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Resumen de Cerámicas a torno pintadas andaluzas de la segunda Edad del Hierro

José Luis Escacena Carrasco

  • El estudio de las vajillas cerámicas de las culturas antiguas desde el punto de vista puramente tipológico se ha revelado, a pesar de su aridez, como una de las bases fundamentales para iniciar investigaciones de otra índole referidas a los grupos humanos que las utilizaron. En este sentido, y por lo que se refiere a la Península Ibérica, todavía muchas de sus etapas pre y prohistóricas, además de otros momentos más recientes que ahora nos importan menos, carecen absolutamente de estos marcos generales de referencia si no es en contadas ocasiones. Centrándonos en Andalucía, baste señalar la falta aún de una sistematización pormenorizada de los conjuntos cerámicos neolíticos y calcolíticos. Para el Bronce Pleno en cambio ha sido bien trabajada en este aspecto la Cultura del Argar, permitiendo la elaboración de trabajos de síntesis y profundización en otros aspectos de este horizonte que han visto la luz recientemente. Al llegar al Bronce Final y, sobre todo, a los tiempos protohistóricos, estos estudios se diversifican o polarizan en conjuntos concretos dada la amplitud del repertorio cerámico a estudiar. Con el presente trabajo hemos querido llenar el vacío existente a la hora de estudiar las producciones alfareras a torno pintadas de la segunda Edad del Hierro en Andalucía. No nos pasó desapercibido desde sus inicios que entrabamos en una ardua labor, porque a la desorbitante cantidad de información existente debía unirse la tremenda dispersión de los datos por controlar. Una y otra han representado constantemente imponderables a tener en cuenta, más aún cuando la recogida de la documentación ha tenido que llevarse a cabo paralelamente a la publicación de muchas memorias de excavaciones alusivas a los yacimientos andaluces de la época. Como indicamos a la hora de valorar las bases cronológicas utilizadas para fechar la cerámica ibérica pintada de Andalucía, el esqueleto en el que se basa la datación de toda la Protohistoria andaluza lo componen principalmente las cerámicas importadas, las griegas arcaicas para los momentos orientalizantes, las griegas clásicas para los siglos V y IV a.C. y las campanienses para las etapas más tardías de la Edad del Hierro. Así, como la venida de esos productos de importación estuvo sujeta a los naturales altibajos de unas pautas comerciales concretas y a las oscilaciones de la oferta y la demanda en el mercado de los mismos, muchas etapas protohistóricas del mediodía peninsular se han visto abocadas a un vacío cultural inexplicable. Eso ocurre por ejemplo con el s. III a.C., momento en el que dejaron de llegar a las poblaciones ibéricas las cerámicas áticas de figuras rojas y aún no lo habían hecho las campanienses. Por esta razón, los vasos a torno pintado al estilo ibérico que aparecían en tumbas sin importaciones griegas entre sus ajuares tendían a fecharse tipológicamente en relación a otros contextos donde aquellas sí estaban presentes, de donde se desprendía, por sólo citar el curioso caso de las necrópolis, que las poblaciones ibéricas de Andalucía no llegaron apenas a morirse en el s. III a.C.. El hecho no extrañaba en estudios particulares de yacimientos concretos, porque siempre cabía la posibilidad de pensar que, por cualquier razón desconocida, los pobladores del lugar hubieran abandonado la zona durante esos años. Y como apenas se han realizado obras de síntesis del Hierro Reciente andaluz, estas ausencias sospechosas escapaban al olfato de los investigadores. Según podrá comprobarse en el estudio pormenorizado de cada una de las formas cerámicas aquí analizadas, este vacío es completamente inexistente. Simplemente con haber llenado esa laguna creemos que se justifica en parte nuestra tarea, porque a partir de ahora es posible empezar a detectar fenómenos que se producen en momentos para los que hasta hoy no contábamos con criterios sólidos a la hora de fecharlos. No obstante, los objetivos de este trabajo no se limitaban en principio a tal misión. Por el contrario, quisimos establecer en lo posible el origen de los tipos cerámicos más usuales y de las decoraciones más extendidas, su cronología inicial y final, las pautas de su desarrollo, su utilidad o significado dentro de los diversos contextos donde se usaron, las causas de su nacimiento y muerte, los posibles focos donde se produjeron y las vías comerciales por donde pudieron distribuirse, las peculiaridades regionales y comarcales de cada clase de vasija o de cada motivo ornamental, etc. en la medida en que estos objetivos se hayan logrado pueden haber quedado satisfechas cuantas interrogantes nos planteamos desde el principio. Hubiéramos querido dar solución a todas ellas, pero la información con que contábamos no siempre tenía la calidad científica que hubiéramos deseado, porque, a las numerosas publicaciones faltas de objetividad o de referencias a datos precios sobre niveles estratigráficos de asentamientos o de conjuntos funerarios concretos se unían las confusas catalogaciones de los materiales cerámicos en algunos museos y colecciones particulares. Por lo demás, la principal dificultad que se nos planteaba venía dada por la delimitación clara y concisa del objeto propiamente dicho de nuestro estudio. Nosotros hemos querido sistematizar tipológicamente la cerámica torno pintada de la segunda Edad del Hierro de Andalucía, es decir las producciones alfareras que se han venido llamando, impropiamente si con este término se alude a la totalidad del territorio andaluz, cerámica ibérica. Si los límites conceptuales de cerámica a torno pintada- estaban sobradamente claros, no así los que aludían a sus límites geográficos y cronológicos. Respecto a la primera de estas dudosas fronteras decidimos, conscientes del peligro que suponía aplicar las barreras administrativas actuales a culturas pasadas, ceñirnos a las demarcaciones de las ocho provincias andaluzas de hoy. De lo contrario, hubiéramos tenido que ampliar la zona estudiada hasta comarcas que poco a poco iban diferenciándose culturalmente de las áreas propiamente andaluzas pero que no ofrecían una delimitación nítida con ellas. Para contrarrestar en la medida de lo posible la aplicación de estos límites fronterizos recientes a unos fenómenos culturales exentos de ellos, nos vimos obligados a estudiar en cada forma cerámica o en cada tema decorativo las posibles conexiones que los vinculaban a las cerámicas de Extremadura, de La Mancha o del Sureste por ejemplo, e incluso a determinadas producciones alfareras norteamericanas. Respecto al problema cronológico, quedaba muy claro desde el principio de nuestro trabajo el momento final, ya que éste venía marcado por la muerte de la cerámica ibérica durante la Romanización. Pero sus inicios resultaban mucho más problemáticos, porque no siempre era fácil delimitar el comienzo de un determinado tipo de recipiente o de una decoración concreta, y sobre todo resultaba a todas luces imposible establecer una barrera clara en toda Andalucía entre la fase orientalizante y el mundo propiamente ibérico. En este sentido, si para el Bajo Guadalquivir parecía existir una neta división entre la época tartésica y la turdetana, esta diferenciación entre la primera y la segunda Edad del Hierro resultaba difícil de establecer, si no imposible, en Andalucía oriental. Por otro lado, teníamos que valorar en su justa medida el papel de ciertas colonias vivas durante el Hierro Reciente que, como Cádiz por ejemplo, mantenían presumiblemente unos gustos fenicios sospechosos de arcaísmo a poca distancia de los focos de población propiamente indígenas. Por todas estas razones, y porque estaba sobradamente demostrado que las cerámicas a torno pintadas andaluzas se originaron en gran parte a expensas de tradiciones propiamente orientalizantes, a pesar de que se produjeran en ellas préstamos posteriores desde otros focos y culturas, tuvimos que rastrear cada uno de los tipos y decoraciones aquí estudiados hasta su momento inicial en el territorio andaluz, aunque éste se produjera en el s. VIII a.C., es decir, al comienzo de las colonizaciones orientales. Así, hemos remontado su tratamiento a época orientalizante siempre y cuando esa forma cerámica o ese motivo ornamental concreto lo exigiera. Por tanto, no se incluyen en nuestra catalogación los recipientes y temas decorativos que, aún tratándose de productos a torno pintados, no vivieron con posterioridad a fines del s. VI o comienzos del V a.C., límite teórico entre el Hierro Antiguo y el Reciente. Por ello es de alguna forma parcial el análisis de las decoraciones figurativas, entre las que incluimos por ejemplo las flores de loto y no las representaciones de animales. Las primeras se conservaron en el repertorio pictórico de las poblaciones ibéricas, mientras que los segundos parecen quedar relegados de momento a la fase orientalizante tartésica, aunque en otras zonas peninsulares se dieran durante la segundad Edad del Hierro, como de hecho ocurre en el Sureste o Levante. Delimitado así el campo de nuestra actuación, conviene señalar, al menos sucintamente, los pasos que hemos dado a la hora de elaborar el presente estudio. Su temática nos fue sugerida por Don Manuel Pellicer Catalán, Director del mismo y siempre atento conductor de nuestras investigaciones. Con él hemos tenido la ocasión de excavar numerosos yacimientos pre y protohistóricos andaluces, sobre todo desde que en 1976 iniciara los sondeos extratigráficos en el Cerro Macareno. Desde aquí queremos expresarle la gratitud que todo discípulo debe a su maestro, que querríamos en nuestro caso multiplicar por cuantos consejos y directrices nos ha dado para que éste y otros trabajos vieran su fin. Una vez establecido el tema, la primera fase propiamente dicha consistió en una recogida de la documentación lo más exhaustiva posible. Con esta intención elaboramos un bando de datos referido a las cerámicas a torno pintadas de Andalucía.


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