La aparición de nuevas tecnologías, el desarrollo de nuevos campos para el ocio y el turismo, y la propia globalización, han desviado el debate relativo a los aspectos culturales hacia el papel que juegan, pueden o deben jugar la cultura y el patrimonio en estos contextos: territorial y global. En este sentido, dos de las discusiones fundamentales que se plantean son:
Cómo integrar los proyectos de puesta en valor del patrimonio cultural y natural en las estrategias y las políticas de desarrollo sostenible; y de qué forma el uso social del patrimonio debe ser entendido como un recurso para el desarrollo de las comunidades que deben ser incorporadas en los proyectos que formen parte de dichas estrategias.
De esta forma, surge la necesidad de reflexionar sobre aspectos tales como los propios conceptos de cultura, desarrollo sostenible, globalización, comunidad, lugar, gestión...
Una primera afirmación al estudiar dichos temas es que no existe una única definición que pueda ser aplicada de forma unívoca a dichos conceptos al igual que no existe un modelo único de puesta en valor del patrimonio. Al tradicional ciclo de gestión del patrimonio (investigar, documentar, conservar, divulgar) se le añaden ahora otras preocupaciones como la función que esa gestión debe jugar en nuestra sociedad y la forma en la puede favorecer al desarrollo endógeno y sostenible de una región (es decir, de que maneras contribuye al crecimiento económico sostenido, a la cohesión social y económica y a la conservación del medio ambiente a la vez que procura mejorar la calidad de vida de las personas).
Así es como llegamos a nuestra hipótesis principal de trabajo, es decir, un proyecto de gestión del patrimonio cultural debe ser considerado un proyecto social de desarrollo comunitario.
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