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Resumen de Actualidad de Friedrich Schiller

Lucía Bodas Fernández

  • Contexto e Introducción.

    El objetivo de esta investigación es intentar mostrar la actualidad y pertinencia del pensamiento estético y político de Friedrich Schiller. Dicho objetivo implica no sólo en análisis de lo que otros intérpretes han dicho sobre Schiller, sino, al mismo tiempo, el estudio de cómo es posible establecer un auténtico y productivo diálogo con Schiller hoy. Este es conocido por ser uno de los primeros pensadores que dotaron a la Estética con un significado verdaderamente político. Es por ello que su nombre es una referencia ineludible a la hora de pensar los potenciales solapamientos entre la Estética y la Política. Schiller propone la posibilidad de alcanzar un libre e igualitario ¿Estado Estético¿ a través de la educación estética. Una idea que influenció enormemente en la tradición del Idealismo Alemán, pero también a un gran número de pensadores marxistas y post-marxistas, que han enfatizado de diversas formas el potencial subversivo y político del arte y la Estética.

    Ahora bien, esta temprana asociación de dos ámbitos aparentemente tan opuestos como la Estética y la Política es la razón por la cual Schiller ha sido adscrito a aquello que Paul de Man y Terry Eagleton han denominado la ¿ideología estética¿. Debido a esta asociación, el pensamiento de Schiller ha sido interpretado tradicionalmente en dos sentidos. El primero de ellos tiende a analizar la propuesta schilleriana de una educación estética como una huída ideológica, del ámbito de lo político hacia el del interior del sí mismo individual. Por lo tanto, esta corriente entiende la Estética schilleriana como una política irresponsable, como una traba o, incluso, como la negación de la praxis política. Este sería el caso de György Lukács, Hans-Georg Gadamer, Peter Bürger, Terry Eagleton y Martha Woodmansee, aunque cada uno de ellos enfatiza diferentes aspectos de la obra de Schiller y se centra en diferentes problemas. La segunda de las grandes tradiciones críticas con el pensamiento schilleriano puede ser ejemplificada sobre todo por el análisis de Paul de Man, que asocia la noción de educación de Schiller con los totalitarismos del siglo XX, especialmente con el nacionalsocialista.

    A pesar de que es necesario atender a estas dos maneras de acercarse a su pensamiento, si es que estamos intentando entender qué es lo que Schiller significa en la actualidad, es más interesante centrarse en intentar averiguar y cuestionar qué es lo que Schiller mismo estaba intentando proponer. Esto es, analizar el objetivo y el contenido de su propuesta, y no únicamente los desarrollos críticos que se hayan podido hacer a partir de él. De este modo, se intentará entablar un diálogo con Schiller que sea productivo hoy.

    Esta es la razón por la cual los dos autores que han sido escogidos para producir dicho diálogo son Herbert Marcuse y Jacques Rancière. Al contrario que los intérpretes antes mencionados, ambos llevan a cabo un acercamiento a Schiller mucho más productivo, intentando mostrar las implicaciones políticas de la imbricación de la Estética y la Política más allá de una perspectiva meramente crítica y destructiva. Lo que desarrollan, finalmente, es una teoría de la unión potencial de estos dos ámbitos en un sentido schilleriano. Es cierto que es mucho más sencillo afirmar la filiación schilleriana de Marcuse quien, a partir de Eros and Civilization (1958), asume abiertamente la noción de la educación estética de Schiller como una herramienta a la hora de reconstruir la teoría freudiana del Eros como el comienzo de un orden no represivo, más allá de la dominación política. El caso de Rancière, sin embargo, resulta más problemático. A pesar de que subraye las potencialidades democráticas de la teoría estética schilleriana, tarea a la que dedica numerosos ensayos, Rancière también llama negativamente la atención sobre la efectividad de su argumento. El modo en que entiende dicha efectividad implica la negación de un escapismo de la realidad por parte de Schiller. Sin embargo, también implica que esta ha tenido muchas y diferentes consecuencias históricas y políticas a partir de la teoría estética moderna y contemporánea. Todo el trabajo de Rancière sobre Schiller es una auténtica demostración de la actualidad e importancia de su pensamiento. No obstante, la razón principal de que este análisis de Rancière sea tan fructífero e interesante es que no entiende la unión schilleriana de la Estética y la Política en el sentido más tradicional y común. Esto es, como una estetización de la política. Rancière cuestiona la utilidad de esta idea de Walter Benjamin mediante la negación de la premisa de la que parte: el hecho de que la Estética y la Política son dos ámbitos totalmente diferentes y cerrados en sí mismos y que, por lo tanto, deben ser unidos de algún modo. Esta es también la razón por la que rechaza la solución de Benjamin: la politización del arte que debería llevar a cabo el comunismo para evitar las amenazas de una estetización de la política. Al contrario, Rancière parte de la intrínseca union entre la Estética y la Política en el sentido de que ambas se refieren a lo que denomina ¿distribución de lo sensible¿.

    Tomando como premisa esta idea de Rancière, este trabajo de investigación intenta también cuestionar el carácter ideológico de aquella ¿ideología estética¿. Esto no significa que los críticos de dicha ideología no hayan expresado auténticas y legítimas preocupaciones. Lo que significa es que este acercamiento crítico tiende a concebir la Estética como si esta fuera un bloque homogéneo. Así, este modo de comprender la Estética le aplica a esta la misma violencia de la que, al mismo tiempo, la acusa en su relación con lo real.

    Esta investigación se ha organizado de un modo cronológico inverso. Parte de lo que Rancière y Marcuse han dicho sobre Schiller y de lo que han desarrollado y propuesto como una reformulación del propio pensamiento schilleriano. Finalmente, el análisis se centra en los problemas subrayados por los críticos de la ¿ideología estética¿ para poder averiguar, en el último capítulo, que es lo que había dicho Schiller en realidad. De esta manera, se divide en tres partes.

    1. El caso de Rancière: La Belleza como Disenso.

    La primera parte se centra en la lectura que Rancière hace de Schiller. A su vez, esta parte se divide en dos capítulos. El primero de ellos desarrolla las implicaciones de lo que Rancière denomina el ¿régimen estético de lo sensible¿, en el que Schiller posee una posición paradigmática. De acuerdo con Rancière, Schiller comienza estableciendo un problema. Que la dominación política y la servidumbre se deben, antes que nada, a una distribución ontológica en la que la materia pasiva y sensible debe servir a la actividad del pensamiento. Mediante la noción de la autonomía de la experiencia estética, Schiller revoca esa jerarquía entre la sensibilidad y la razón. Y, al mismo tiempo, revoca otra jerarquía. Aquella establecida entre el individuo y el Estado. Para esta investigación es esencial subrayar el énfasis schilleriano en la necesidad de sacudir la estructura de la sensibilidad individual mediante la educación estética. Porque solo dicha reestructuración de la sensibilidad permitirá una transformación emancipatoria en el ámbito socio-político. Si esta idea de Schiller es tan fundamental también es porque es a partir de ella cómo Rancière da forma a su propia teoría sobre la educación y la emancipación, desarrollada sobre todo en Le maître ignorant (1987) y, en relación con el arte, en Le spectateur émancipé (2008). Schiller le permite a Rancière pensar el significado original de la emancipación como la subversión de la jerarquía entre la sensibilidad y la razón. Ahora bien, cómo Schiller ejemplifica el modo en el que trabaja la experiencia estética, mediante la imagen del busto griego de la Juno Ludovisi, es precisamente el punto de partida de Rancière para mostrar los problemas que la teoría schilleriana también puede conllevar.

    El análisis de estos problemas es el objetivo del segundo capítulo de esta investigación. Lo que Rancière pretende demostrar es como Schiller finalmente está pidiendo una nueva encarnación del ideal de la Grecia Clásica. Es decir, Schiller estaría proponiendo la conformación de una comunidad ideal no dividida, en la que el arte ya no se distinguiría de las otras esferas de la vida. Pero así, el arte perdería su autonomía como forma de experiencia y como ámbito diferenciado. Perdería, por lo tanto, su potencial democrática. No obstante, incluso esta supuesta intención schilleriana de remediar la ruptura entre el arte y la vida es un signo más de su relevancia actual. Porque muestra la eficacia de un argumento que ha sido desarrollado por muchos autores modernos y contemporáneos de maneras muy diferentes. Es por ello que Rancière delinea una genealogía de la Estética moderna y contemporánea partiendo de la escena original propuesta por Schiller: desde el joven Hegel a Marx, de Benjamin a Brecht, de las vanguardias artísticas a Bourriaud, del Hegel de las Lecciones de Estética a Adorno y Lyotard. Una genealogía que, sobre todo, demuestra que Schiller está presente constantemente. No obstante, Rancière olvida incluirse a sí mismo en dicha genealogía. Al centrarse únicamente en el análisis de las Cartas sobre la Educación Estética y también debido a la manera aproblemática mediante la que examina la nostalgia schilleriana por el ideal de la Grecia Clásica, no es capaz de apreciar la íntima coherencia del pensamiento schilleriano. Además, dichas insuficiencias le hacen renegar de gran parte de su filiación schilleriana.

    2. El caso de Marcuse: El potencial de lo Sensible.

    La segunda parte de esta investigación se centra en el desarrollo marcuseano de la propuesta schilleriana. Si este autor es interesante en este contexto es también porque ha sido acusado de muchos de los defectos que el mismo Schiller. El hecho de que Rancière jamás mencione el nombre de Marcuse también es digno de ser tenido en cuenta. Ya que, estando tan interesado en la obra de Schiller, ¿cómo es posible que jamás analice directamente, ni siquiera de modo crítico, la obra de uno de sus herederos más relevantes? Otra de las intenciones de esta investigación es explorar las razones de este olvido. También, por otro lado, pretende mostrar cómo, a pesar de las diferencias entre ellos, hay un paralelismo entre las respectivas intenciones de Rancière y Marcuse. Teniendo esto en cuenta, esta parte de la investigación también se divide en dos capítulos. El primero de ellos parte de la comparación entre el análisis de Marcuse de la cultura afirmativa y represiva y la crítica schilleriana de la modernidad. De hecho, Marcuse usa el pensamiento de Schiller para negar el carácter necesario de la represión en la civilización que había sido afirmado por Freud: la represión y la dominación son productos humanos y, por lo tanto, susceptibles de ser modificados. Es en este sentido que la imaginación creativa tiene un significado político desde la perspectiva de Marcuse. La fantasía y la imaginación niegan la incontestabilidad del estatus quo. Niegan que sólo haya una manera de realidad al tiempo que proyectan imágenes de otras posibilidades. Y esta función de la imaginación adquiere consistencia en su materialización: en el arte. Por ello, también es interesante el análisis del desarrollo de Marcuse a la hora de pensar cómo el arte y la sociedad pueden solaparse: desde la consideración de la posibilidad de usar el arte como herramienta de adoctrinamiento político, sugerida en su tesis doctoral Der Deutsche Kunstlerroman (1922), hasta su comprensión del arte como una fuerza sensible liberadora que puede ayudar a llevar a cabo una revolución política gracias a su liberación de la sensibilidad en sentido schilleriano, tal y como aparece tanto en Eros and Civilization como en An Essay on Liberation (1969).

    Por otro lado, la aparición de One-dimensional Man (1954) ha sido interpretada por muchos de los intérpretes de Marcuse como un giro pesimista sin posibilidad de retorno. Como un rechazo absoluto de las potencialidades políticas del arte y la Estética. Un giro hacia la interioridad que, aparentemente, queda también confirmado por su último libro publicado, Die Permanenz der Kunst (1977). Un acercamiento crítico a esta interpretación será la tarea del segundo capítulo de esta parte de mi investigación. El análisis comenzará mediante la consideración de las diferencias y el salto que media entre la idea de la cultura afirmativa y la idea de unidimensionalidad. Aunque la última de estas ideas se halle prefigurada de algún modo en la primera, hay una diferencia fundamental. Ahora, la alienación parece ser total, sin que nada se le oponga. Total hasta el punto que pierde su significado como concepto. Es aquí donde la da impresión que el pensamiento de Marcuse ha llegado a un callejón sin salida. No obstante, es posible formular la cuestión de otra manera. En el momento en que se detecta que el problema que hace de la alienación de un círculo vicioso se basa en la necesidad de concienciarse de esa alienación como un prerrequisito para la liberación y la revolución, puede verse una salida. Es cierto que Marcuse nunca abandona por completo esa idea de concienciación. Sin embargo, el carácter problemático que tiene para el mismo Marcuse se sugiere ya en One-dimensional Man, y también puede verse en la forma en la que trata las posibilidades de liberación en Counterrevolution and revolt (1972). Es aquí donde la educación aparece como un concepto clave. Aunque la noción marcuseana de educación apenas ha sido estudiada por la mayoría de sus intérpretes, lo cierto es que la mayoría de sus nociones fundamentales no sólo tienen una raíz schilleriana, sino también connotaciones educacionales y pedagógicas: desde el Gran Rechazo a la fuerza liberadora del arte y la imaginación, o incluso la idea de unidimensionalidad misma. Marcuse sólo trata directamente el asunto en dos conferencias. Sin embargo, desarrolla el concepto de una manera muy schilleriana, centrándose en el problema de la igualdad y cuestionando su concepción como adoctrinamiento político. La educación es aquí tratada desde el punto de vista de la Bildung de un nuevo Sujeto de emancipación. En este sentido, Marcuse no sólo demuestra ser uno de los más importantes herederos del pensamiento de Schiller, sino también que es un precedente para el desarrollo propiamente de Rancière del problema.

    3. Schiller ante sus críticos: el caso de la Ideología Estética y la propuesta de una forma revolucionaria de educación. La última parte de la investigación también se divide en dos capítulos distintos. El primero de ellos se centra en el problema de la ¿ideología estética¿. En este sentido, pretende desarrollar las dos maneras en las que el problema ha sido tratado en relación con el pensamiento de Schiller. En primer lugar, se analiza la crítica de Paul de Man a la aplicación schilleriana de la Estética a la Política. Aunque sus preocupaciones acerca de los peligros escondidos detrás de una posible totalización estética de los particulares es legítima, De Man acaba forzando el planteamiento schilleriano para hacerlo casar con su definición de la ideología estética, sacando ideas fuera de contexto y funcionando a partir de una mala traducción deliberada. En segundo lugar, en este capítulo se estudia la segunda manera en que la teoría estética y política de Schiller ha sido interpretada. Para este segundo acercamiento crítico, el excesivo énfasis de Schiller en la autonomía estética habría generado un giro hacia la interioridad. La huída de Schiller del ámbito socio-político y su concepción de una liberación política como un mero contrafáctico. Esta es, de hecho, una perspectiva en la que se incluyen muchos y muy diferentes autores. No obstante, es interesante destacar, sobre todo, las aportaciones de Martha Woodmansee, Hans-Georg Gadamer y Terry Eagleton, porque muestran el modo multifacético en el que es posible entender la ideología estética. La primera de ellos centra su crítica en lo que sería el uso interesado de Schiller de la noción de autonomía estética. Lo que Woodmansee trata de demostrar es que el concepto de autonomía estética no es filosóficamente puro, sino que se origina a partir de las transformaciones económicas y políticas del siglo XVIII. La aparición del público como masa espectadora hizo a los autores alemanes generar la noción de autonomía, de modo que la opinión del público se tornaba irrelevante para la perfección de la obra. De acuerdo con Woodmanse, dicha noción nace en contra del proceso de democratización de la cultura que estaba teniendo lugar. El problema presente en esta interpretación es la idea de democracia de la que hace uso, ya que no considera en absoluto problemas como la dominación de clase o la jerarquía social. Este no es el caso de la crítica de Gadamer o Eagleton. Al contrario, el primero de ellos entiende la noción schilleriana de educación y la del libre juego como si fuera una educación en y para el arte. La autorreferencialidad de la libre apariencia postulada por Schiller produciría una especie de arte por el arte que ignora los aspectos comunitarios del juego y, por lo tanto, desvía mórbidamente la cuestión hacia el interior del individuo. La crítica de Gadamer es poderosa precisamente porque ataca uno de los puntos flacos de la teoría schilleriana. Esto es, ¿cómo podrá traducirse la libertad individual posibilitada por la educación estética en una verdadera libertad política? Terry Eagleton, por su parte, es interesante porque desarrolla otra manera de pensar la ¿ideología estética¿, basándose y oponiéndose al mismo tiempo al sentido que le daba De Man. Aunque su crítica es muy similar a la de Gadamer en tanto que enfatiza el modo en que la reconciliación estética mistifica las condiciones reales de vida, Eagleton parte del carácter en sí mismo contradictorio de la Estética. Un carácter emancipatorio y, al mismo tiempo, conservador. En este sentido, su acercamiento también es similar al de Rancière.

    El segundo capítulo de esta última parte se centra en la defense schilleriana del individuo frente a Kant. En su oposición a la idea de una educación ilustrada en tanto que esta implica un tipo de coerción: la coerción de la sensibilidad por la razón, de la materia por la forma, de lo privado por lo público. Finalmente, la Ilustración implicaba para Schiller una coerción del individuo por el Estado Ilustrado. Partiendo de esta oposición a su forma ilustrada y basándose en la idea de una demostración de la igualdad de la sensibilidad y la razón, la noción schilleriana de educación pretende preparar al individuo para que este pueda realizar la libertad política. Una libertad política que depende de la presuposición de la igualdad de cada individuo y que, así mismo, se basa en una idea de solidaridad, en ¿hacer nuestros los sentimientos de los demás¿. El modo en que Schiller pretendía llevar a cabo esta tarea no es una estetización de la política. Al contrario, se trataba de la subversión de las jerarquías y del orden de la dominación. Es en este sentido en el que Schiller también nos permite pensar la revolución en un sentido diferente al tradicional. Porque la de Schiller es primero una revolución de la sensibilidad, del modo en que el sentido común es pensado ordinariamente. Antes que nada, es una negación y una subversión del pensamiento de que sólo hay un modo de distribución de lo sensible. Por lo tanto, esta es una noción de revolución que se refiere siempre al momento presente, nunca a un futuro escatológico. Porque es una revolución contingente. Posibilita al individuo que este trabaje para la libertad política, pero el logro de la misma depende de un trabajo constante y sin fin que nunca puede ser de una vez por todas.

    4. Conclusión: La actualidad de Schiller.

    Ya para concluir, esta investigación trata de demostrar cómo la idea de educación traza la línea que une a Schiller con Marcuse y Rancière. Se trata de mostrar cómo Schiller había pensado una noción de educación que es inherentemente democrática, y cómo esta noción es lo que anima los respectivos desarrollos de Marcuse y Rancière. A pesar del carácter indeterminado de la transición del ámbito de la emancipación individual al de la emancipación política que Schiller plantea, su pensamiento es hoy más relevante que nunca. Porque nos permite pensar de nuevo la democracia. También nos permite reconsiderar la idea de lo que tenemos en común. La decadencia y degeneración de la democracia actual prueba que la libertad y la igualdad que estaban siendo exigidas por Schiller son hoy más necesarias que nunca.

    Las palabras claves: Friedrich Schiller, Herbert Marcuse, Jacques Ranciére, Educación Estética, Democracia, Dialéctica de la Ilustración, Ideología Estética.


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