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Cuidadoras inmigrantes familiares: ¿Oportunidad de crecer en la calidad del cuidado y la salud o nuevas formas de desigualdad?

  • Autores: Rosa Casado Mejía
  • Directores de la Tesis: Ofelia Restrepo Vélez (dir. tes.), Ana Solano Parés (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 2008
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 388
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Manuela Alvarez Girón (presid.), Concepción Germán Bes (secret.), J. Ignacio Ugalde González (voc.), Francisco de Llanos Peña (voc.), María J. Río Benito (voc.)
  • Materias:
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Dialnet Métricas: 3 Citas
  • Resumen
    • El cuidado, mantener la vida asegurando la satisfacción de un conjunto de necesidades indispensables para la vida, es probablemente una de las funciones humanas de mayor importancia vital. Esta bondad o valor positivo del cuidado se degrada o se pierde cuando se naturaliza y se vincula a las mujeres, cuando por esta vinculación natural se invisibiliza; más en una sociedad como la actual fuertemente utilitarista, competitiva y mercantilizada, donde el cuidado no figura entre los puestos más elevados en la escala de valores sociales. Una sociedad que no respeta la debilidad y en la que todo se compra o se vende no puede reconocer el valor del cuidado; no puede valorar a las mujeres a las que se les ha adjudicado históricamente, como natural, esta función y, lo convierte en factor de injusticia y desigualdad. A una sociedad así le cuesta respetar la vida. Para este trabajo, en buena medida, de mi inquietud y trayectoria profesional: En mi recorrido por la Atención Primaria de Salud (APS), en concreto en el Centro de Salud de Guillena (Sevilla), he presenciado cómo las mujeres, cumpliendo con el rol de género, dejaban pasar sus vidas en la más absoluta sumisión y abandono de sí, para estar pendiente de otras personas cercanas del hogar. He atendido a hijas, esposas, nueras..., cuya única tarea en su vida era la de cuidar al marido, a los hijos o hijas, al padre, madre, suegro o suegra. Las y los profesionales también contribuíamos a perpetuar ese rol en cuanto que nos venía muy bien que estuvieran a pie de cama las veinticuatro horas; y para el mejor bienestar de la persona cuidad empezábamos a enseñarles cómo realizar cuidados posturales, alimentación, higiene, cambios de absorbentes, etc., sin planteamos, de entrada, que quizás en nombre de la Educación para la Salud, no hacíamos más que consolidar su puesto de cuidadora principal (en esos momentos sin esa etiqueta), y contribuir a que se hundieran aún más en su dependencia de la persona dependiente. En aquel momento el sistema sanitario público (SSP) mostraba su más absoluta indiferencia a la situación de estas mujeres, cuyo bienestar y salud, estaban fuertemente influenciados, no sólo por el género, categoría común determinante de su situación, sino por otras circunstancias vitales como ser cuidadoras. Al profundizar en los estudios de mujeres y género, y contrastarlos cada día con mi práctica fui introduciendo la perspectiva de género en mi quehacer profesional y, esto me hizo adquirir una postura crítica ante las diferentes alternativas que se van proponiendo desde distintos ámbitos para atender a las mujeres. Empecé con otras compañeras y compañeros a nivel operativo, en nuestro Centro de Salud, a profundizar en el marco de la Terapia del Reencuentro, modelo teórico y metodológico construido por Fina Sanz en 1975, en cuanto a la interrelación de comportamientos humanos. Nos fuimos formando y, comenzamos a poner en marcha grupos de mujeres que a través del autoconocimiento fueran avanzando en la autonomía y el empoderamiento, con resultados sorprendentes. Las mujeres se sienten fuertes en el cuidar, lo que hace que, en muchas ocasiones, no se identifique la causa de pérdida de autoestima o de síntomas inespecíficos. En la raíz se encuentran problemas, sentimientos que no se reconocen porque no han sido socializadas para ello, y que están muy soterrados, porque crean muchos conflictos internos. Por ejemplo, cuando se cuida a personas cercanas que se quieren, pero que a veces despiertan sentimientos de odio por la carga que supone cuidarles, la culpa se hace presente, y también el cansancio, aunque no se pueda parar. Nadie reconoce esos esfuerzos porque es lo cotidiano, lo privado, lo "normal": son invisibles, una vez más. Sin embargo, la sociedad cambia, las mujeres están cambiando y se están produciendo cambios en los modelos de familia, se empieza a hablar de la atención a las mujeres, de la crisis del cuidado informal. Quizás esto ha provocado una especie de "miedo institucional" a que las mujeres dejen de realizar sus tareas invisibles, entre otras las de cuidar. Si ello ocurriera, se pondría en peligro la estabilidad del Estado tal cual existe actualmente. Desde un paradigma biologicista, la mujer es considerada en base a su única función biológica específica, la reproductiva. En la etapa actual los gestores y gestoras del sistema sanitario y gran número de profesionales de la salud, introducen, o creen introducir, la perspectiva de género en sus análisis e intervenciones y han descubierto que, además de un ciclo vital en torno a la reproducción (criterio tradicional y actual de atención a la salud de las mujeres), y ser o no madres, las mujeres somos algo más: somos cuidadoras.


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