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Economía y sostenibilidad en las grandes aglomeraciones urbanas: aproximación al cálculo de la huella ecológica de Sevilla y su área metropolitana

  • Autores: Antonio Cano Orellana
  • Directores de la Tesis: Manuel Delgado Cabeza (dir. tes.)
  • Lectura: En la Universidad de Sevilla ( España ) en 2003
  • Idioma: español
  • Número de páginas: 316
  • Tribunal Calificador de la Tesis: Antonio Morillas Raya (presid.), Carolina Márquez Guerrero (secret.), José Luis Osuna Llaneza (voc.), Francisco Castejón Magaña (voc.), Jose Manuel Naredo Perez (voc.)
  • Enlaces
    • Tesis en acceso abierto en: Idus
  • Dialnet Métricas: 3 Citas
  • Resumen
    • La creciente insostenibilidad ecológica y social planetaria, una de las principales preocupaciones de la sociedad actual, se ha puesto de manifiesto en los múltiples eventos que han acontecido en las tres últimas décadas.

      La enorme presión sobre un planeta, cuya línea de flotación tiene cada vez más dificultad para mantenerse en la superficie, y la alta y progresiva concentración de la capacidad de compra, en una parte cada vez más reducida de la población, han dado origen a un deterioro ambiental y a una polarización social sin precedentes.

      De este modo, la actividad humana, y en particular la actividad económica, están poniendo a prueba constantemente la capacidad de soporte de la biosfera.

      Tras la crisis energética de principios de los años setenta comienza a tomarse conciencia de la limitada capacidad de los ecosistemas terrestres para poder seguir suministrando, de forma duradera, los servicios esenciales de soporte vital. Esta crisis ha adquirido, además, en las últimas décadas, carácter planetario. El desarrollo del comercio mundial, las dinámicas de globalización de la actividad económica y el fuerte impulso y desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones han permitido que las economías más industrializadas, para su sostenimiento, alcancen los lugares más recónditos del Planeta.

      El aumento de la actividad comercial, de los intercambios internacionales y de la propia dinámica urbano-industrial ha derivado en un importante crecimiento de la movilidad horizontal que es, en la actualidad, responsable de un extraordinario consumo energético, que se disipará en forma de calor y contaminante atmosférico. Al mismo tiempo, constituyen dinámicas enormemente exigentes en recursos materiales y suelo. Y, además, son causantes de una mayor simplificación de los sistemas naturales. (Naredo, J. M., 1996).

      La senda de crecimiento económico, pues, iniciada en los países occidentales a finales de los cuarenta, que marcan el inicio de las «tres décadas gloriosas», sin una mayor preocupación por las limitaciones ambientales de un planeta finito, perseguía la expansión del modelo de acumulación y prometía la extensión de la riqueza monetaria al conjunto del planeta. El crecimiento económico se constituía, de este modo, en el verdadero motor del progreso.

      Las enormes exigencias de recursos naturales y las dinámicas impuestas a los países más pobres y a sus frágiles entornos quedaban, así, justificadas por el «bien general» futuro. Tras más de cincuenta años de crecimiento, prácticamente ininterrumpido, el escenario actual viene caracterizado por un aumento creciente de la brecha entre ricos y pobres y la presencia de un planeta exhausto, con una capacidad cada vez más limitada para sostener y dar satisfacción a las exigencias humanas.

      El fuerte desarrollo económico, pues, experimentado por la actividad económica, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, ha propiciado un mundo socialmente ingobernable y ecológicamente insostenible. Así pues, junto al enorme deterioro sufrido por la corteza terrestre, la creciente concentración de la capacidad de compra, en unas pocas manos, constituye unos de los elementos claves para entender la problemática de la sostenibilidad.

      Tanto la población como la actividad tienden a concentrarse progresivamente en un espacio cada vez más reducido del territorio. En la actualidad, casi el 50 por ciento de la población se localiza en áreas urbanas, lugares donde se concentra el grueso de la actividad económica (las decisiones, la producción y el consumo). Estos casi 3.000 millones de personas, que ocupan directamente poco más de un 3 por ciento de la superficie terrestre, han aumentando enormemente su dependencia de un entorno físico cada vez más deteriorado, extendiendo sus demandas a la totalidad de las funciones y servicios naturales existentes.

      Esta creciente concentración de la población está asociada a un modelo de crecimiento económico que ha alterado las pautas de producción y consumo, así como la propia organización de las ciudades y de las prácticas que se realizan en ellas. Como consecuencia de todo ello, se ha pasado de la antigua sostenibilidad local autóctona, es decir, que se autoabastecía con los propios recursos locales, a aquella otra de carácter dependiente, es decir, que se mantiene con cargo a una entrada neta de recursos procedentes del exterior, recurriendo a un transporte horizontal de energía y materiales que se encuentran a distancias cada vez mayores. Expresado en otros términos, las localizaciones ecológicas y geográficas de los asentamientos humanos ya no son coincidentes.

      Todo ello da origen a un «gigantismo sin forma» que apoyado en el establecimiento de redes facilitan el transporte horizontal de recursos y residuos desde y hacia áreas cada vez más alejadas del entorno local e incluso regional de los propios asentamientos humanos. De este modo, el medio urbano va a significar una profunda alteración de las condiciones físicas y ambientales del territorio.

      Las aglomeraciones urbanas adquieren, en este contexto, un creciente protagonismo. En ellas se ubica casi la mitad de la población mundial, es en ellas donde tiene lugar el grueso de la actividad económica, de ellas surgen las más importantes iniciativas humanas de todo tipo, ellas concentran, además, la riqueza monetaria y desde ellas parten las mayores emisiones de desechos del conjunto del planeta.

      De este modo, la sostenibilidad �término que empieza a ser utilizado oficial y profusamente a partir del informe Brundtland de 1987� se ha convertido, de acuerdo con la Agenda Hábitat España (1996), en una de las problemáticas más agudas en la actualidad como consecuencia de los procesos históricos de urbanización y desarrollo, que han producido fuertes impactos ambientales en los sistemas naturales. Las ciudades, en este contexto, se conciben como ecosistemas que consumen recursos provenientes del medio natural, depositando posteriormente en él los desechos que la misma ciudad genera en su funcionamiento.

      La explotación excesiva de los ecosistemas, las actuales pautas de producción y consumo, así como el despilfarro de recursos derivados de los cambios habidos en la estructura y el funcionamiento de las ciudades van a constituir, pues, factores muy importantes que explican la insostenibilidad de las grandes aglomeraciones urbanas.

      Por esta razón, el aumento continuo de la presión sobre la capacidad de carga de nuestro planeta no ha hecho más que aumentar la conciencia de la insostenibilidad y los límites del actual modelo de crecimiento (aspecto éste que ya se pusiera de manifiesto con el Informe del equipo Meadows, a principios de los años setenta). Además, la concentración de la población y de la actividad económica en las ciudades hace que éstas adquieran un papel cada vez más relevante, desde el punto de vista de la sostenibilidad. De ahí, que Maurice Strong, Secretario General de la Cumbre de Río, en 1992, considerara que «la batalla por la sostenibilidad se ganará o perderá en las ciudades».

      Sin embargo, el diagnóstico usual ofrecido por la economía estándar se ha mostrado incapaz de ofrecer una visión integral de estos fenómenos al estar exclusivamente centrada en los agregados monetarios, y desvinculada de los procesos físicos. Es por ello, que un diagnóstico más ajustado a la realidad actual requiera la conveniencia de complementar el análisis incorporando los elementos físicos que tienen lugar en el devenir de la actividad económica. Aspecto que desarrollaremos a lo largo de este libro.

      Es necesario, pues, avanzar en la construcción y aplicación de herramientas que permitan una aproximación más adecuada al diagnóstico de los efectos que sobre los ecosistemas de soporte vital tienen la actividad humana, en general, y la económica, en particular. Este es el principal propósito de este trabajo. Y para ello, trataremos, en los capítulos que siguen a continuación, de:

      i) analizar la relación existente entre la actividad económica y el medio (concibiendo a la economía como un sistema abierto); .

      ii) observar la relación existente entre las dinámicas de crecimiento económico y crecimiento urbano;

      iii) estudiar la relación existente entre la dinámica urbano-industrial y el aumento del deterioro ambiental (análisis de flujos físicos y monetarios);

      iv) avanzar en la construcción de una herramienta que ayude a la gestión y planificación de la sostenibilidad;

      v) proponer y describir, como instrumento para el avance en el análisis de la sostenibilidad, un indicador sintético de sostenibilidad: la huella ecológica;

      vi) alcanzar una aproximación de la huella ecológica para las ciudades y las aglomeraciones metropolitanas andaluzas, especialmente para la Aglomeración Urbana de Sevilla.

      Las ciudades, como ya se comentara anteriormente, se erigen en las verdaderas protagonistas en el debate sobre sostenibilidad. Ésta es la razón principal por la que hemos decidido, como caso de estudio, realizar una aproximación al caso de la Aglomeración Urbana de Sevilla. La ciudad de Sevilla, ciudad central de la Aglomeración, además de capital de la Comunidad Autónoma de Andalucía, concentra el mayor porcentaje de población urbana del conjunto del territorio andaluz, así como la mayor participación relativa en la actividad productiva de la Comunidad.

      Para el análisis de las relaciones existentes entre la actividad económica y el medio se propone la aplicación de un indicador territorial de sostenibilidad, que ya ha sido utilizado en lugares y ámbitos diversos. Su aplicación al ámbito de estudio propuesto puede facilitar tanto la toma de conciencia (instrumento de comunicación) de la población cuanto el establecimiento de criterios para el análisis, la gestión y planificación de la sostenibilidad.

      La escasa información disponible para ámbitos locales y la necesidad de considerar, en consecuencia, un marco geográfico de referencia más amplio nos ha llevado a centrar nuestra atención en el Estado español y Andalucía. Especialmente esta última, por ser el contexto territorial más próximo, nos proporcionará la información de base para la estimación de la huella ecológica de los municipios del Área Metropolitana de Sevilla. Queremos dejar constancia, antes de concluir esta introducción, de que algunos de los aspectos abordados tanto en el caso del Estado español como en el caso de Andalucía son trasladables a la Aglomeración Urbana, y que no se han repetido por evitar incurrir en reiteraciones innecesarias.


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