Los procesos urbanos acaecidos tras la Segunda Guerra Mundial desembocaron en un arduo trabajo de recomposición urbana en la Posguerra en las principales capitales de Europa, muchas de ellas reducidas a cenizas.
Varsovia, vertebrando el Este y el Oeste de Europa, sufrió la destrucción de prácticamente el 85% de sus edificaciones, siendo necesario restablecer el orden por completo.
En esta tesitura, la mezcolanza ideológica, recogida en parte del período de entreguerras, fue dirigida para modelar una ciudad diametralmente opuesta y alejada del concepto clásico de ciudad compacta. Fue capaz de reconocer los principales valores históricos e insertar propuestas renovadoras a la vez implantar concepciones totalmente novedosas para lograr armonizar la retícula urbana, la circulación jerárquica, la escasez de vivienda y los preceptos políticos y sociales.
Con esta coyuntura el trabajo urbanístico encauzó un proyecto territorial, regional y metropolitano, donde en un cuarto completo de siglo resolvió un cuarto de ciudad a través de procesos urbanos de muy diferente ideología.
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