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Investigación artística para el desarrollo de unas pinturas religiosas en dos procedimientos pictóricos: a) Pintura de caballete b) Pintura mural

  • Autores: Francisco Maireles
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 1982
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 153
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Resumen
    • En el proceso de creación de una pintura, hay siempre algo de exploración humana del pensamiento. Se piensa, se medita, se pinta en la mente; de ahí que muchas veces, no nos sorprendemos de las formas, cuando están realizadas, porque ya fueron iniciadas, soñadas.

      En estas pinturas religiosas, que vamos a desarrollar de una manera literaria según la investigación pictórica, que hemos realizado en dos procedimientos distintos, pero uno solo por el tema inspirador. Me refiero al tema religioso, al que pertenecen la mayoría de las obras artísticas que ocupan la Historia del Arte.

      En la pintura de caballete, de este Vía Crucis, existe por el modo de poner el color, por el tema y tamaño, el abandonarse un poco a la intuición artística. El dejar a la inspiración que con un patrón, ya en la mente decidido, actúe la mano, el color, la decisión del pensamiento en el trazo, y sobre todo hacer una investigación en catorce cuadros, de una mirada, que van a significar catorce escenas distintas, catorce estados ánimo, catorce sugerencias, catorce impactos por la mirada en la mirada del contemplador. Es resucitar en la pintura religiosa del siglo XX, a través del lienzo y de las paredes, en murales y cuadros, aquello que en la tradición decimonónica, según escribe GOMBRICH en �Freud y la Psicología del Arte�, primero se tenía en consideración. Aquello que se llamó el �Contenido espiritual� de una pintura.

      Siempre (y con valores eterno) el hombre ha sublimado su pensamiento. Ha querido que su forma de expresión sea el rito permanente de las formas para consagrar a la humanidad y ofrecer al Ser Superior que todo lo domina, a Dios, los personajes Sagrados y los hechos y sucesos en que estuvieron inmersos. Esto no es más que la Historia del Arte. El artista ilustraba un relato, un deseo, una necesidad, y en estos sucesos en que estuvieron involucrados se consideró una prueba de grandeza.

      El Arte no es otra cosa, a través de su historia, que una prueba de grandeza del hombre.

      Desde Altamira, pasando por el �El Expolio� del Greco, el �Hombre del Casco� de Rembrandt, el Cristo de Velázquez, los frescos de Miguel Ángel en la Sixtina o el �Descendimiento� de Van Der Weyden, hasta llegar a este �Cristo Solitario� mío, donde toda la civilización cristiana pone y compone su contenido espiritual, es una cadena con la que el art a través del tiempo, ha demostrado al mundo la verdadera prueba de grandeza del hombre.

      Consciente de esta misión del artista, es necesario pensar y transmitir. Pero nunca mejor que enlazando el pasado con el presente del arte, al tema religioso.

      Porque estando la historia llena de estos temas, parecería más difícil crear que repetir; sin embargo, al pensar en el Vía Crucis, pensé en investigar con el color, explicar después si fuera necesario, a mis alumnos, al espectador, cómo una pincelada es, o produce, una sensación de mirada, como inquietud de golpe sangriento por una mancha roja, que es y será en la pintura sangre del martirio.

      Pensé en investigar y desarrollar, sobre todo, la expresión como fundamento. Quise hacer la cabeza de Cristo que nos permita imaginar a esta persona. Pero sólo la cabeza, sólo el rostro, sólo la expresión, y el resultado han sido estos catorce cuadros, en los que, como dice Freud, comentando la impresión que le causó el cuadro de Tiziano �El Tributo del dinero� (impresión literaria si se quiere, pero válida por emitirla quien sería después explorador del subconsciente humano), dice en una carta a su novia refiriéndose al cuadro:

      �Tenía que creer que este ser fue realmente tan importante porque su representación era perfecta. No obstante no hay nada divino en ella. Una noble cara humana que, sin ser bella, está llena de seriedad, sinceridad, profundidad, suave indiferencia y, sin embargo, profunda y arraigada pasión�. Y añade: �-De no estar todo eso en el cuadro, la fisonomía no existiría�.

      Su fisonomía. Eso es lo que con intención �pictórica y espíritu creativo, expreso en el �Vía Crucis de la Expresión�. La fisonomía de Cristo, pero sin ver el cuadro del Tiziano, sin recordar ninguno otro. Sólo con el tema en mi mente y la intención en el cuadro. Sólo con el título. Los títulos de las catorce estaciones del Vía Crucis, fueron el motor para que pincelada a pincelada, espatulazo y el sentir claro en mi pensamiento de lo que quería, han sido los elementos espirituales para los cuadros de este tema de la pintura de caballete.

      Pintura de caballete o pintura mural para desarrollar unos temas religiosos. Tema donde se apoya la piedad popular, la fe, los hechos históricos y las tradiciones.

      Sin embargo pienso que las Bellas Artes, no se enfrenta con la realidad, sino con valores. Y el producto de composición, color, tamaño, pensamiento, idea, tema y contenido, es actividad creadora.

      Y esta actividad creadora en el tema investigador de mi pintura, aparte del contenido y de las formas, tiene como en todas las obras de arte representativo un tercer elementos, una cierta técnica o habilidad como es el oficio, sin el cual, la mano no respondería al pensamiento por medio de las pinceladas, los planos y geometría que lo conforma, mediante el cual el artista expresa, lo que hasta aquí se ha venido llamando �forma creativa�, estilo, personalidad. En una palabra son los tres ingredientes artísticos, que habla KROEBER, en las Bellas Artes representativas.

      Conviene recordar, aunque sea someramente, estas tres observaciones, ingrediente de una teoría para la ejecución de las artes.

      �El primero, es el asunto pensado, considerado global y objetivamente. Puede ser una deidad o un hombre.

      El segundo es la concepción del asunto, juntamente con su irradiación emocional y su matización valorativa.

      El tercer ingrediente, lo constituye la forma técnica y específica dada a la obra artística: su lenguaje, su ritmo, su pincelada, la realización estética de su estilo, según su pensamiento�.

      Y es en este punto emocional para un pintor, la de manchar el lienzo, es el momento más decisivo de la obra. Conviene para desarrollar el tema pensar, pero una vez pensado, la decisión y la valentía, es un proceso social dentro de los cauces de la tradición educativa.

      La formación y la experiencia, va en solturamental y manual para el desarrollo de una obra. Las Bellas Artes figuran entre las floraciones de las culturas. Pensando que éstas son procesos sociales dentro de los cauces de la tradición.

      No cabe duda que el arte religioso es una herencia artística del pasado y que nos ha hecho participar en la cultura actual, viviendo pasando, presente, civilización, espíritu, sentimiento, para la continuidad de la historia del Arte.

      Porque actualmente incluso, la sensibilidad hacia las escenas cristinas (como son éstas que yo he pintado y estoy tratando de teorizar e investigar en dos procedimientos) sorprender su contenido, influye en el espectador el elemento religioso en la herencia artística del pasado, participan a través de la mirada, parte importante de la intención artística del Vía Crucis, o de los grandes murales donde, las figuras comunican gozo estético y hablan de una espiritualidad escrita (Biblia, Evangelio, religiosidad popular, etc.), participan de esta cultura por su contenido espiritual. Y pienso, que el contenido espiritual de una obra, no sólo se manifiesta cuando el tema es religioso, sino siempre que el artista posee la energía, la imaginación y la habilidad necesaria.

      El Arte y la religión son los en los pueblos sus dos posturas más ideales; son las partes más constantes de su propio universo. De ahí que siendo y habiéndose mantenido un arte simbólico y figurativo en el tema religión-religiosidad, pero como los estilos fluyen, se llegó al arte de las iglesias con representaciones abstractas. Pero no pareció este asunto práctico y real para la vida religiosa de los fieles y se admitieron y se admiten innumerables innovaciones. Variaciones que al rodar de los estilos siempre vienen a caer en la representación figurativa, para el ritual del arte cuando el arte es o quiere ser Arte y no decoración.

      Por eso en os nueves grandes murales de la Capilla del Bajo de Guía, estilo y significación son inseparables. Los muros, forman parte del espacio y éstos ordenados, son engendradores de belleza y admiración, dueños de una estética propia.

      La arquitectura no necesita restar sus posibilidades que los materiales le facilitan y anteponer una idea plástica a expensas de su función arquitectónica. Sería destruir el más noble soporte, para la función estética del mural.

      Es por tanto que la pintura sería sólo decoración cuando estuviera sacrificando su misión estética engendradora de belleza, si se pusiera al servicio de la arquitectura, para no cumplir su misión sino exaltar la del otro.

      A este tiempo en que vivimos, en que todos los dogmas y principios han sido vigencia, hemos llegado viciados por ciertas normas escolásticas que no nos han servido para mucho, como veremos que tampoco sirvieron a los artistas y escuelas de otras épocas que, con su obra se encargaron de contradecirlas.

      Porque la pintura mural no es ni debe entrar en la decoración de un muro. Y me refiero a esa carga peyorativa que la palabra �decorativo� ha sufrido durante mucho tiempo y que Bruno THOMAS llamó �La peste ornamental�, referida a los grabados difundidos en la época manierista, renovados luego en el Modernismo.

      Me refiero a la monumentalidad de la pintura mural, a su escala, a su obligada bidimensionalidad, a su servidumbre a la arquitectura, como noble soporte.

      Y esa ha sido mi intención e interpretación artística, en los murales de la Capilla de Bajo Guía de Sanlúcar de Barrameda.


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