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Coherencia de la permanencia del pasado en el presente

  • Autores: Mariana Patiño Osorio
  • Directores de la Tesis: Santiago Quesada García (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 2016
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 513
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Eduardo Mosquera Adell (presid.), Vicente Julián Sobrino Simal (secret.), Juan Ramón Cirici Narváez (voc.), Miguel Ángel Sorroche Cuerva (voc.)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • La protección del patrimonio estuvo hasta bien entrado el siglo XX en manos de profesionales diferentes a arquitectos y urbanistas. Fueron principalmente restauradores de arte e historiadores quienes tuvieron a cargo la misión de estudiar, proteger y promover el patrimonio, con una visión que adolecía de varios problemas, entre los cuales cabe resaltar la mirada eurocéntrica, por un lado, y la valoración de lo histórico (el pasado) como mejor o superior que lo contemporáneo (el presente), por el otro. Como resultado de estas dos debilidades se comprende la tercera, igual o más problemática: la casi total desatención a los factores sociales propios del patrimonio, que encarnan bien en un grupo poblacional particular que habita esos espacios o que se expresan como el conjunto de prácticas culturales y los sistema de valores que le dan sentido a esos escenarios como lugares donde ha tenido y tiene lugar la vida cotidiana de una comunidad.

      En el tránsito de una visión histórica y artística, de estilo museístico, a una concepción vital del patrimonio en la que hay una superposición de capas de sentido, donde las personas y los grupos tienen injerencia real y en donde el presente —nuestro presente— innegablemente debe hacer sus aportes como momento del continuum de la historia, se perciben incoherencias y desajustes entre la teorización y la práctica, entre los conceptos académicos e institucionales y su gestión en diferentes lugares del orbe. Es un hecho que las diferentes conceptualizaciones sobre el patrimonio hoy vienen a concentrarse y expresarse en directrices internacionales, con pretendido alcance mundial, de la mano de instituciones como la Unesco. Lo que no impide reconocer que en el contexto actual cualquier orientación relacionada con el patrimonio no es ajena a las fuerzas económicas y sociales que le dan forma al mundo global, cada vez más interrelacionado y con una tendencia a la homogenización.

      En este estudio, a través de cuatro capítulos sobre arquitectura, urbanismo, la presencia social y el panorama del siglo XXI, se indaga por las prácticas de protección del patrimonio en su dimensión cultural, esto es, no solo material, sino con connotación histórica, referencial y simbólica, que tiene un significado mediado por la experiencia de individuos y grupos. Se trata, en todo caso, de poner al descubierto que la valoración del patrimonio trasciende lo material y que en su ejercicio hay contradicciones e incoherencias. Para mostrarlo se hace énfasis en los problemas que ha acarreado la conservación urbana de las centralidades, donde la desatención de las dinámicas sociales ha implicado deterioro, pues se presenta un desfase entre las funciones pretéritas que desempeñaban edificios y localidades con respecto a las nuevas funciones habitacionales, residenciales o comerciales que le dan los actuales moradores.

      En el caso de las centralidades urbanas también colisionan las orientaciones sobre la preservación de su carácter histórico, a través de declaratorias como bienes de interés cultural por ejemplo, con la entrada en escena del turismo (nacional e internacional), como una fuerza económica, pero también como una visión del patrimonio cultural como espectáculo o entretenimiento, las cuales terminan transformando por influjo de su poder económico el paisaje urbano que se quería «mantener» y «proteger», y desplazando a las comunidades que en las últimas décadas han ocupado estos espacios de la ciudad, quienes, contradictoriamente, entran en circuitos de marginalidad al ser desplazados a la periferia.

      Finalmente, la revisión de las Cartas internacionales que se acomete en este estudio revela las tensiones del campo de la protección del patrimonio en las siguientes líneas: a) la enunciación de directrices internacionales desde la óptica europea, en detrimento de las visiones locales, periféricas, proceso en el cual se han desatendido incluso las pautas de valoración de los propios habitantes forjadores del patrimonio; b) la dificultad de precisar, en cada momento de la discusión histórica, qué es lo que se preserva o se debe preservar: si lo material o los valores, siempre inmateriales. Aquí hay que destacar dos casos de la experiencia occidental: por una parte, que si bien es técnicamente posible el traslado y trasplante de unos monumentos en lugares distintos a su origen, ninguna de esas empresas está exenta al cuestionamiento sobre la falta del contexto propio de la obra, sin lo cual ella se muestra como pura materialidad. Por otra parte, que la declaración de Patrimonio de la Humanidad, caso específico de la ciudad de Dresde, a la vez que protege unos valores culturales e históricos de relevancia universal, implica una fuerte limitación del desarrollo material, y funcional en este caso, de la obra objeto de reconocimiento; c) el esfuerzo iniciado en el siglo XX por incorporar y hacer operativa la idea de que vivimos un hoy en simultáneo con el ayer, lo que significa, en términos de la gestión del patrimonio, que el respeto a la autenticidad del patrimonio no consiste en sustraerlo del devenir del tiempo, para mantenerlo en un estado de pureza atemporal, sino que su autenticidad como producto de la vida social depende más bien de su proyección en nuestro presente, donde hace presencia, y por donde transitará hacia el legado futuro.


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