La cirugía plástica es el área del conocimiento médico ocupada de la reparación de estructuras, de cara a corregir una alteración en la forma o en la función corporal. Los colgajos constituyen una parte fundamental en el arsenal terapéutico del cirujano plástico.
El concepto de colgajo hace referencia a un tejido movilizado sobre su base vascular. De manera que un colgajo contiene un aporte vascular intrínseco responsable de su viabilidad, siendo esta su diferencia fundamental con un injerto, que depende del lecho receptor para su supervivencia. Debido a esta característica fundamental de los colgajos, es imprescindible el conocimiento de la base anatómica vascular de los tejidos para optimizar los resultados de la reconstrucción de un defecto tisular.
La historia de la cirugía plástica está inevitablemente ligada a la evolución de los colgajos y al conocimiento de su fisiopatología. La primera reconstrucción con colgajos se le atribuye al hindú Sushruta Samhita1, en el año 600 d. C, quien describió la reconstrucción de un defecto nasal mediante colgajos regionales faciales. Posteriormente, también de la India, la familia Kanghiara informó alrededor del año 1000 d.C. sobre la reconstrucción de un defecto nasal con un colgajo frontal. Ya en 1597, Tagliacozzi2 dejó 24 reflejada la descripción clásica de un colgajo tubular pediculado del brazo para la reconstrucción nasal.
En todos estos casos, la viabilidad del colgajo se tomó de forma empírica, sin conocer cómo ni por qué funcionaba su vascularización. No es hasta los años iniciales del siglo XX cuando se desarrollan las teorías que explican la fisiología vascular de los colgajos.
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