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Resumen de Aesthetica urbis: la ciudad como obra de arte

Jorge López Lloret

  • En 1938 Hans Reichenbach publicaba su obra Experience and Prediction, donde diferenciaba, con gran fortuna histórica, entre los contextos de �descubrimiento� y de �justificación�; el primero sólo puede ser estudiado por la psicología (y la sociología, la hermenéutica, etc.), mientras que el segundo es objeto de la lógica y la epistemología entre ambos contextos se dan diferencias de todo tipo, siendo la más importante tal vez la carencia de una racionalidad clara en lo que se refiere al contexto de descubrimiento, pues incluso las obras que se exponen de modo rigurosamente deducido se han alumbrado en procesos históricos complejos, adquiriendo tonalidades que emergen de profundos fosos motivacionales e ideológicos a veces compulsivos, casi siempre emotivos y vivenciales. Generalmente, pues, el orden expositivo no se corresponde con el proceso vital del pensamiento que se clausura en dicha exposición.

    Por lo dicho creíamos necesario comenzar esta Tesis Doctoral distinguiendo adecuadamente entre su orden expositivo y los procesos reales de pensamiento y vivencia a partir de los cuales emergió, refiriéndonos a aquellos contenidos vitales mínimos que, dentro de la insuperable parcialidad de toda autocomprensión, puedan iluminar el cuerpo discusivo que seguirá.

    La Tesis Doctoral que presentamos acontece según un orden expositivo de justificación que hemos querido desarrollar del modo más consecuente posible, sin que por eso se amolde a procesos de una deducción estricta. En un primer momento, hemos presentado un modelo integrado del lenguaje cuya generalidad es, en el ámbito de este discurso, máxima. A continuación, dentro de ese amplio marco del modelo lingüístico general, hemos acotado el campo particular de un determinado modo de ser del lenguaje; el lenguaje como lenguaje espacio-corporal, tal y como éste es perceptible en las ciudades. Finalmente, dentro de este amplio margen de la ciudad en general, que sigue siendo desmesuradamente abierto, hemos acotado el campo particular de una ciudad concreta, Sevilla, como manifestación perceptible de los anteriores modelos. Por otra parte, puesto que optamos por desarrollar esta investigación en el campo de la estética (aunque sin renunciar en ningún momento a la interdisciplinaridad), hemos antecedido dicho proceso particularizador de una introducción que resultaba necesaria como paso previo. Ante la negación apriorística de la ciudad como obra de arte posible, lo cual cerraba desde el principio la posibilidad de nuestro discurso, creíamos necesario mostrar, de un modo igualmente apriorístico, su no imposibilidad como tal. Eso no nos ha llevado a afirmar que de hecho sea obra de arte, sino tan sólo que podría serlo. Por lo tanto, antes de exponer los modelos lingüísticos a que nos ateníamos y de exponer las causas suficientes de la ciudad como obra de arte, teníamos que responder a una serie de objeciones cuya superación se definía como causa necesaria del carácter artístico de la ciudad.

    Pero el proceso vital, más o menos inmediato, que expresamos a través de tal orden expositivo, es bastante diferente. Creemos que sólo desde el mismo se hace del todo comprensible una Tesis con apartados expositivos tan aparentemente heterogéneos como ésta. Desde una etapa vital en la que las vivencias sin más dejan paso a una reflexión sobre las mimas (que no es en modo alguna ajena a las mismas), nos invadió la sensación de que la función principal de una fiesta como la Semana Santa de Sevilla era urbana; sin que esto supusiese entrar en polémica con ninguna otra posibilidad de vivencia del rito (en tanto que ya hace bastante tiempo que pasó la posibilidad del dogma), creíamos que la fiesta tenía un efecto principalmente arraigante; creíamos, además, que ese era su principal efecto, con lo que no nos remite a un trasmundo sino que nos hace asentarnos mejor en el mundo que habitamos. En el caso concreto de la Semana Santa de Sevilla, nos religa más o menos oscuras y más o menos lejanas en el tiempo, cuando el presente discurso empezó a formalizarse, mucho antes incluso de que nos decantásemos por los estudios universitarios en la licenciatura de Filosofía. Posteriormente, y por intereses totalmente ajenos a dicha intuición vital, tuvimos oportunidad de conocer relevantes obras cuyo objeto era la fiesta ritual, sintiéndonos deudores especialmente de las reflexiones de Mircea Eliade, Roger Caillois y Hans Georg Gadamer. La lectura de este tipo de libros nos hizo, por simple asociación, comprender el profundo y arquetípico sentido de una obra que creemos una suerte haber leído; se trata de Semana Santa. Teoría y realidad, de Antonio Núñez de Herrera. Nos vimos llevados a pensar que la Semana Santa no sólo nos arraiga en la ciudad, sino que además, como conformadora de un espacio ritual, es también uno de los medios más adecuados para la compresión, siquiera sea intuitiva, de la realidad a la que nos religa. Fuimos más allá, pensando que de hecho así sucede con toda fiesta, y que toda fiesta urbana de un modo u otro nos religaba a la ciudad.

    Ya dentro de la etapa preparativa de la presente Tesis Doctoral, y convencidos de la operatividad del rito urbano como medio para el conocimiento de la ciudad, nos pareció oportuno recurrir, como instrumento de objetivación de la intuición en discurso, al utillaje semiótico, el cual nos permitía determinar el ritual urbano como código de articulación de significantes espacio-temporales con significados sociales. Lo cual, por supuesto, nos llevó directamente a la compresión del rito como lenguajes espacio-temporal en el que el cuerpo se inserta.

    Pronto nos dimos cuenta de que lo que realmente nos interesaba era la ciudad de Sevilla, a la que el rito nos había arraigado. Esto nos llevó a relegar el estudio de la fiesta a una parte final complementaria, concentrando la mayor parte de nuestro esfuerzo en el estudio de la ciudad como lenguaje, viéndonos obligados a elaborar un modelo de lenguaje que resultara en tal caso operativo, por una parte, y llevados, por otra, a verificar tales conclusiones en todo momento con la ciudad a la que nos llevó la fiesta urbana, que no era otra que Sevilla.

    El análisis de un rito urbano como es la Semana Santa de Sevilla tenía que llevarnos necesariamente a la reflexión estética; más aún, por el carácter intencionado de su estructura procesual, tenía que llevarnos al ámbito concreto de la reflexión estética que trata de la obra de arte. Por eso decidimos desarrollar esta Tesis dentro del Área de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Sevilla, cuya dirección aceptó amablemente (y amablemente siempre ha dirigido) el profesor Diego Romero de Solís.

    Con todo lo cual nos vimos ante el tema de la ciudad como obra de arte, lo cual significaba que nos encontrábamos ante una serie compleja de materiales heterogéneos que hemos intentado articular del modo más coherente posible en su faceta expositiva. Que el contexto de �descubrimiento� sea el expuesto hace que la presente investigación resulte problemática como Tesis Doctoral, en tanto que se aparta en gran medida de una tradición que concibe las Tesis Doctorales como hechos académicos de gran especialización temática. Eso es sin duda necesario. Sobre todo por la abarcabilidad del campo de estudio, más o menos agotable, y especialmente por el carácter controlable de los referentes bibliográficos, lo cual no es posible en la presente Tesis Doctoral. Ni el objeto ni la bibliografía sobre el lenguaje, sobre la ciudad, ni siquiera sobre la ciudad de Sevilla, es dominable por una sola persona; mucho menos lo es el de los tres campos articulados. Por ello sin duda habrá carencias bibliográficas y la mayoría de los temas no serán agotados, no siendo agotable su conjunto.

    Pese a lo dicho, cada vez es mayor la alabanza y la apología que se hace de lo pluridisciplinar y multiparadigmático en los contextos de investigación, aunque su eco en el ámbito académico todavía sea relativamente escaso. Si una reflexión es fértil y una combinación de temas afortunada (lo que no quiere decir que la que presentamos lo sea), el precio del rigor y la exhaustividad pudiera ser no demasiado caro. Al tener que optar nos hemos atendido al sentido específico del término �Tesis�, es decir, proposición que se mantiene con razonamiento, presentación sintética de una idea que abre un proyecto de investigación desarrollable, marco discursivo de futuros discursos. En este sentido la multidisciplinariedad no es indeseable, mientras que la bibliografía se constituye en el apoyo de un reflexionar colectivo, nunca en el referente primero y último del texto.

    Por otra parte, una Tesis Doctoral como la que presentamos muestra una insuficiencia no superable en lo que se refiere al medio elegido, esto es, la palabra impresa. Como se verá posteriormente, consideramos que el lenguaje de la ciudad se articula a través de una serie de riquísimas representaciones perceptuales de carácter complejo, las cuales van desde los elementos visuales a los olfativos, pasando por los propioceptivos musculares. No obstante, la documentación gráfica que presentamos es exclusivamente visual (no podía ser de otro modo), lo que supone una cierta traición a la concepción espacial compleja que manejaremos. No nos queda otra solución que utilizar la imagen como sinécdoque, apelando en cada caso a la experiencia compleja del escenario de las ciudades que cada cual posee.

    Todo proceso complejo de pensamiento, en el ámbito de lo que es su contexto de �descubrimiento�, está movido por intereses morales e ideológicos más o menos conscientes. En lo que a comprender los nuestros alcanzamos, pensábamos sobre la ciudad contemporánea en general como un destino del ser humano en el que éste cada vez quiere estar en una menor medida, lo que se muestra en las arternancias escapistas anuales y semanales; con todo, se trata del ámbito vital en el que irremediablemente vivirá la mayor parte del a humanidad en un futro a medio plazo (pues a largo plazo nada puede decirse de nada). La paradoja de la ciudad como devoradora �selva urbana�, además de cómo hogar necesario de nuestro futuro, se traduce en una privatización cada vez mayor del espacio, por una parte, y en un uso consecuente cada vez menor de los espacios colectivos como medios de socialización (lo que se manifiesta en fenómenos tan actuales como la regresión demográfica de los cascos históricos, la sustitución del uso humano de las plazas por el uso automovilístico, el desplazamiento del comercio tradicional por las grandes y despersonalizadas superficies, etc.), potenciado por medios de socialización que cada vez requieren menos el cara a cara y hacen más prescindible cualquier espacio exterior de socialización. A todo esto se une la percepción de una experiencia de la ciudad cada vez menos corporal, ya sea por el uso de transportes alternativos a la marcha humana (necesarios ante los procesos de gigantismo de las áreas metropolitanas), ya sea por la creciente homogeneización perceptiva de nuestras ciudades, convertidas cada vez más en espacios, tanto para mal como para bien, asépticos.

    En tal sentido, la experiencia que teníamos del rito urbano como hecho espacial que arraiga corporalmente en el espacio que se habita, generado procesos de socialización humanizada en ámbitos espaciales externos de gran riqueza sensorial, nos parecía una alternativa bastante adecuada a la problemática, creemos que reversible, que entreveíamos en los usos y desarrollos de los espacios de las ciudades contemporáneas. En tal sentido, su carácter estético, en tanto que definía la experiencia de la ciudad como obra de arte, resultaba definitivo y especialmente significativo, en tanto que la obra de arte nos gana para el mundo a través de una socialización lúdica de nuestra compleja experiencia corporal.

    Porque la obra de arte, en el sentido expresado, nos gana para el mundo, nuestro objeto es esa parte de la Sevilla real que suele denominarse �casco histórico� (y a veces incluso �casco antiguo�) Atendiendo a ella como estructura topológica legible de carácter fascinante, pretendemos limitar la constante tentación de la ensoñación y de la fabulación al estudiar una ciudad con una �tradición� apologética, unas veces, y folklórica, otras, tan ampliamente asentada. Aunque, como se sabe, no siempre es posible diferenciar entre aquello que el objeto nos ofrece y aquello que nosotros ponemos en él (y quizá no sea deseable diferenciar exhaustivamente ambos momentos), hemos pretendido al menos limitar el poder de una tradición de lo fácilmente pintoresco y costumbrista (que no deja de ser, por otra parte, una posibilidad legítima de vivir la ciudad). Esto, al tratarse de un estudio de la ciudad como obra de arte, parece ciertamente utópico, en tanto que en la obra de arte los poderes de la imaginación son decisivos, tanto en lo que se refiere a su conformación como en lo que se refiere a su recepción interpretativa. No obstantes, hemos atendido a la ciudad misma como obra de arte; no a la ciudad tal y como ha sido escrita, pintada o filmada, no siquiera a como ha sido escrita, pintada o filmada, ni siquiera a como ha sido recreada en la ensoñación, sino a la ciudad en sus propios términos espacio-temporales, en su fuerza envolvente y determinante de la experiencia corporal. No queremos decir con esto que la Sevilla pintada o escrita sea una Sevilla menor, en tanto que se trata de experiencias alternativas que abren sus propios espacios vivenciales, pero ninguna ciudad recreada en medios alternativos tiene la fuerza vivificante ni la plenitud de presencia sensorial de la ciudad como imagen de sí misma. Podremos haber fabulizado, pero se tratará en todo momento de una fabulización del cuerpo sumergido en el abrazo de la ciudad.

    Por esta plenitud de presencia sensible y legible de la ciudad asumida, pretendemos también desvincularnos en parte de una lectura historicista de la ciudad, si bien eso no supone la negación, ni siquiera la crítica de dicha visión, cuyos efectos conservacionistas son tan necesarios. Nos desvinculamos del predominio cultural de la noción de monumentos, así como de la concepción de los cascos �históricos� como meros acumuladores de objetos tipificados como dignos de una percepción atenta y de una conservación más rigurosa. Aunque pudiera parecer todo lo contrario, como a veces se verá, nuestro planteamiento es esencialmente topológico, es decir, tendente a analizar la relevancia de cada edificio dentro de la trama relacional de la ciudad, evitando hacer emerger la trama relacional de ésta a partir de las relaciones establecidas entre aquellos. En la ciudad siempre se va del horizonte al objeto, nunca al revés.

    Si se sigue consecuentemente el planteamiento situacionista y topológico-relacional al que nos atenemos, el tratamiento del casco de un modo desvinculado del resto de la ciudad es ficticio, esencialmente abstracto; el caso no existe en si mismo como entidad aislada sino como hecho urbano relacionado con tramas y topologías complejas y heteromorfas con respecto al mismo, emergente en situaciones y concepciones muy diferentes de la existencia urbana. Siendo esto así, nos hemos centrado en el casco tanto por la relativa abarcabilidad del mismo, por una parte, como, por otra parte, por el �valor de uso� que le concedemos, tan actual.

    Atenderemos, pues, a la ciudad histórica de Sevilla como espacio lingüístico que se abre como presencia plena de fascinación corporal. Como tal, lo que interesa ya no es su acumulación monumental ni la magnitud de su pasado, sino la fuerza con la que sigue hablándonos y determinándonos como ciudadanos. Creemos que sólo esto justifica plenamente los esfuerzos que su conservación requiere, en tanto que compromiso histórico que nos lanza hacia un futuro por la fuerte presencia de su pasado.


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