Las comunicaciones móviles constituyen la revolución tecnológica del nuevo milenio. Con unos ratios de penetración cada vez mayores, estos sistemas de comunicaciones personales se han convertido en muy poco tiempo en una parte inseparable de nosotros mismos. La movilidad es una realidad. Es indiscutible que las comunicaciones móviles contribuyen a mejorar nuestra calidad de vida y que se trata de un servicio muy demandado por los ciudadanos cuya mejor prueba son los elevados índices de penetración de estos sistemas entre la población que en nuestro país ya supera la cifra de 34 millones de usuarios. Al mismo tiempo que crece la demanda, las redes de comunicaciones móviles deben también extenderse para dotar de cobertura a zonas cada vez más dispersas, lo que implica la colocación de nuevos emplazamientos de estaciones base para estos sistemas. Esta proliferación de antenas de comunicaciones móviles que se extienden a lo largo y ancho de nuestra geografía, sobre todo en los principales núcleos urbanos, ha provocado rechazo entre los ciudadanos, quienes en ocasiones las perciben como una amenaza directa para su salud sobre todo cuando las instalaciones no se rigen por una normativa que regule su instalación, funcionamiento y control de los niveles de emisión radioeléctrica que garantice la inocuidad de estos sistemas. Este temor se ha extendido también hacia los teléfonos móviles y en general hacia cualquier emisión de ondas electromagnéticas. Por este motivo en los últimos años la investigación sobre los posibles efectos de las emisiones radioeléctricas sobre la salud ha aumentado su actividad desde muchas disciplinas diferentes.
Podemos encontrar estudios médicos, biológicos, epidemiológicos, estadísticos o de ingeniería que están adecuadamente referenciados en la memoria de esta Tesis.
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