlos, sus armas son la sorpresa, la sátira y la ironía.

      Se trata de descubrir la magia que existe en los objetos más vulgares, más simples, los menos significativos, en aquellos que nadie repara, con un claro mensaje detrás de cada creación. Lo que Duchamp hacía con el ready made, Brossa lo hace con el lenguaje, lo recluye, lo incomunica, despojando así al objeto y la palabra de su significado original.

      Me ha enseñado a trabajar con las apariencias y sus contrarios. Así, la materia principal de mi trabajo será la proposición lógica y el absurdo. Una violencia humorística. No debo destruir jamás la ilusión para que la magia y el encanto sigan presentes. Mi obligación es integrar el suspense irónico, provocador y transgresor, atacar el orden del lenguaje, invitar a jugar. Crear objetos que tengan la estructura de lo cómico, partiendo del equívoco, de la hipérbole o de un juego de palabras.

      Nada es lo que parece, nada es lo que debería ser, y sólo el hombre, el hombre absurdo, como medida de lo que conocemos, encontrará la solución.

      Hablamos de un arte que estrecha la mano a la poesía y la filosofía, a las artes plásticas y la música, la lingüística, las técnicas de publicidad, a la reflexión y la audacia. Al valor de la interdisciplinariedad. Crea juegos del lenguaje donde la poética y la política se confunden de una forma más que provocadora. Julio Plaza también es partícipe de todo esto, por su brillantez, por la serenidad y la consistencia de sus composiciones, por sus gestos contenidos, de visiones serenas, precisas y geométricas, elevando el poder de los colores puros. Su principal aspiración es la de construir, y no la de expresar, combinar la tecnología y la estética, como un investigador y no como un artista, consigue que todo se superponga, conviva y suprima metamorfoseando el espacio, como un módulo de Calder.

      También ha sido objeto de estudio la obra de Chema Madoz, que nos presenta imágenes extraídas de hábiles juegos de imaginación donde las perspectivas y texturas construyen su imaginario. A primera vista, su universo es el de los objetos, pero va más allá. Son objetos engañosos que tras su habitual aspecto esconden un nuevo sentido. La trampa o la magia está en el hecho de que los objetos siempre nos acaban revelando alguna particularidad o singularidad , inmóviles, con ordinaria apariencia. Ya inventamos y presentamos un mundo delicado, cultivado por el humor, por la paradoja, el absurdo y la sátira-crítica. Jugamos con nuestra ingenuidad y creamos una realidad intangible.

      Ponemos trampas a nuestra mirada y aprovechamos el hecho de que nosotros también queremos ser engañados. Sometemos a los objetos a transformaciones para poder crear nuestro mundo y nuestra percepción. Lo que pretendemos es enfrentarnos a lo extraño de una manera crítica, transformando la realidad con el absurdo y lo cómico y cuestionando la normalidad. Está claro que esto nos lleva a reflexionar sobre las evidencias, más allá de la carcajada fácil. Todo se nos presenta como un engaño más, como algo neutro, que no ahoga al objeto pero tampoco se pierde en la inmensidad del objeto.

      Ya es hora de que las imágenes jueguen con los sentidos y las cosas simples cobren mayor importancia convirtiéndose en objetos sorprendentes cargados de nuevos significados. Esto bien lo sabe Isidro Ferrer, poeta cuya arma son las imágenes. Esta sustitución de identidades no solo se da entre las cosas sino también, y seguramente de una manera más emocional, entre las imágenes de esas cosas. Consiguiendo un lenguaje casi de gestos, primitivo, y a veces inconsciente. De nuevo, se mueve en el arte de la mentira, para así contar algo, transmitir y enseñar, como en el teatro.

      ¿Y es que acaso hay algo mejor que el teatro? En un mundo donde los diseñadores e ilustradores están más preocupados por no olvidar sus ratones o sus tablets, nosotros como artistas sabemos que el diseño es algo más, el diseño es soñar, es contar, hablar, imaginar y narrar.

      Exploramos el recorrido que van transitando entre los territorios de la poesía, la mística, la filosofía, la plástica y la música. Grandes artistas ya experimentaron con las posibilidades de la música, el absurdo y la transgresión provocadora. El sonido es principio de todo, es lo indestructible, funda nuestros sueños, está ahí incluso cuando no podemos oírlo, es mas, podríamos construir la historia de la humanidad haciendo un estudio de sus sonido originarios.

      Estamos en presencia de una música que no ha sido creada para ser escuchada con el oído sino con la conciencia. Música nula, sin sonoridad, pero a la vez música en estado puro. Era el momento en el que la música serviría de modelo para orientar las artes, ya que la música no es sólo melodía. Es como el esfuerzo que hace el poeta por hacer propia la estructura interna de sus palabras. Los artistas que han sido objeto de estudio, dejando claro que este tema podría ser núcleo de una nueva investigación, son Glenn Gould, Charles Alphonse Allais, Erik Satie, John Cage, Plastikman y Matthew Herbert.

      Todos se pueden considerar creadores de música en negativo, artistas que a modo de collage creaban actuaciones perfectas. Eran y son piezas realmente maravillosas y transgresoras, propias no sólo de músicos, sino también de poetas, pintores, escritores, pero sobre todo de humoristas. Nos enseñan a mirar el mundo con ironía, distancia y optimismo. Caracterizados por un humor basado en la lógica del absurdo y cuyo principio era la risa, el no tomarse nada en serio. Rechazan la idea de desarrollo en su sentido más estricto. Sus ideas abrieron nuevos terrenos en el campo de la armonía y del ritmo, e introdujeron nuevas formas de pensar sobre el valor y el propósito de la música propiamente dicha.

      En definitiva, consiguen que para estar interesados en su obra primero deberíamos estar desinteresados, abandonar la ideas de orden, expresiones de sentimientos y estéticas, olvidar nuestra herencia musical y aceptar que un sonido es algo más que un sonido, al igual que un hombre es algo más que un hombre.

      Me han enseñado a utilizar el azar con el objeto de eliminar los gustos existentes. La música, teniendo en cuenta este modo de pensar, pasó a habitar un espacio que era propio de los objetos. Lo importante es como se organizan las cosas, más que lo que las cosas son, ya que las cosas cambian al igual que lo hace el mundo. Y es que la pieza 4’33’’ de John Cage, al igual que también lo hicieron las latas de sopa Campbell de Warhol, es una prueba más que patente del extremismo que pretende destruir lo que encuentra a su paso.

      Cada vez más, se siente un gran interés por esas composiciones en la que los sonidos se liberan de las estructuras y aparecen y reaparecen de una forma más causal, sin apenas esfuerzo. El silencio y el azar eran capaces de producir un sin fin de variedades sorprendentes y fascinantes, asistimos al silencio como metáfora.

      En un momento en el que la cultura de “rave” estaba llena de neones, surgen nuevas direcciones y nuevas formas de componer, transportando al público desde un estado de pasión y locura a una calma sosegada. Enseñando al espectador a escuchar de nuevo, a valorar. Al igual que las vanguardias, ahora se abren también nuevas posibilidades de escuchar.

      Todo es válido, los timbres de las puertas, los zumbidos de animales o máquinas, las alertas de correo electrónico o los avisos de una red social, las bocinas de los coches, todo sirve para crear una composición. El panorama musical no para de ensancharse y enriquecerse, lo breve, el silencio, lo largo, el ruido, lo intermedio, todos coexisten inmersos en proyectos musicales de lo más variados, provocadores e irónicos. Desde los discos de queso y verduras de Matthew Herbert, alimentos que pueden ser pinchados por un dj y más tarde ser ingeridos, hasta las gotas de leche materna de Canan Senol cayendo sobre un cristal.

      La música nos dice cosas, cosas sociales, psicológicas, cosas físicas sobre como sentimos y percibimos nuestro cuerpo, de un modo que otras formas de arte no pueden hacernos sentir. La música nos cuenta cómo ve el mundo otra gente, en definitiva, la música es lo que cada uno necesita que entre por sus oídos.

      Ya tenemos más que demostrado que las verdades en el arte pierden validez en cuanto las cuestionamos, eso han hecho todos los movimientos de vanguardia. Liberar al arte de prejuicios ha sido y sigue siendo el tema fundamental del arte. La realidad y la verdad quedan en entredicho.

      Cuando hablamos de procesos de entendimiento, estos requieren nuevas estructuras de pensamiento que abran nuevas posibilidades, nuevas puertas, nuevas maneras de comprender la realidad, o las realidades que son cuestionadas o puestas en tela de juicio. Esto exige una renovación, ya que nosotros como artistas debemos apostar por la idea de que no existe un único mundo real, somos conscientes de que la verdad asumida como tal no existe.

      Advertimos entonces, que las obras se nos presentan absurdas por la consecuente insensatez de una realidad discutida. Los recursos del artista son incontables, muchos modos de referencia, literarios, lingüísticos o no lingüísticos, poéticos o antipoéticos, políticos o antipolíticos, absurdos e incomprensibles, son todos ellos válidos. El sentido común puesto en tela de juicio.

      El artista hace uso, si quiere, de ese sentido común, o lo derriba en sus obras irónicas y humorísticas, al menos en esta voluntad absoluta de cuestionarse todo asume el riesgo del despropósito, desde la desobediencia y desde el absurdo. La contradicción permanente, es el flujo creativo que permite al artista ser poseedor de una verdad y de un mundo que no necesitan de justificación alguna.

      El artista es también gestor del azar, asimismo vendedor de fantasías, porque si consideramos al mundo como un conjunto de sucesos ordenados por el azar, el mundo se nos revela indiferente y absurdo. Estamos en una sociedad ebria de consumo y de poder, y por ello el artista actual usa el humor, hace posible lo imposible, provoca una mueca en el sistema límbico, como quien hace una pequeña travesura. Una clara provocación al pensamiento ordenado y lógico. Se trata de liberar al mundo.

      Las posibilidades no desarrolladas son las que ve el artista, debe encontrarlas en el cúmulo de representaciones del mundo, en el humor, en el disfraz social que aborrece y se dispone a desnudarse día a día, para así alejarnos de loo repetido, de la simulación de verdad, como si nuestra existencia estuviera subsumida en la mentira desde los inicios. Hay que oponer resistencia al mundo de la indiferencia y seducirle con una indiferencia por lo menos equivalente a la suya. No basta con mirar al otro lado, contestemos al mundo, como artista debo responder al mundo cargado con una metralleta nueva de ideas.

      Ya queda demostrado que la presencia del humor en el terreno de las artes visuales supone una decodificación. No es que el artista moderno renuncie a la falta de sentido, es diferente, es que nuestros referentes se han evaporado, no nos definen. Ahora creamos también nuestra propia personalidad a través del humor.

      Ya las primeras vanguardias se encargan de mostrar obras absurdas para cuestionarse una realidad discutida, es decir, hoy existe un público educado para percibir el absurdo de manera natural. En un mundo de cambios y prisas hace falta un antídoto, un remedio para salvar algo que de otro modo se perdería en la velocidad de la vida moderna.

      La gran estrategia que propone el artista irónico es no mirar las cosas de forma habitual. El mundo cambia aceleradamente y de forma absurda. Parece no someterse a ninguna ley, igual que el verdadero arte. Importa por lo tanto que sepamos apartarnos de los sentimientos comunes, y auto educarnos como espectadores y receptores estéticos, este nuevo aprendizaje se inicia en nuestra educación sentimental, mediante la discriminación de nuevas modalidades no determinadas por contenidos ideológicos preconcebidos. Nada puede educarnos más que la duda, la inconveniencia y lo inadecuado.

      Si los valores de nuestro mundo se han vuelto inútiles nos vemos obligados a repensar en nuevos mundos. Y entonces tal vez la función del artista es crear nuevas realidades a pesar de ser los raritos de la sociedad.

      Nosotros entendemos la obra de arte como vehicular, como obra comprometida. Llevamos muchos años viendo representaciones de horrores en el cine, la literatura o el teatro, sin embargo poseemos una rara indiferencia al respecto, nos hemos acostumbrado a minimizar, a banalizar, a convertirlos en horrores cotidianos. Por ello los grandes artistas y poetas se han esforzado en crear nuevos mundos posibles, alumbrar nuevos caminos, distintos campos de ver y de actuar. Y no me cabe la menor duda, si ha esto aspira la obra artística bienvenida sea.

      Los conflictos morales han destruido y dividido al mundo. Estamos actualmente ante un arte que se enfrenta a la razón, a la educación, al público, la moral, la compasión, la globalización, obras que son utilizadas por sus autores para intervenir y mostrar la sociedad. El artista sobrepone con su mirada hacia las injusticias más crueles, tiene la obligación de decir.

      Su principal objetivo es capacitar y facultar, no escandalizar. Sus obras son didácticas y actúan como la propia voz del artista. nacen del desacuerdo, del rechazo, al igual que el dadaísmo surgió del asco que le producían las categorías estéticas.

      Los artistas se burlan de la razón, y esta aptitud puede parecer cruel, pero es que las obras de arte celebran la crueldad, incluso la ponen en práctica como se puede ver en algunas páginas de la presente investigación. Pero esta postura no se ha dado solo en el arte, también en la filosofía, el artista se convierte en aliado para así derribar los juicios y prejuicios habituales del hombre salvaje.

      El arte recupera y hace uso del mismo lenguaje que también necesita para ser condenado. Ahí se encuentra el poder de su discurso, en sentir devoción para después exponerlo todo al ridículo. Es un manifiesto que afirma que las cosas que no son, pueden llegar a ser mucho más importantes que las que ya son. Con ello, los artistas nos encontramos más allá de los límites, volvemos visible lo que estos límites nos intentan ocultar. Destruimos, insultamos, despreciamos y no reímos de las capacidades de la llamada mente moderna.

      Ofrecemos obras que aborrecen las fronteras, rechazan los límites, repudian cualquier alianza, incluso con el público. Lo intimidan con la intención de involucrarlo. Reciben un abrazo de esos monstruos de los que hablaba Goya.

      Son obras moralistas, tienen un efecto edificante, pero sin embargo también son depravadas, corrompidas y pervertidas en su sustancia más mínima. El artista tiene la necesidad de herir al espectador, pero para ello no sólo le basta con la simple agresión, debe ir más allá, incluso de su pretensión. Con una estética transgresora que posea cierta indiferencia a la moralidad.

      Esta obligación con el arte se convierte automáticamente en una obligación consigo mismo, con el artista como artista. El artista, y por ello el hombre y la mujer, deben liberarse de grilletes, de ataduras. Así también podrá rozar la originalidad que tanto se admira, auque a veces ni siquiera se entienda.

      Proponemos un simulacro del mundo, y para ello es necesario romper reglas y establecer otras nuevas. Surgen nuevas posibilidades y por lo tanto, nuevas posibilidades de hacer y deshacer arte. Se crean nuevas realidades al pasar por alto cualquier regla artística. Estamos ante el papel del artista innovador, aunque este concepto esté aún sin desarrollar en la base del arte moderno.

      Y repito, las reglas se incumplen y transgreden, pero esto es una clara consecuencia, y no el objetivo, del arte innovador y transgresor. No necesito de un arte que basa su fuerza en las convenciones y que limita al artista en puntos como la elección de material, el tema, la forma e incluso la delimitación del marco. Me enfrento a las fórmulas establecidas, a los límites, aunque esto pueda crear polémica. El arte posee el poder de transformar aquello que toca y el artista el deber de hablar de aquello que sea determinante en su discurso, un discurso propio, exclusivamente individual. Más allá de lo moral e inmoral.

      El arte ya no solo se conforma con representar al mundo, quiere apropiarse de lo que hay en él, de todos sus materiales y objetos que lo hacen existir. Se puede decir que el objeto pertenecía al mundo, y al ser tocado por la mano del artista pertenece al arte. Esto, es un claro ejemplo del triunfo del arte. Vence al mundo, y la creatividad y la originalidad vencen sobre la naturaleza ya dada, al igual que la imaginación también triunfa sobre la realidad. Desde mi punto de vista, esto es una clara característica irónica del arte moderno.

      Pero decir que el arte que rompe las reglas o es innovador, también es a su vez transgresor sería arriesgarnos demasiado. Lo que sí es claro es que es un arte que viola los tabúes, que se nos presenta como si fuera su propio tabú. Que ataca al arte con el propio arte, como bien hacía Duchamp. Que mira hacia dentro igual que mira el mundo exterior. Porque el arte siempre perdura, mientras, todo fracasa, triunfa o se desvanece.

      Seguramente, hay muchos artistas que usan la transgresión para apartarse y no convertirse en un pintor de sociedad, y así resistirse a que su obra se degrade o llegue a convertirse en una simple mercancía. Y es que, si antes el artista estaba en el infierno, hoy está en el mercado, el nuevo abismo. Pero no les importa, es más, adoptan encantados los monstruos que produce el sueño de la razón.

      Se enfrentan a su público, y para ello violan las reglas artísticas y los cánones establecidos. Aunque, cuando algo viola las reglas para dejar de ser lo que es, eso se convierte en algo que podría también no ser arte. Unificando lo interno con lo externo, lo que existe para ser observado y aquello que no debe verse. Juega a la provocación de una forma muy estudiada.

      Tenemos el camino abierto hacia un nuevo género, un género desobediente, un arte de impacto. Un arte que vive con nosotros, nos sostiene, que actúa entre la fina línea del tabú y la moralidad. Se encuentra en los animales, en los insectos, en la leche, en la sangre, en el cuerpo que sufre. Un arte que consigue, mediante su concepto y obra, que no nos avergoncemos de nuestros tabúes y los incorporemos a la filosofía, la ley, la religión, la sexualidad, la moralidad. Así, y solo así, seremos partícipes de la lucha.

      Y ahora nos preguntamos, ¿quiénes son los verdaderos monstruos?. La creación es un acto de libertad, y para ser libres es necesario enterrar los monstruos propios y ajenos. La voluntad del artista no es representar solo la realidad que le circunda, sino pensar que su arte puede mejorar en parte algo de este mundo tan disparejo.

      Nos encontramos centrados en un arte que viola las reglas y los tabúes, que mezcla todo lo que toca, crea nuevas categorías a partir de un todo que ha sido dividido, acerca el objeto a lo extraño, imagina existencias imposibles, confunde, mantiene o separa. Mediante este desorden creativo consigue amenazar nuestra visión del mundo y ponernos en alerta como artistas desobedientes. De nuevo el arte se apropia de la realidad, la hace suya.

      Hablamos de obras a las que una estética común les une. Obras que nos muestran una nueva tendencia en el arte contemporáneo. Incluso va más allá, intentan agotar las posibilidades que la propia estética transgresora les otorga. Son obras intelectuales, por supuesto, ya que abaten cualquier intento de parodia pero sin embargo centran en ella toda su atención. Son obras que infringen los tabúes para afirmar que no hay nada de extraño en ellos, son parte de la condición humana. Nos hacen ser conscientes de que tenemos que vencer a nuestros prejuicios, aunque los hayamos superado, ya que como racionales que somos también somos débiles, y la menor presión puede hacerlos regresar para volver a imaginar nuevas formas de vencerlos.

      Esta transgresión constituye una de las constantes mas interesantes en el arte contemporáneo. Ya las vanguardias basaban su trabajo en el rechazo y la superación de los modelos que se habían instaurado durante siglos, encarnados por el conocimiento de la Academia. Es más, ahora incluso, esta provocación se convierte en puro espectáculo. Pero eso sí, es una provocación entendida como un acto que incita a la reflexión, no se reduce al mero hecho de provocar.

      Y es que la realidad, o al menos el contacto directo con ella, se está convirtiendo en algo excepcional, ya que la realidad ha adquirido carácter transgresor. Ya estamos instalados en una sociedad de simulacro, la realidad virtual se abre camino inexorablemente. Cada día existen más personas que son incapaces de sentir, de sentir la realidad. Ya sea por el uso excesivo de Internet, teléfonos móviles o medios tecnológicos que cada vez son más habituales, es ahora cuando el artista tiene la obligación de emocionar, de rescatar sentimientos olvidados, de dar paso a la razón o a sus monstruos, de volvernos personas.

      Lo extraordinario hoy en día es que algo nos conmueva, nos convulsione, y consideramos que expresarse con libertad es parte de estar vivo. Ya puedo decir que, el sarcasmo, la parodia, el absurdo y la ironía son formas geniales de quitarle la máscara a las cosas para mostrar la realidad desagradable que hay en ellas, y para ello el hombre tiene que reconocerse en el arte, y el artista en la sociedad.

      Si el circo es una muestra del absurdo, de animales casi anestesiados y de trucos de magia funestos, el espectáculo que observamos constantemente en los mass media son un anacronismo de la masacre, la violencia, la estupidez o las estadísticas pre-electorales que consiguen dormir, seducir y hechizar nuestra razón.

      El arte ya no se juzga totalmente por su intención moral, por transmitir valores o educar al espectador, ahora importa también la propia voz del artista, su ingenio, su creatividad, sus emociones, su fuerza, su yo único y exclusivo. Uno de sus objetivos es producir experiencias o placeres, ya sean morales o inmorales. No existen protocolos ni pautas a seguir ni respetar. Lo importante es el cambio, la transformación, la novedad, la revolución, la renovación, la transgresión, el humor.

      Esta experiencia nos muestra como, sin duda alguna, se puede hacer buen arte con ideas moralmente nobles y con otras ideas que podrían resultarnos repugnantes, moralmente hablando. Por supuesto, se puede hacer mal arte con buenas ideas. Sencillamente, el arte se mueve en otra dimensión, no moral. No sólo está para transformar, modificar o educar el mundo, sino también para satisfacer experiencias de carácter estético.

      Cualquier intento por definir el arte, ya sea a través de aspectos formales, estéticos, morales o esenciales, nos va a enfrentar a contra ejemplos, a productos puramente intelectuales que también consideraremos obras de arte y que probablemente no cumplan requisitos de su condición artística. Conocemos obras que claramente rompen con todo, carecen de cualquier forma predeterminada, como es el caso de la composición musical 4’33’. Y si esto es así, y demostrado está ya, si no existe ningún denominador común y absolutamente para todo existen excepciones, también existirán para la ética y la moral. El arte está muy cerca de transformarse en filosofía.

      El mundo se nos presenta absurdo y sin sentido, la realidad supera la ficción, la realidad es extremadamente provocadora, demuestra que muchas de las veces nos sentimos como anestesiados por la propia realidad televisada, sin sentir dolor alguno.

      ¿Cómo los artistas van a mirar de lado?, ¿cómo no van a tomar partido? No es extraño que ante semejante avalancha de injusticias sociales perpetradas por los grupos de poder, el artista y quien no lo es, reaccione. La población está harta de promesas incumplidas. Ante la falsa realidad el artista se revela, y con derecho, porque se siente impotente ante la injusticia. Y usa la ironía como emergencia.

      Sera la voz de los artistas, la voz de los desposeídos, los infratratados, los diferentes, los que no comulgan con lo establecido, los que molestan y los que no se creen nada, y los que sufren, aquellos que propongan un arte intrépido, comprometido. Y es que vivimos en una parodia, en un viaje a ninguna parte, en una nueva precariedad de un mundo que por fuera brilla, y por dentro está bastante corrompido.

      Hemos visto a lo largo de la presente investigación numeroso artistas que interpretan el mundo, su mundo, como les viene en gana o como lo entienden y comprenden. No seremos nosotros los que les pongamos apelativos de si es mejor o peor su implicancia, es más, siguiendo la opinión de Chantal Maillard sabemos que hay muchos mundos posibles y que los creadores sólo deben obedecer a su intuición y su visión, su corazón, nadie mejor que trabaje en el arte sabe lo que implica en su vida.

      Algunos cantaran a dúo debajo de un arco de Londres canciones de los años cincuenta, otros se autorretrataran infinidad de veces para perderse en los intricados caminos de la identidad, otros cuestionarán el mundo desde un souvenir de Lladró, otros escandalizarán clavándose sus testículos en el asfalto, otros tratarán de charlar con un coyote, unos nos mostrarán un Hitler de rodillas pidiendo perdón al mundo, o un Papa ladeado y aplastado por un meteorito sin poder ubicarse en el plano del espacio, otros contarán las olas del mar, algunos nos tratarán de vender su mierda, más y más, en este mundo de mil cabezas, un mundo con demasiadas preocupaciones para tomárselo en serio.

      Pero realmente todo arte es comprometido, está en el mundo, y el mundo o se mira con indiferencia o se pone patas arriba, quizás esta sea la tarea del artista comprometido, intentar cambiar el mundo. Denunciar con irónia los males más serios, inventar nuevas formas estéticas de comunicación.

      Ya sabemos que el objeto como tal no existe, también sabemos que la verdad plena no existe, no es de extrañar entonces que las obras reflejen este acontecer.

      En este capítulo abordaremos una cuestión que subyace en el desarrollo de esta investigación. Nos hemos preguntado en repetidas ocasiones la irresistible atracción que provoca toda obra de arte que no se aferra a la tradición. Hemos sostenido, más de una vez, que es el artista finaliza un trabajo, al mismo que piensa en otro, en otro desafío. Un buen artista, una vez instaurada una regla se las ingenia para transgredirla. Aunque a mi parecer, entiendo que me interesa más la evolución en el arte que la revolución. El arte tiene, además de una importante función social, un público que es receptivo, constante y siempre en alerta.

      El arte posee una autonomía que le hace capaz de protestar por determinados aspectos sociales e incluso capaz de elevarse por encima de ellos. Pero su poder reside en el distanciamiento, si se involucra de una forma más directa con el mundo probablemente fracase como arte. Lo usamos como una prolongación más que posee el artista para que las cosas cambien; como bien sostenía Duchamp, el arte se usa para transformar el mundo mediante la designación.

      Cada obra de arte debe considerarse como un regalo de una cultura al mundo, y el arte como un medio para que las culturan entren en contacto. No ha sido creado para adornar los salones, sino que es un medio para combatir. Es una expresión del momento, de lo que ocurre en el tiempo real, en el mundo. Son imágenes de una realidad existente que navegan entre la acción política y la violación de tabúes. Son obras que atacan al público que las observa, a los museos y a los protagonistas que representa. Son obras críticas y polémicas, y reflejan con humor la parte más absurda de los principios del ser humano.

      Pero en ellas, la provocación no es el objetivo, sino más bien el resultado de poseer una actitud crítica en una sociedad que se encuentra anestesiada. Más que provocación, se podría traducir como reflexión, como consecuencia de libertad de expresión.

      Pero los artistas provocadores, indóciles, transgresores o desmoralizadores, corren el riesgo de crear obras totalmente academicistas, o de perderse en un intento ciego de impactar, o verse obligados a repetir imitaciones. En definitiva, pueden desmoralizarse ellos mismos con su trabajo cuando quedan absorbidos por el propio sistema.

      Hubo un primer periodo donde el objetivo del arte era mostrarnos la realidad de una manera precisa. Esto posteriormente finalizó cuando entraron fuertes rivales como la fotografía y el cine. Después, en un segundo periodo, el arte se preocupaba por investigar las condiciones de su propia existencia. Hablamos de un arte reflexivo e introspectivo. Más tarde, los artistas empiezan a atravesar fronteras e ir más allá de los límites de lo que podía ser el arte. Cualquier expresión visual podía ser una magnífica obra visual. Ahora, los artistas, no tienen ninguna obligación, ni con el arte ni para el arte. No están obligados a hacer obras que nos descubran el futuro del mismo, sólo están comprometidos con ellos mismos.

      Y en oposición a lo dicho anteriormente, tenemos a ese arte que sigue las reglas establecidas, aún en una época en que todas las reglas artísticas son puestas en tela de juicio por cada artista, hablamos del kitsch. Este término encierra una compleja significación. Se puede referir a objetos, modos de comportarse, actitudes, indumentaria, hasta tal punto que llega a construir su propio mundo.

      Se suele usar como sinónimo de arte de mala calidad, pero lo que sí está claro es que no todo obra de mala calidad es kitsch.

      No podemos considerar esta corriente como si fuera un fracaso artístico. Hay algo que claramente lo distingue del arte de mala calidad. El kitsch gusta a muchísimo público, consigue competir con el arte de calidad.

      Para aquellos que somos capaces de disfrutar del kitsch, vemos en él un placer igual al que nos puede proporcionar una obra de arte. Aceptamos que el kitsch posee un valor y un atractivo puramente estético, pero ¿acaso el arte no se aprecia también en virtud de sus cualidades estéticas?.

      Ahora también nos preguntamos, ¿qué es el buen el gusto?. Al igual que algunos consumidores prefieren el té a el café, algunos prefieren el kitsch al arte llamado de calidad.

      Pero lo importante es destacar su fuerte carácter grotesco, bello, absurdo e irónico. Juega con nosotros al simulacro, algo muy propio de arte contemporáneo. El engaño teatral parece su principal componente y quizás por esto mismo es también abono para la ironía. Ironía dedicada a nosotros mismos y nuestra sociedad, ya que el kitsch está dedicado a todos nosotros, para que nos reconozcamos en él de una forma u otra, y así creemos un nuevo sistema de valores en el que un objeto, otra imagen, otra idea kitsch, de paso a otra rápidamente y la cadena de consumo jamás se interrumpa.

      Vemos como el kitsch cumple un papel en la sociedad, al igual que el conocimiento o las nuevas formas de mirar. Y esto es porque deriva de lo atrayente y seductor, al fin y al cabo de lo interesante. Busca el efecto estético, al igual que también en otras artes, como la ópera, se necesita de artificios y atrezo. Y es que, nos encontramos rodeados de falsas maderas, falsas cornisas, falsos materiales, imitaciones y simulacros de lo que antes eran materiales nobles. La sociedad ha convertido el recurso de la simulación y el simulacro en algo cotidiano. Si esto lo trasladamos al ámbito del consumo, observamos que si la mayoría de las mujeres no pueden comprarse un bolso de Louis Vuiton o Prada por su excesivo precio, lo tienen al alcance de su mano en cualquier suelo de la calle, en cualquier ciudad del mundo, esto también lo consigue el kitsch. El mundo es un total escaparate kitsch cargado de emociones. Es un parásito de su referente.

      Estamos ante un nuevo estilo, y este puede no ser bien recibido por el público en medida que lo consideren poco correcto. Pero esto ocurre siempre que la mirada del artista va más allá, siempre que quiere ampliar su campo de trabajo a favor de una experimentación controlada. El kitsch no hace nuevos mundos, ni propone nuevas preguntas, pero sí suscita nuevas respuestas. Con él, el mundo de las cosas y de los objetos se nos acerca.

      Ya hemos descubierto lo absurdo y ahora tenemos que vivirlo conscientes dentro de las fronteras de nuestro conocimiento, de nuestra existencia, de nuestro mundo, un mundo reconocible solo en apariencia de formas agradables, sencillas, bellas y de fácil comprensión, un mundo kitsch. Un mundo que representa una nueva forma de mentir, es como el quiero y no puedo en donde los sustitutos son sustituidos por lo inauténtico, en la sociedad de consumo. Este deseo carnívoro lo devora todo, pero a su vez lo convierte en más inmediato, más inservible y más vacío.

      En este sentido, la cultura de la globalización es una cultura kitsch, porque habitamos en un mundo que lo fagocita todo, lo trivializa todo, lo degrada, se adueña de las formas para devolverlas simplificadas, estereotipadas, serializadas: el artificio llega a todas las culturas y a todos los productos que representan, la industria de la representación ya no tiene fronteras, se adueña de todo, incluso de las emociones.

      Uno de sus indudables precursores es Jeff Koons, éste reutiliza la publicidad en el arte, el mensaje de la televisión, lo porno, lo pop, su arte, como él mismo prodiga no necesita de explicación, se encarga el universo invertido de la publicidad, una inversión que él manipula con los mismos medios que a su vez cuestiona.

      La sátira de Koons ataca a aquellos que se frustran en no poder entender o leer la ironía de su propuesta, que se mueve en la superficie de las cosas.

      Él se nutre del sistema que lo ataca, con su fórmula demuestra la vulnerabilidad de la sociedad de consumo, la banalización de su profesión, mostrándose ridículo y censurable, y al mismo tiempo, se exalta como exitoso parásito del sistema que le agrede y lo cuestiona. No ataca ni cuestiona nada, solo se nutre del organismo del cual procede un mundo regido por las estrategias del dinero y del poder.

      Esta forma superlativa del exhibicionismo en la obra de Koons refleja sin dudarlo la dictadura de las imágenes convertida bajo su forma más artificial, la ironía. Como él mismo pontifica, lo único que uno puede hacer es confiar en sí mismo y perseguir lo que le interesa. Ahí es donde se encuentra el arte.

      Otros de los artistas tratados durante el camino del kitsch son Gilbert & George, artistas movidos por códigos claramente atiborrados de ironía. El mundo que ellos han creado les pertenece, lo habitan. Son conscientes de la existencia absurda pero amantes de la comprensión y la tolerancia.

      Y ahora, desde mi más profundo respeto a todos los artistas que me preceden y a la humildad sincera que supone presentar mi trabajo personal, hablaré de mi experiencia creativa durante el desarrollo de esta investigación.

      En los orígenes de cualquier trabajo existen varias características que son esenciales, fundamentales, y que lo mueven en un sentido u otro ya que son propiedades que pertenecen a nuestras vidas, a nuestra biografía. Como en mi caso son la filosofía, la literatura, el cine, la música, el diseño y la publicidad. Estas diversas constantes han facilitado temas de reflexión peculiares, estrategias para la persuasión, sombras que sirven de opuestos a las mimas cosas, en definitiva ideas que construyen una fábrica de ilusiones. Además, claro está, de proporcionarme nuevos campos de acción artística y por ello, necesidades de reacción.

      Debo agradecer enormemente que al verme inmerso en esta investigación he fortalecido planteamientos creativos y técnicas de información que me han hecho considerar y recapacitar sobre el lenguaje creativo y los instrumentos que debo utilizar para transmitirlo. Empezando por decodificar ese lenguaje y así desvelar su lado oculto.

      Lo que he intentado durante mis primeros pasos creativos ha consistido en parodiar lo que me rodeaba para desmantelar mis propios mundos. De una forma intuitiva y azarosa me propuse reconstruirlos.

      La imaginación se transfigura en una zona en la que me siento libre, me permite estar situado por encima de esa realidad que estoy dispuesto a combatir.

      Comienzan a aparecer en mi obra una serie de recursos y manipulaciones, unos con más acierto que otros, que definen cuáles serán las reglas del “juego”. Y esto continúa imperante hasta ahora en los entornos donde reside una mayor sensibilidad, precisamente para trastocar la “idea” y buscar la “trampa” que pueda existir en ella. Empiezo a preocuparme por ciertos objetos en donde las contradicciones ya están incluso presentes, no es necesario fabricarlas, lo que hay que hacer es desvelarlas. Llega un momento en el que mi labor consiste en detectar este tipo de tensiones en los objetos y plasmarla. Al buscar estas situaciones absurdas también me pregunto, ¿cuál es la idea del absurdo?, y me doy cuenta de que la noción de absurdo depende de la perspectiva con que se haga el análisis.

      La creación del objeto artístico no depende solo de cómo consiga elaborar la imagen, también de su posicionamiento, contexto y del manejo que hago de él. Resolviendo este problema conseguiré una unión más fuerte con el espectador. Una forma de crear este vinculo entre objeto-espectador es a través de los títulos, el texto confluye con el objeto que se tiene delante. Al mirarlos, el observador puede pensar en diversas soluciones, pero con el título les reconduces, como autor, donde quieres que vayan.

      El repertorio de combinaciones ya existentes y posibles entre la imagen y el texto son muchísimas. La imagen se escribe, la imagen se narra, la imagen se articula como si fuera un sistema de signos. En la medida en que me doy dando cuenta de este mecanismo voy siendo capaz también de gestionar el sentido de mi trabajo. No apuesto, de una manera clara, por la superioridad de la imagen a la palabra, ya que creo que se sirven de apoyo. La imagen y la palabra no deben competir, sino apoyarse. Ambas son merecedoras de dar sentido a nuestra existencia más artística.

      Soy consciente de que esta experiencia no es nueva, muchos artistas ya han pasado por lo mismo, pero en este caso incido porque es mi propio camino.

      No estoy de acuerdo con aquellos artistas, de mi propia generación, que se esconden y se escudan tras falsos o vacíos discursos. Incluso yo que pertenezco a una generación vinculada al arte conceptual, donde no es necesario justificar tu obra con un discurso ya que la obra es un discurso en sí mismo, estoy totalmente seguro de que cualquier alegato sobre mi trabajo será positivo. No quiero hacer un arte intelectualizado ni distante con el espectador. Como podemos observar, todo es más complicado de lo que parece. Nos encontramos ante diferentes riesgos que hay que asumir para después conocer y usar a nuestro favor.

      Abogo por fomentar la crítica y la reflexión, y para ello es necesario saber qué es lo que se ha hecho antes y qué se está haciendo ahora. Antes de comenzar a crear arte hacia el mundo, quiero saber como funciona este arte, saber y conocer bien esos elementos que lo componen y que van unidos a la cultura visual.

      Hay otro aspecto personal en mi obra que es una fuerte inclinación por la escritura y por la lectura. Por ello me apasiona esa fase donde se va construyendo “la interpretación de la obra”, dando sentido a los datos que antes parecían desordenados. Se trata, al fin y al cabo, de generar una metodología, cambiante y movida por intereses. Metodología similar al estudio que podría hacer un músico de jazz, que aunque posee una partitura frente a su mirada, la imaginación, la improvisación y la experimentación acaban apoderándose de sus manos. Como en una partida de ajedrez que necesitas anticiparte al movimiento de tu adversario, que en mí caso soy yo mismo. Soy consciente de la contradicción permanente a la cual estoy sometido. Cada trabajo me posibilita distintos caminos metodológicos que adapto a las necesidades de cada obra.

      El arte, según lo entiendo, debe servir de puente hacia otros muchos campos que sean de nuestro interés. Tengo la necesidad de hablar de poesía, de política, de música, de género, de arquitectura, de filosofía, de posmodernismo, de todo, e incluso de lo que no me interesa, de lo que rechazo, y a través de lo artístico navegaré de un lado a otro. Debo sacar provecho de las contradicciones y la capacidad de obtener nuevos y buenos resultados.

      Mi obra, de una forma evidente e inevitable, se basa en la idea, en los conceptos, en la reflexión y el lenguaje. El espíritu crítico y de contradicción que me envuelve hace que intente siempre indagar en la duda. Mi sensibilidad artística, por tanto, se desarrolla en función de esa información manipulada, censurada. Esto hace que desarrolle un sexto sentido para estar alerta y leer entre líneas.

      Cada uno se rodea de aquellos objetos que le son de su agrado, muchas veces sin saber por qué exactamente, pero van creando nuestro universo. Para alguien que posea una sensibilidad creativa esto se convertirá en su paisaje habitual y jamás podrá renunciar a ello. Vamos construyendo archivos mentales y físicos a través de experiencias, ensayos leídos, canciones, imágenes.

      Pienso que mi obra aún está por hacer, está claro que sí he dejado atrás muchísimas cosas pero siempre tengo la bonita sensación de que lo bueno aún está por llegar. Soy muy receptivo, muy abierto a cualquier influencia o a las cosas que ocurren de una forma espontánea. Intento acumular vivencias de todo tipo y después las traduzco en forma de trabajos. Se trata de dedicarle mi vida entera a una idea que ronda por mi cabeza. Esto no es tan simple, soy un artista que omite más que produce.

      Para cada trabajo indago sobre un nuevo lenguaje que se adapta a cada momento. Consiste en ir trabajando a partir de proyectos, ya que el arte, como bien nos hemos dado cuenta en el desarrollo de esta investigación, se puede “hacer” de muchísimas maneras al igual que la palabra puede ser utilizada en diversas esferas de nuestras vidas.

      Mi trabajo entonces gira alrededor de dos caminos: uno que sería la preocupación sobre el objeto y sus “problemas”, y otro que tiene que ver con el contexto, ya que este dota de un significado u otro a la pieza. Existe un desarrollo literario, que no novelesco, que viene avalado por lo artístico. Las imágenes y el texto se articulan dando paso a una narración visual que construye una historia. También existe una preocupación por los soportes, no necesariamente artísticos, que me permitirán divertirme e innovar, buscar soluciones originales y distintas para conseguir nuevas reacciones en el espectador.

      Me interesa que mis trabajos sean recibidos por todo tipo de espectadores, desde los más expertos hasta los más profanos, ya que cada colectivo proyectará sobre ellos un determinado interés, una determinada cultura, una determinada sensibilidad. Me preocupo por entablar un diálogo ya que retroalimenta al artista y a su público.

      Pero la conciencia ha cambiado, tanto del artista como del público. La imagen, que en un principio servía de testimonio de algo ya no existe, ahora la creamos y manipulamos a nuestro antojo, hemos aprendido lo fácil que puede resultar el engaño. Por eso, mi rol como artista consiste en observar, contemplar, favorecer el intercambio, la difusión, la información sobre el objeto en sí.

      Trabajo para mí y el contexto en que habito pero sin olvidar que el resultado se someterá a la mirada del espectador, por ello intento conectar con el público que al igual que yo es partícipe de la misma cultura visual. Por eso trabajo con códigos que suelen ser bastante reconocibles. Es hora de obviar lo evidente y pararse a apreciar los pequeños detalles. Es mi mejor camino para entender la apariencia de las cosas.

      En algunos casos, las obras poseen un humor descarado, en otras, lo que provoca la sonrisa del espectador es la manipulación de su percepción visual, el hecho de no ser un chiste que se agote por sí solo. Pero en todos los trabajos sí apreciamos el gusto por perturbar y trastocar la realidad. Creo que siempre ha existido un hilo conductor que puede unir mis trabajos más antiguos con los últimos y es la necesidad del absurdo y la ironía como fuente de comunicación. El trabajo aún sigue desarrollándose incansablemente y aunque existen cambios evidentes, son formales y no conceptuales. El sarcasmo y la reflexión están siempre presentes. Me siento inmerso en un proceso para nada sistemático ni metódico. Pero realmente es lo más lógico ya que no siempre se acierta ni encuentro ideas que me interesen, hay períodos de inactividad plástica que utilizo para acumular ideas, para jugar con conceptos.

      Creo que mi mundo creativo es totalmente análogo al jugar de un niño, jugar y fabricar tus propios juguetes al igual que ahora fabrico mis propias obras. Los objetos se convierten en únicos, son dispositivos de conocimiento, son sensaciones.

      Soy consciente de que mi trabajo personal de acerca al mundo de los surrealistas, pero es que acceder a la obra de los clásicos me ha servido para afirmar que el verdadero aprendizaje viene de ahí mimo, de conocer el pasado. Para reforzar mi manera de pensar.

      Incorporo signos y claves que se han usado en otros movimientos, esto hace difícil definir o encajar mi trabajo, pero esto no es negativo. No podría hablar de él como un trabajo conceptual aunque es cercano a esta tendencia, también se acerca al arte minimal por la forma en la que accedo a la imagen. Evidentemente, entonces no es una trabajo minimalista, ni conceptual, ni surrealista, ni tampoco dadaísta en un sentido pleno. Lo percibo como si bebiera de diversas fuentes ya que cuando he o han intentado etiquetarlo me quedo con la sensación de que algo se ha quedado fuera, sin decir. Me gusta pensar que mis obras van a contracorriente, se parecen sobre todo a esto, a mis obras.

      Intentar desarrollar un trabajo donde no se encuentre referente alguno es absurdo, fuimos, somos y seremos siempre muchísimos trabajando por lo que es normal encontrar nexos en común, aquí ya interviene la sinceridad y el respeto con uno mismo y los demás para no caer en la copia.

      Creo que una de las mejores definiciones que se acercan al concepto que tengo del arte es la que dio Edward Weston cuando dijo que el Arte es lo que se añade.

      Utilizo materiales y objetos que carecen del carácter de objeto como tal lo entendemos, es otra forma más de proporcionarme nuevas y diferentes posibilidades de creación. Es también a su vez un trabajo que se aproxima al diseño y a la publicidad, por las características de las que doto al objeto. Hay obras que poseen un tono más irónico, más intimista y poético, y luego otras que realmente afirman un posicionamiento frente problemas o actitudes de diversa índole. Lo que intento es explicar cómo me acerco a la imagen, al objeto, como trabajo con él y sobre él, de que forma invierto la mirada sobre la realidad y como todo ello se convierte en una labor diaria, habitual y fantástica. Actúo, customizo, manipulo y disfruto. Soy un intermediario que intenta enlazar cosas, cosas que aparentemente no encajan. El azar es mi aliado.

      Se puede decir que juego sanamente con la incredulidad del que se posiciona frente a una de mis piezas. Te obliga a tener que resolver los problemas por ti mismo, y desde luego, a mí entender, no hay mejor metodología que esta, la de adquirir autocomprensión, autorreflexión, autocrítica y disciplina, ya que la disciplina es fundamental para conocer y tener libertad, eso sí, será una disciplina sin rigidez, abierta a fallos, errores y rectificaciones.

      Mi trabajo se podría traducir como una ilusión, basándose continuamente en los conflictos y enfrentamientos visuales, jugando al objeto dentro del objeto, propiedad característica también del teatro. Ese es también mi trabajo, transgredir la realidad, conseguir complicidad con el espectador, hacer que sonría y por ello volverlo más receptivo. Y es que reír es algo muy placentero, olvidas la lógica por un momento y quedas libre un instante. Cuando el humor aparece te apetece quedarte un buen rato a disfrutar. creo que uno de los retos más importantes que tenemos ahora como artistas es conocer nuestra cultura visual, y lo que más me apasiona aún, lo que no conozco. Es como si tuviéramos la obligación de “saber leer” para así poder protegernos de los que saben “escribir”. Es en cierto modo evolucionar, la evolución y todo lo que conlleva es sin duda alguna algo muy emocionante.

      Si me he valido de palabras que han utilizado poetas, artistas, músicos y escritores, citas, poemas, párrafos y transcripciones, es impensable que en una tesis de Bellas Artes no existan imágenes. Quizás la manera más fiel de representar este recorrido visual, por ello el anexo final de la investigación, “Humor y arte son la misma parte”, que sirve de pre-cierre para la investigación y en cuyo contenido podemos apreciar el poder de la cultura visual y la fuerza de la imagen por sí misma.


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