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El maniquí. Evolución de una forma escultórica y su presencia en el arte

  • Autores: Pablo García Calvente
  • Directores de la Tesis: Theótima Amo Sáez (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Granada ( España ) en 2015
  • Idioma: español
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Francisco Lagares Prieto (presid.), Mar Garrido Roman (secret.), Rosa María Rodríguez Mérida (voc.), Juan José Gómez de la Torre (voc.), María del Mar Bernal (voc.)
  • Materias:
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    • Tesis en acceso abierto en: DIGIBUG
  • Resumen
    • RESUMEN.- Etimológicamente, la palabra maniquí procede del neerlandés ¿mannekeen¿, que significa ¿hombre pequeño¿. Será a partir del siglo XVII cuando, como atestiguan los diccionarios históricos, adquiera el significado de estatua articulada que imita al cuerpo humano, al servicio de pintores y escultores, principalmente, que venía a sustituir a los figurines de madera, de cera o de barro de los siglos XV y XVI. La función artística del maniquí articulado se consolida a lo largo del siglo XVIII, donde se conocerá como ¿maniquí de artista¿ para distinguirlo del maniquí de moda utilizado en las sastrerías y en los talleres de confección.

      El maniquí ha evolucionado mucho entre los siglos XVI y XX. En un principio nació como instrumento de trabajo de sastres y de artistas, pero terminó por poblar los escaparates de las boutiques y de los grandes almacenes. Sus materiales y sus formas se han transformado literalmente: al principio era un simple busto de mimbre o de alambre y posteriormente se convirtió en un cuerpo entero, con cabeza de cera o de papel maché para terminar imitando a verdaderos hombres y mujeres de fibra de vidrio capaces de mantenerse en pie por sí mismos.

      Los maniquíes podían ser masculinos o femeninos, pero en los años treinta los primeros, jugarán un papel secundario en la industria de la moda y, sin duda, han interesado mucho menos a los artistas. El perfeccionamiento de estas figuras está ligado al progreso técnico industrial y al crecimiento económico, pero lo que singularizaba al maniquí femenino era su capacidad de encarnar la imagen de la mujer moderna y ofrecer una visión adoctrinada de la sexualidad femenina.

      Como admite buena parte de la crítica, a partir del siglo XIX el maniquí adquiere una autonomía y una personalidad que no había conocido hasta entonces, pues si el progreso tecnológico permite a los fabricantes de maniquíes alcanzar un enorme realismo, este artefacto logrará poner al descubierto su lado sombrío al erigirse en el topos que marca las diferencias entre la vida y la ausencia de vida o bien en la creación de dobles ficticios que, aunque físicamente se nos asemejan, no será nada fácil, en cambio, controlar su moral y su comportamiento, reforzando así una cualidad perturbadora, que ha ejercido una gran atracción entre muchos y variados artistas, de Degas a Bellmer, sugiriendo o manifestando una atracción o una violencia sexual latente entre el artista masculino y el maniquí femenino, ese cuerpo al que se puede controlar, manipular y reconfigurar a placer. En otras obras la presencia del maniquí transforma radicalmente nuestras creencias sobre el realismo cuestionando no sólo la naturaleza de la figura representada, sino la del arte mismo.

      El maniquí de artista ha sido suplantado al final del siglo XIX por el maniquí de escaparate. Si el primero tiene entre sus cometidos el de pasar desapercibido, el segundo está concebido para ser visto exhibiendo productos textiles de los que él es el estandarte publicitario. El maniquí de escaparate ha evolucionado en un breve arco de tiempo de manera meteórica, dejando de ser una réplica humana embutida (bastante parecido al maniquí de artista) para convertirse en una auténtica ¿creación artística¿: un ente abstracto, depurado, que modela y moldea a la mujer moderna en sentido propio y figurado.

      En una perspectiva histórica mas amplia, ese deseo de reproducir a la mujer y de exponerla a la mirada del consumidor no tiene nada de sorprendente hoy día. No ocurría así a finales del siglo XIX, donde el maniquí de escaparate era identificado con la modernidad. Posteriormente, su condición desdoblada (de objeto y de fetiche) agudizará la imaginación de los creadores del siglo XX, especialmente de los surrealistas que utilizarán el maniquí como una manera de poner de manifiesto la relevancia de procesos modernos como la mecanización, la erotización y la mercantilización, debido sobre todo a la frenética capacidad de mutación de la mano de destacados creadores de la vanguardia. De la misma manera, el maniquí se inscribe en una reflexión más amplia sobre la modernidad y la condición humana, ya sea bajo la forma de "manichino" (maniquí de confección) extraño y sin expresión (ese hombre sin rostro) en la obra de Giorgio de Chirico, ya sea en las evocaciones satíricas de Sándor Bortnyik a través de la representación del hombre y de la mujer modernos en el ¿mejor de los mundos¿ posibles. Constantemente nos encontramos con la necesidad del artista de destruir para crear. Este es el sentido de la obra impactante de Hans Bellmer, quien ha logrado mostrar al inquieto espectador del siglo XX nuevas realidades reconfigurando a la manera de un anagrama el elemento sexual del cuerpo femenino adolescente; o bien la performance perturbadora de Oskar Kokoschka, que mandó fabricar, pintó y luego decapitó una muñeca fetiche, hecha a la imagen de su ex amante, un objeto de deseo erótico que creó en un principio para adorarla y más tarde destruirla.

      A pesar de la plétora de efigies humanas que pueblan nuestra existencia contemporánea, el maniquí sigue siendo un objeto tan fascinante como perturbador. Su historia es mucho mas compleja de lo que parece y está lejos de llegar a su fin. Actualmente el maniquí sigue inspirando la creación de obras de arte entre las más iconoclastas y subversivas del siglo XXI, como es el caso, por ejemplo, del norteamericano Charles Ray con sus gigantescos maniquíes femeninos, o de los hermanos Chapman, que a través de la deformación monstruosa y sexual del maniquí infantil, exponen y acentúan, en un modo entre inquietante y repulsivo, su alteridad. De ahí esa aptitud indiscutible de los maniquíes para generar cierta inquietud, tanto por su proximidad a lo humano, como, muy especialmente, por su capacidad de representar metáforas de lo inhumano.

      Fundamentación teórica, objetivos y estructura: A lo largo de sus más de quinientos años de existencia, el maniquí ha sido la forma escultórica que más ostensiblemente ha representado la imagen que el hombre tiene de sí mismo. La biografía del maniquí está marcada por momentos en los que sus creadores se han afanado por alcanzar bien la verosimilitud bien la indiscutible expresión de lo misterioso o, al contrario, siguiendo la evolución general de las corrientes estéticas, el rechazo del realismo. Objeto de diversas interpretaciones, el maniquí ha ocupado durante mucho tiempo la imaginación del hombre, desde el antiguo mito de Pigmalión hasta la fotografías contemporáneas de Cindy Sherman o Valérie Belin. Sus muchas interpretaciones constituyen una rica investigación psicológica de la auto-representación. Asimismo, el maniquí ha ocupado un papel protagonista sustancialmente dentro del trabajo diario de artistas, diseñadores de moda y escaparatistas. En el estudio del artista y del diseñador de moda, el maniquí ha servido para mostrar la configuración del cuerpo haciendo las veces de soporte ideal para el diseño de prendas, mientras que en los escaparates de las tiendas y de los grandes almacenes ha sabido comunicar con enorme eficacia el atractivo de la moda textil, transformando así a los transeúntes en consumidores.

      Así pues, para demostrar y desarrollar estos presupuestos teóricos, el objetivo principal de esta investigación ha sido analizar, a través de su inherente versatilidad, la naturaleza múltiple del maniquí, que como producto que es de la ciencia y del arte, tiene una historia larga y compleja. Asimismo, en este trabajo de investigación, determinado en todo momento por la aplicación de un método que ha primado el carácter histórico, sociológico y cultural de este fenómeno, se ha propuesto los siguientes objetivos específicos: 1. Analizar las distintas etapas de la evolución histórica del maniquí para reflexionar sobre su capacidad de adaptación a la hora de reflejar la imagen del hombre de su tiempo.

      2. Demostrar la capacidad del maniquí para asumir con solvencia los avances materiales y técnicos a lo largo de su existencia, pasando de ser una forma inmóvil y pasiva en el atelier del artista a alcanzar un dinamismo y una autonomía relevantes, analizando a su vez los distintos modos de fabricación, tanto en sus inicios como objeto de fabricación artesanal (el maniquí de artista, fundamentalmente), como en la producción en serie de la era industrial (el maniquí de modas).

      3. Reflexionar sobre la presencia y la función relevantes del maniquí en la moderna sociedad de consumo.

      4. Exponer y fundamentar las distintas aplicaciones que este objeto escultórico ha desarrollado en el terreno artístico debido tanto a su funcionalidad como a su indudable dimensión estética.

      5. Mostrar mi aportación a la producción artística en torno al maniquí, fruto de una dilatada investigación personal a través de la fotografía, que pretende explorar el lado onírico de este artefacto inquietante aparentemente dotado de vida propia.

      Con el propósito de cumplir con los objetivos de este trabajo de investigación y siguiendo las directrices de un método basado fundamentalmente en el enfoque y en las técnicas históricas, el presente trabajo ha sido estructurado en tres partes fundamentales. Una primera parte dividida en dos capítulos, donde se ha afrontado el estudio de la evolución histórica del maniquí. El primer capítulo se centra en los orígenes del maniquí, que sitúan a éste en puntos tan antagónicos como los usos ceremoniales y sus primeras funciones comerciales. Asimismo, se reseña la evolución técnica y ergonómica que conoce el maniquí durante los siglos XVIII y XIX en pos de una utópica idealización del cuerpo humano. El segundo capítulo trata sobre la evolución tecnológica, técnica y conceptual que ha rodeado al maniquí desde finales del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX hasta nuestros días, reflexionando sobre su evolución estética a través de la visión de los fabricantes más representativos de la segunda mitad del siglo XX.

      Una segunda parte, dividida en tres capítulos en la que se analiza la presencia del maniquí en las diferentes manifestaciones artísticas a lo largo de su historia. El primer capítulo de esta parte está dedicado a los usos y a la representación del maniquí en la escultura; el segundo en la pintura, tanto como objeto de la composición como en su papel de protagonista en la obra pictórica, y el tercero en las artes visuales: fotografía y cine, donde el maniquí ha adquirido un papel más icónico y sugestivo.

      La tercera y última parte se centra en la investigación que personalmente he llevado a cabo en este campo a lo largo de algo más de una década, que se traduce en un trabajo fotográfico titulado "Mannequin and Love Affair", que pretende ser mi contribución a la representación artística del maniquí. Además, se ha considerado oportuno, por su carácter didáctico e ilustrativo de la evolución singular del maniquí realista, incluir un cuadernillo antológico, que recoge algunas de las producciones más emblemáticas de la mano de las grandes firmas productoras del sector.

      Conclusiones:

      Como se demuestra en este trabajo de investigación, el maniquí es mucho más que un modelo del cuerpo humano, de tamaño natural, más o menos articulado, que se exhibe en los escaparates o en el interior de los centros comerciales de todo el mundo para mostrar, de una manera realista, los productos de la moda textil y cuya funcionalidad principal es la de ser la herramienta de trabajo de artistas y escaparatistas en la industria del "visual merchandising". Ya sea de modo consciente o inconsciente, este objeto encierra de manera casi enigmática, elementos que lo configuran como una pieza artística contemporánea que evoluciona en su concepción continuamente, convirtiéndose así en uno de los elementos escultóricos que más se ha desarrollado desde su creación hasta las últimas décadas. Como cualquier otra expresión artística (o incluso de manera más fidedigna que otras), hemos visto cómo con el paso del tiempo el maniquí ha sabido adaptarse y reflejar el cambio o la evolución de los ideales de belleza y de las condiciones sociales de su entorno. El maniquí no sólo se ha convertido en una patrón de belleza a seguir, sino que también representa todo aquello que nos gustaría ser, cómo nos gustaría vivir y cuáles son nuestras aspiraciones sociales.

      Así pues, por todos los aspectos destacados y novedosos de este trabajo de investigación, podemos llegar a las siguiente conclusiones: 1. Aunque la fecha de fabricación de los primeros maniquíes se suele fijar a mediados del siglo XVIII, será con la revolución industrial y la expansión de una clase media con poder adquisitivo cuando se desarrollará el potencial comercial del maniquí que, en la década de 1880, coincidiendo además con la implantación del alumbrado público por electricidad en las más importantes capitales del mundo occidental, empezó a apoderarse de los escaparates de las tiendas de ropa para mostrar la última moda.

      2. Como se ha confirmado a lo largo de la primera parte, con la implantación de los grandes almacenes y sus escaparates, visitados y admirados por la multitud, se empieza a desarrollar una pequeña revolución artística en la concepción del maniquí, que pasará de ser un simple soporte para mostrar la mercancía, a adoptar una forma más realista tanto en las facciones como en su actitud, en su personalidad. Un realismo que se agudiza con la Primera Guerra Mundial, pues supuso una revolución en la ropa de las mujeres, que se hizo más práctica, fluida y más flexible, conforme al nuevo culto a la perfección de las formas del cuerpo, partidario del peso ideal, por lo que el maniquí femenino pasó a representar esa nueva perfección física.

      3. Igualmente se desprende de los resultados de este trabajo que gracias al vínculo, casi indisoluble, entre los maniquíes y el diseño de moda, es al mismo tiempo sorprendente y fascinante comprobar con qué fidelidad estos "muñecos" han sabido mostrarnos la evolución de nuestra historia cultural e incluso de nuestra civilización. El maniquí, por tanto, se caracteriza por su constante clonación. En la actualidad, existen diferentes tipologías de maniquíes, con distintos tamaños y proporciones. Asimismo, pueden representar sólo una parte del cuerpo humano: cabeza, busto, tronco, piernas, manos, brazos, etc. Además, a veces los maniquíes reflejan edades diferentes, desde adultos a jóvenes, niños e incluso bebés.

      4. Por otra parte, se ha podido demostrar que el maniquí, concebido para ser visto, atesora su valor artístico en su doble condición de ser, a un mismo tiempo, una imitación de la forma humana y poseer, en cambio, unas cualidades específicas que la alejan de esta realidad para dotarla de una existencia autónoma. En la segunda parte de este trabajo, se hace especial hincapié en el hecho que el maniquí femenino será una de las ficciones que se incorpore con más brío al movimiento artístico surrealista. En 1938, en la Exposición Internacional sobre el Surrealismo celebrada en París se exponían maniquíes femeninos ¿vestidos¿ por André Masson, Max Ernst, Marcel Duchamp, Jean Arp, Yves Tanguy, Man Ray, Óscar Domínguez y Hans Bellmer, entre otros. Así pues, en pleno auge del movimiento surrealista, con Marcel Duchamp revolucionando el mundo del arte y André Breton difundiendo su manifiesto surrealista, el maniquí femenino se convertiría en protagonista indiscutible de la expresión artística de la vanguardia europea.

      5. Por último, a través de mi trabajo creativo expuesto en la tercera parte de esta tesis, he pretendido aplicar mi investigación a la práctica artística personal. A lo largo del itinerario creativo que he desarrollado con los maniquíes he subrayado la capacidad de transgresión funcional del maniquí moderno a la hora de abandonar su carácter de objeto comercial para pasar a formar parte del mundo de la creación artística. El discurso narrativo de mi obra fotográfica, "Mannequin and Love Affair", dividido formalmente en retratos y en fotos de los cuerpos de mis maniquíes en distintas situaciones vitales, se centra en el propósito de facilitar en el espectador la aptitud para apreciar la singularidad casi ¿personal¿ que distingue a cada uno de ellos; unos maniquíes, dotados de nombre propio, que ante la cámara abandonan su objetividad material para convertirse en pura subjetividad, en vitales criaturas que pueblan con desenvoltura el mundo de los/mis sueños.

      A modo de conclusión general, si aceptamos que el mecanismo de percepción al que nos ha acostumbrado la sociedad de consumo nos lleva a entender la funcionalidad de los objetos con una sola mirada, tenemos que admitir que, en cierto sentido, la función original del maniquí es mostrar el ideal del hombre, un ideal ficticio que se basa primordialmente en la búsqueda del estereotipo de belleza. Así pues, la ¿autoridad cultural¿ del maniquí surge precisamente de su capacidad de representatividad de la mujer de hoy, llegando a alcanzar un indudable protagonismo en la historia estética de nuestro tiempo.

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